Pic Nic, la cocina marinera de Sitges que nunca pasa de moda

Llegando a los 70 años de vida Pic Nic es un clásico de la gastronomía de Sitges gracias a sus pescados, mariscos y arroces

Uno de los grandes atractivos del Pic Nic es su cercanía al mar. Foto Alex Froloff

En el Paseo de la Ribera de Sitges, que en realidad es un paseo marítimo, sobrevive un puñado de locales clásicos como el famoso Chiringuito (que bautizó a los bares playeros) o el Pic Nic; un recomendado balcón sobre el Mediterráneo que homenajea a su larga historia con una carta basada en gustos marítimos.

El origen de este restaurante es la antigua Horchatería Valenciana -que este año habría cumplido 100 años-, que en 1955 pasó a manos de Josep María Matas Barceló; que lo convirtió en el bar Pic Nic que fue evolucionando con el tiempo.

Cuatro generaciones detrás de Pic Nic

Ahora, la cuarta generación no solo lleva las riendas de este restaurante con tres espacios diferenciados y capacidad para 120 personas (por lo bajo); sino que se transformó en el grupo Matas Arnalot que gerencia otros establecimientos en la ciudad como hoteles y el futuro restaurante Sofia by Pic Nic; que abrirá a pocos metros.

Entrantes marineros del Pic Nic. Foto Alex Froloff

En el Pic Nic se puede desayunar desde las 10:00, comer o tapear al mediodía, estar de copas al atardecer, cenar y otra vez con cócteles hasta las 3.00 AM en su espacio chill out.

O incluso se puede alquilar parte o todo el local para eventos, desde encuentros corporativos a bodas; un reclamo muy buscado por empresas y particulares no solo de Cataluña sino de otras partes de mundo, cuentan desde el área de marketing a Tendenciashoy.

Uno de los grandes atractivos del Pic Nic es su cercanía al mar: basta dar un par de pasos y ya se pisa la arena

Uno de sus puntos magnéticos para esta atracción es la cercanía de Pic Nic al mar: basta salir por la puerta trasera y en menos de tres pasos ya se pisa la arena de la playa de la Balsa Redonda.

La cocina busca una fusión de tradición y modernidad. Foto Alex Froloff

Cocina mediterránea

En un 90% la carta está centrada en pescados, mariscos y arroces; aunque también hay opciones de platos livianos para comer en un sector más informal.

Una opción que permite probar una sintesís de la propuesta creada por Javier Luque y Kata Golodnikova es el Menú Experiencia (45 euros), que introduce unas suaves sardinas frescas con salsa de remolacha, croquetas caseras de pescado y marisco, el atadillo de langostinos con salsa romesco y los mejillones al vapor, que he cambiado por una exquisita tapa de sepia con mantequilla de ají.

El restaurante Pic Nic en los años 70. Foto Pic Nic

De los arroces, elegí el negro de sepia y gambas, cremoso y contundente y que quizás necesiten más de dos personas para vaciar el caldero; pero si no se pueden pedir la paella marinera, los fideos con sepia y gambas o el arroz con pulpito y alcachofa.

Otras opciones de tapeo son el pulpo a la gallega, el ceviche de lubina con un toque de maracuyá, el tataki de atún o los calamares a la plancha o las vieiras con mantequilla ahumada.

¿Más arroces? Pues están el vegano, el de bacalao y zamburiñas, el de cerdo ibérico con trompetas de la muerte o el caldoso de bogavante; entre otros.

Los arroces son su mayor reclamo. Foto Alex Froloff

Los pescados del Pic Nic

Si se trata de pescados, en la carta desfilan el rape con mantequilla, el rodaballo al romesco con almejas y mejillones del Ebro, el suquet de rape o el bacalao confitado.

Pero si alguien tiene el desplante de llegar a un restaurante de este tipo y no quiere (o por ahí no puede) probar frutos de mar, tiene opciones carnívoras como el solomillo o el lomo alto de ternera o la espalda deshuesada de cabrito.

Postres del Pic Nic. Foto Alex Froloff

En los postres, atentos al toque nostálgico del helado de cereza con nubes de fresa y rocas de miel que recuerda a los chuches de la infancia; opción golosa que compite con el cremoso de chocolate blanco o el plátano con helado de caramelo.

La carta de vinos es bastante variada, con DO de diferentes partes de España y por supuesto con el guiño local a la malvasía de Sitges; un vino dulce que sirve como puente para cerrar una escapada a la Blanca Subur.

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