Pago Guijoso: vinos que condensan el sabor del ‘terroir’

Es uno de los veinte Pagos de España y, además de excelentes vinos que nacen de cepas protegidas entre guijarros, elabora un queso de oveja que es un auténtico tesoro lácteo

Foto: Pago Guijoso.

El Campo de Montiel es una llanura parcheada por los diferentes tonos verdes, marrones y ocres de las hortalizas y cereales que crecen en esta zona manchega. La primavera apunta maneras en los almendros que ya han florecido y en la mimosa que esparce su especial aroma por el aire y los ‘gigantes’ de Don Quijote hacen acto de presencia durante la trayectoria. Sin embargo, al llegar al Pago Guijoso, la orografía cambia.

Entre la calima se adivina la Sierra de Cazorla, lo cual habla de la altura del Pago a 1100 metros sobre el nivel del mar en el termino municipal de El Bonillo (Albacete). Entonces aparecen los viñedos. La viñas que crecen entre los guijarros que le dan nombre al Pago, pedruscos que las protegen tanto del frio como del calor extremos de la región y que hacen que sus uvas no tengan prisa en madurar y acaben por dar lo mejor de ellas.

Tan solo se reconcen 20 pagos en España. Foto: Pago Guijoso.

Una casona andaluza-manchega

La casona, edificada en 1987, es una mezcla de cortijo andaluz con sus arcos y su patio y venta manchega puertas adentro. Nada más llegar tenemos la ocasión de probar sus productos estrella. El queso Hacienda Guijoso D. O. Manchego se elabora con las ovejas de la raza homónima que allí se crían y se ordeñan consiguiendo un manjar que navega entre queso tierno, semicurado y curado.

Las tierras de Campo de Montiel transmiten su esencia a través de los vinos y también los quesos de Pago Guijoso

Sus sabores se potencian con una copa de La Doncella, el tempranillo característico de la bodega que, por cierto, ha sido proclamado por la revista Chardonnay du Monde como el mejor vino de esta variedad de España y lo coloca en el top ten de la clasificación mundial.

Recorriendo el Pago

Pedro Carrascosa, director general de la empresa y viticultor de tradición familiar, nos guía por el Pago Guijoso. Atravesando el terreno que sube y baja, nos contagia su pasión. La D.O. de Pago responde a unos requisitos de los que solo gozan 20 en España y que se denomina como “Distrito determinado de tierras o heredades, especialmente de viñas u olivares” .

Foto: Pago Guijoso.

La mayoría de los Pagos se encuentran entre Valencia y Castilla la Mancha. “Tiene que darse un clima y suelo que logren vinos excepcionales como este nuestro”, comenta Pedro, añadiendo que fue en el año 2000 cuando nació la Asociación de Productores Vitivinícolas de grandes Pagos de España.

Pero ¿cuál es la uva capa de crecer a tamaña altura? “Tinta tenemos cabernet sauvignon, merlot, syrah, tempranillo garnacha y petit verdot, mientras que el chardonnay, sauvignon blanc y viognier son nuestras blancas”, explica Pedro. “Como veréis las etiquetas de esos viñedos de enfrente señalan cepas de todo el mundo entre ellas la zifandel, trincadeira, tannat… Viñas que puedan crecer en este clima, con las que estamos experimentando”. Sin embargo, matiza, “la tendencia es recuperar variedades autóctonas que desaparecieron con la filoxera”.

Un historia con poso

Hablamos sobre la historia del Pago Guijoso, ahora en manos de la segunda generación de la familia Conesa, catalogado como uno de los mejores de Europa “en cuanto a biodiversidad y forma de llevarlo”, comenta Pedro mientras nos señala unas avutardas que sobrevuelan el campo dejando ver la enorme dimensión de sus alas.

La bodega que puso en marcha en 1983 el arquitecto Eleuterio Población está en manos, ahora como D.O. Pagto, de la familia Conesa desde 2013

Al lado, las perdices corren entre las sabinas que dan nombre a otro de sus vinos. “Conejos, liebres, perdices, ciervos, jabalíes y hasta el lince ibérico campan a su antojo en estas tierras, mientras las avutardas y el águila imperial las sobrevuelan”, señala nuestro guía, añadiendo que “los aromas de tomillo, romero y lavanda están garantizados y crecen entre las encinas y sabinas, uno de los arboles más protegidos del mundo y el segundo sabinar mayor de Europa”.

