Turín: dos días para descubrir la ciudad de la que todos hablan (gracias a Eurovisión)

Estas semanas Turín está en los focos y redes por el festival Eurovisión. Pero hay una fantástica ciudad al borde de los Alpes que se pueden descubrir en una breve escapada

La elegancia de la Via Roma. Foto Wendy Dekker | Unsplash

Turín fue la primera capital de Italia y centro del poder de los Saboya, quienes han delegado fastuosas palacios y jardines. En sus calles convergen las huellas romanas con iglesias barrocas, testimonios medievales con construcciones futuristas. Y con una gastronomía que es legendaria en el país.

Siguiendo las sugerencias de Turismo de Italia vamos a descubrir qué hay para ver en Turín durante una escapada de dos días. Es un plazo demasiado breve para todo lo que ofrece la ciudad, pero al menos sirve para tener una idea general de sus atractivos.

Porta Nuova y el museo de arte contemporáneo

Para no dejar de lado el modo de viaje más sostenible la llegada a Turín debería ser en tren.

Allí recibe la estación de Torino Porta Nuova, que con su despliegue arquitectónico con sus grandes ventanales y su arco central anticipa el nivel de infraestructuras que el viajero se va a encontrar.

Turín está llena de palacios, barrocos, rococó y neoclásicos, que recuerdan el poder de la Casa de Saboya durante siglos

Hay sitios de Turín que parecen detenidos el tiempo. Foto Alexander Schimmeck | Unsplash

Subiendo unas pocas calles por el Corso Vittorio Emanuele II, al cruzar con el Corso Galileo Ferraris se llega al vanguardista edificio de la Galería Cívica de Arte Moderno y Contemporáneo, que alberga una nutria colección permanente de obras de los siglos XIX y XX. Por ejemplo, estos días se presenta la exposición del World Press Photo.

Las plazas del centro de Turín

Tras una visita de un par de horas, el recorrido obliga a retroceder unos minutos y meterse en las calles del Centro, donde tras pasar varias tiendas de importantes marcas de ropa se llega a uno de los espacios al aire libre más bonitos de Turín: la Piazza San Carlo.

Flanqueada por las iglesias barrocas de Santa Cristina y San Carlo Borromeo (parecen iguales pero tienen sus diferencias) y rodeada de elegantes palacios de los siglos XVII y XVIII, en el centro está el monumento ecuestre dedicado a Emmanuel Filiberto, duque de Saboya. En las terrazas de sombrillas azules se puede pedir un bicerin, una bebida caliente bien turinés, con café, chocolate y crema. Decir que es potente es poco.

Subiendo por la calle Príncipe Amadeo, entre grandes bloques residenciales porticados, se llega a otra plaza, la del Castelo, donde brilla el Palacio Amada, una de las residencias de la casa de Saboya, sede del Museo del Arte Antiguo; en la que se exponen 2.500 piezas (de un fabuloso fondo de 70.000 objetos).

La cúpula de la Mole Antoneallina. Foto Michael Martinelli | Unsplash

En las terrazas de las plazas como San Carlo o Carlo Alberto se sugiere probar el bicerin, bebida típica del Piamonte

En los alrededores, quizás menos glamoroso pero igualmente imprescindible, se puede probar el gofre autóctono tapizado de quesos, embutidos o vegetales; o las patatas rellenas maridadas con cerveza piamontesa.

Como si se quisiera regresar a la Piazza San Carlo, tras ver los palacios en torno a la Piazza Carlo Alberto como el barroco de Carignano se llega al Museo Egipcio.

Y es una sorpresa, porque el lugar cuenta con 3.000 artefactos del reino de los faraones, entre momias, esfinges, papiros y sarcófagos.

De hecho es el segundo museo más importante sobre el Antiguo Egipto tras el del Cairo. Nada menos.

El color de un mercadillo turinés. Foto Marco Coda Mer

La cuna del vermut

Llega la hora del vermut, y para ello hay que remontar tomar la Via Po hacia el río homónimo, donde hay un bar o una coctelería detrás de la otra.

