Imaginan que algún establecimiento hotelero en el que nos alojamos uno o varios días nos incorporara a la factura final X euros en concepto de servicio de televisión. Ningún hotelero en su sano juicio se atrevería a realizar tal cargo y ningún viajero normal lo pagaría o, como mínimo, volvería a ese establecimiento. Sin embargo, la incapacidad de adaptación a los tiempos de la industria hotelera sigue viéndose de manera clara en el servicio de la conectividad a Internet.
Al principio de la propagación de esta tecnología, cuando el cable aún era la principal manera de conectar los equipos personales a la red, podía entenderse que el coste de la infraestructura de comunicaciones pudiera repercutirse en parte al cliente. Hoy, cuando la gran cantidad de teléfonos móviles, tabletas u otro tipo de dispositivos portátiles es ya indiscutible, siguen existiendo hoteles que intentan repercutir el coste de la conexión wi-fi a sus clientes. ¡Una verdadera locura!
Sólo los viajeros seremos capaces de cambiar esa inútil y trasnochada tendencia. Tanto da que se viaje por placer que por negocios, la conectividad ya no es un capricho. Si alguien quiere prescindir de ella sólo necesita dejar su dispositivo en la maleta, pero la gran mayoría querrá mantenerse conectada con el mundo, con la información, sus familias, sus intereses…
Deberíamos ser mucho más exigentes con los hoteles. Y dejar claro que una habitación de hotel que no apareje internet gratuito y de calidad es tan tercermundista como aquella que no tiene acondicionada la temperatura o no dispone de agua caliente en el baño. Y, por supuesto, no regresar ni recomendar el lugar.