Pero volvamos a la historia. En 1983 el arquitecto onubense Eleuterio Población -responsables, entre otros proyectos, del Hotel NH Eurobuilding de Madrid- era el dueño de la finca y plantó en el Guijoso las primeras cepas de tempranillo, teniendo en cuenta que es uno de los viñedos más altos del país con un microclima gracias a su situación entre los parques naturales de Las Lagunas de Ruidera y la Sierra de Alcaraz.

Viñedos de Pago Guijoso.

Población vendió la finca y, tras otro cambio en manos, en 2013 llegó a manos de la familia Conesa. Entre tanto, el viticultor y consultor australiano Richard Smart diseñó el viñedo dividido en subparcelas donde se trabaja de forma ecológica y controlada en sus estaciones a tiempo real.

“Víctor Soria, director de explotación de la Finca, y yo elaboramos un proyecto en el que Víctor se ocupa de la agricultura y ganadería en un propiedad que ya cuenta con 3.000 hectáreas donde se cultivan todo tipo de hortalizas para la venta y yo me concentro en vino y el queso”, detalla Pedro.

Alrededor de 550 hectáreas se dedican a cultivos de secano, 300 están dedicadas al almendro y 120 al viñedo. En realidad, el vino solo ocupa el 15% de la producción del Pago -una de las compañías de la potente Word Fruits Company, con alrededor de 30 explotaciones agrícolas y ganaderas en Almería, Castilla-La Mancha, Murcia y Comunidad Valenciana-. Hasta el 60% de la producción en Pago Guijoso es hoy completamente ecológica.

Ovejas de pura raza manchega

De vuelta a la casona se impone la visita al rebaño propio de 4000 ovejas con cuya leche se elabora el que probablemente sea el más delicioso de los quesos manchegos.

Foto:
Foto: Pago Guijoso.

De todos los tamaños, graciosas y simpáticas, estas ovejas de raza pura manchega se alimentan como reinas gracias a un menú con un alto nivel de proteínas en el que no faltan el trigo y la soja y las hortalizas del Pago, brócoli, coliflor…

Acero, inoxidable, roble y terracota

Antes de entrar en la bodega Pedro desgrana cómo los nombres de los vinos tienen su significado, al igual que las etiquetas, diseño de Eduardo del Fraile. Entre las cubas de acero inoxidable reposan tinajas de terracota que datan del año 1840. Ahora, tratadas y adaptadas, se utilizan para elaborar algunos de sus vinos. Otros reposan en las 500 barricas de roble francés y 20 de roble americano con los que cuentan.

Entre los vinos destaca La Doncella, “un tempranillo joven con aromas de fruta tropical, piña madura, manzana y plátano. Su nombre responde a la leyenda de una doncella que paseaba entre las viñas al atardecer cantando baladas de amor que transmitía a las uvas de las que nacía un vino suntuoso y suave como la seda”. Además del tempranillo, se elabora La Doncella chardonnay, rosado y tempranillo roble.

La Sabina hace honor al árbol milenario que rodea las viñas. Se elabora en monovarietales cabernet sauvignon, merlot, syrah y tempranillo, con más tiempo en barrica y, sobre todo, altas dosis de dedicación. De intenso color burdeos, sus aromas son a fruta compotada y un toque floral que recuerda a las violetas.

Foto: Pago Guijoso.

El Beso, por su parte, es un vino de autor, un coupage libre, caprichoso como su nombre indica, que se hace cómo y cuándo imponen cada cosecha y cada momento. Se elabora en versión chardonnay fermentado en barrica -“Es 100% chardonnay y evoca la ternura, el romanticismo y la pasión de un beso”, explica Pedro, pero también en coupage de diferentes variedades tintas.

La última creación es el Conesa 58 Blanc de Blancs elaborado por el método tradicional champanoise y bautizado en honor a su creador, Antonio Conesa, dueño de Pago Guijoso, y a la edad que tenía cuando se elaboró. Todo un canto a los sentidos cuando al probarlo los envuelve en su leve burbuja y en sus aromas y sabores divinos. “Sus uvas proceden de la parcela más noble del Guijoso donde está la viña de chardonnay que se agarró a la tierra desde el año 83, clonada desde su región de origen en la Borgoña” explica orgulloso Pedro.

Termina así una jornada redonda en la que no falta de nada: ni campo, ni queso ni, por supuesto, vino.

a.
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