La Drogheria, el clásico Caffe Vittorio Veneto, Carpe Diem, el Gran Bar Turin o el 21 Absinthe Café son algunos de los lugares recomendados.

Turín se considera como la cuna del vermut, hacia fines del s.XVIII, y aquí nació el Martini en 1862.

Su legado se mantiene en la reciente costumbre de la apericena, juego de palabras que combina el aperitivo con la última comida del día, acompañada de una barra con patatas, olivas, grisines, quinoa, vegetales, dulces, etcétera.

Para bajar este despliegue gastronómico se puede caminar por la ribera del Po, a lo largo del Lungo Po Luigi Cadorna o cruzar el puente Vittorio Emanuele I hasta los jardines Ginzburg.

Los platos típicos de Turín

Si alguien se salta la apericena y solo tomó un Martini o un Negroni, quizás sea el momento de probar platos turineses, como el vitel tonné, los agnolottis con queso Parmigiano Reggiano, los tallarines al funghi porcini o al tartufo, los risottos y sus abundantes variedades (con quesos, setas, embutidos), la bagna càuda (salsa caliente) o el brasato (carne de ternera asada al vino). Y de postre, a no dudar: la torta gianduia, con el auténtico chocolate piamontés.

Plaza San Carlo. Foto Antonio Sessa | Unsplash

Hace años se puso de moda la apericena, con tapas y platillos para acompañar el vermut vespertino y saltarse la cena

De noche también se pueden ver los mejores espectáculos de ópera y ballet en el Teatro Regio, una suntuosa casa de la lírica reconstruida tras un voraz incendio de 1936.

Las vistas urbanas

Al otro día, tras un desayuno de cappucino y pasteles, se puede ir a ver a la Mole Antoneallina, sobre la Via Montebello, casa del Museo Nacional del Cine de Turín con una puntiaguda cúpula que a los 85 metros de altura tiene un mirador con unas fantásticas vistas de la ciudad y los Alpes.

Tras ver este importante museo para conocer la historia del cine, en las terrazas cercanas se puede tener un almuerzo ligero con los tramezzinos, bocadillos de pan de molde triangulares sin cáscaras con jamón, aceitunas y atún.

Vistas panorámicas de Turín. Foto Fabio Fistarol – Unsplash

El esplendor de la Casa de Saboya

Para pasear bajo el sol hay que ir a los Giardini Reali (Jardines Reales), el pulmón verde de la ciudad, un paseo que mantiene el diseño del siglo XVII, dividido en dos niveles, en los que destaca la elegante decadencia de la Fuente de los Tritones.

A su alrededor se encuentran varios importantes sitios relacionados con la historia de la ciudad y el Piamonte, como el Palacio Real que fue hogar de la Casa de Saboya desde el siglo XII al XIX, donde la sobria fachada contrasta con la plaza barroca que la prologa, mientras que ese estilo dialoga en los aposentos con los estilos rococó y neoclásico.

Arte en el Parque del Valentino. Foto Antonio Sessa Unsplash

La visita a este palacio lleva un buen par de horas. Además de las salas, dormitorios y otras dependencias allí está la capilla del Santo Sudario, que aunque se confirmó que es una falsificación, es objeto de una importante devoción.

El recorrido histórico se prolonga la Armería Real, que se puede combinar con una visita a la hermosa Biblioteca Real, que custodia 200.000 volúmenes, entre ellos 200 incunables.

Y claro que hay mucho más para ver, como el Parque de Valentino, el Castillo de Rívoli, el Cuadrilátero Romano con ruinas de tiempos antiguos, el mercadillo de Balon, la plaza de Cortile del Maglio o el Museo Nacional del Automóvil (esta es la patria de Fiat, recordemos).

Pero el tiempo se acaba y ya habrá oportunidad de volver a Turín. Con o sin Eurovisión.

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