Embarcadero, cocina marinera con vistas al Mediterráneo

Este histórico restaurante de Castelldefels, donde Ferran Adrià debutó en el mundo de la gastronomía, propone viajar por los sabores autóctonos con el acento puesto en los arroces, los pescados y las productos KM 0.

Embarcadero se perfila como una de las mecas del arroz de Castelldefels. Foto Grupo Lancaster

“Ahí estaba el embarcadero. En los años ‘30 atracaban las ‘golondrinas’ que venían desde Barcelona, y todo esto se llenaba de gente que venía a pasar el día. Y donde estamos ahora era un comedero”. Quien habla es Santiago Soteras, presidente ejecutivo del Grupo Soteras, quien con un movimiento de mano señala lugares desaparecidos donde ahora se ven mar y dunas.

En recuerdo de aquel espigón que existía hace un siglo el restaurante del Hotel Playafels lleva el nombre de Embarcadero, local que desde noviembre de 2019 está bajo la batuta del Grupo Lancaster, una de las compañías gastronómicas más importantes de la zona (con los restaurantes Mamut y Casanova Beach Club, además de tres chiringuitos); y que tienen todo armado para que el local sea una de las mecas de la cocina marinera de la playa de Castelldefels, al sur de Barcelona.

Hay que diferenciar el Castelldefels tradicional, tan similar a cualquier localidad del área metropolitana de Barcelona; y la parte costera, donde se concentran casi 300 bares y restaurantes, desde chiringuitos de playa y sencillas pizzerías hasta sofisticados locales que presumen de diseño y otros que apuestan por la tradición y los sabores de la comarca. Embarcadero atraca en esta última línea.

El arroz a banda es uno de los platos estrella. Foto Grupo Lancaster

El recuerdo de un adolescente Ferran Adrià

Además este restaurante es uno de los testigos más importantes de la historia de esta localidad mediterránea.

El padre de Santiago, Jaime Soteras, convirtió el merendero en un hotel que fue ampliando sucesivamente, en una historia con hitos como haber alojado el primer bingo de Cataluña (“venían 700 personas, y quedaban 300 afuera”, precisa el empresario), o haber sido uno de los primeros empleos de Ferran Adrià (“cuando tenía 17 años trabajaba fregando platos, y el jefe de cocina Miquel Moy le tomaba examen de platos y recetas cada día. Ya se notaba que ese adolescente tenía mucho talento e inquietudes”).

Apuesta por productos locales

Tras la ambiciosa remodelación de 2019 y luego del paréntesis forzado de la pandemia, Embarcadero ha consolidado su propuesta con una cocina que homenajea al mar y montaña de la región, como es la apuesta por los arroces. “Junto con otros restaurantes de la ciudad ofrecemos el arroz de denominación de origen Castelldefels”, además de otros productos de kilómetro cero provenientes del Parque Agrario del Baix Llobregat, apunta Marcos Ruiz, uno de los tres dueños del Grupo Lancaster.

Aperol Spritz con las patatas bravas de Embarcadero. Foto Grupo Lancaster

Con 17 años Ferran Adrià estuvo trabajando fregando platos en el Embarcadero de los años 80

Hablando de arroces, vamos a hacer spoiler: probar el arroz a banda debería ser obligatorio al visitar este restaurante, con su toque ligeramente socarrat (capa crujiente cuando se lo cocina a fuego lento), acompañado de sepia y cigalas.

Pero claro que no es el único, también están los arroces negro con calamar y navajas, el meloso de gamba roja o el mar y montaña de arroz dinamita estilo Perelada.

La carta del Embarcadero

La carta de Embarcadero no es muy extensa, algo que se agradece para evitar el innecesario mareo de platos y tapas.

Entre los entrantes, una de las estrellas son las bravas del Embarcadero (ojo, son marca registrada), que parecen milhojas de patatas con dos salsas. También están las rabas de calamar, el cazón en adobo malagueño o unas muy buenas alcachofas crujientes.

Terraza del Embarcadero. Foto Grupo Lancaster

Si se quiere empezar con algo más potente, está la fresca ensaladilla rusa de aguacate, langostinos y mayonesa de lima, el ceviche de corvina, leche de maíz, cilantro y chile dulce, el carpaccio de berenjena encurtida y coles de colores o el sofisticado canelón de gamba estilo thai con curry panang.

Atunes, otros pescados y carnes

Hay un apartado de la carta a tener en cuenta, el 40 Nudos (que es la velocidad de desplazamiento del atún), con platos donde este gigantesco pez es protagonista, como la ensalada César de atún rojo de almadraba, anchoa y picatostes, el carpaccio con vinagreta de jengibre, wakame, granada y ajo tierno, el tartar de almadraba, aguacate y naranja o el tataki de atún del CBC con all i oli gratinado y confitura de tomate.

Ya si se apuesta por platos más contundentes, en el capítulo de pescados de costa se encuentran el rodaballo a la brasa con donostiarra y berenjena ahumada, la lubina frita con tamarindo y láminas de coco tostado, el rape con bearnesa de yuzu y patatas fritas o el fricandó de merluza con setas.

Arroz de mar y montaña. Foto Grupo Lancaster

Pero si se optan por las carnes, las opciones son el solomillo de buey, patatitas al caliu y mantequilla tostada; o el steak tartar de ternera aderezada al gusto del chef (mejor para compartir).

Entre los postres, la ‘obsesión por chocolate’ (con 4 variedades) es una bomba de relojería apta para los muy golosos. Si no, están la tarta de queso casera, la torrija de brioche francés con helado de crema y haba tonka, la crema catalana de maracuyá y fresas especiadas y el tiramisú de cacao y miel de amaretto.

Las bebidas

La carta de vinos tiene más de 70 referencias, con el acento puesto en las DO catalanas pero sin dejar de lado de otras regiones de España o de Europa; a lo que se suman una treintena de cócteles, entre creaciones de autor, los clásicos y varios sin alcohol.

El precio medio de la carta es de 35 euros por persona, sin tener en cuenta las bebidas.

Entre la gran sala y la terraza del Embarcadero pueden entrar hasta 100 comensales, en un local que tiene entre sus valores añadidos más importantes las vistas sobre el Mediterráneo, a pocos metros donde la gente deja pasar las horas entre tapas, arroces, vinos o cócteles.

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