48 horas en Trieste: la ciudad italiana que no parece Italia

Descubrimos Trieste, una ciudad a orillas del Adriático que, definitivamente, no es como el resto de las ciudades italianas

Francesa, austriaca, italiana… La particular historia de esta localidad situada en el noroeste de la península de la bota, en la costa del Adriático y a pocos km de la frontera con Eslovenia, hace de Trieste una ciudad especial y, sobre todo, totalmente diferente al resto de grandes urbes de Italia.

Y es que Trieste no parece Italia porque antiguamente fue parte de Francia y, durante varios siglos, fue también territorio de Austria, lo que le confiere ese peculiar aspecto de urbe centroeuropea.

La mejor forma de tomar el pulso a Triestre es dirigirse a la céntrica Piazza dell’Unità d’Italia

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Su puerto fue el único que poseía el Imperio austrohúngaro para el comercio marítimo, especialmente para el floreciente negocio del cristal de Bohemia y del café, lo que hizo florecer la ciudad. No fue parte de Italia hasta después de la 1ª Guerra Mundial.

El atardecer en la Piazza dell'UnitaÌ€ d'Italia es todo un espectaÌculo. Foto: AÌngel Bonete.
El atardecer en la Piazza dell’UnitaÌ€ d’Italia es todo un espectaÌculo. Foto: AÌngel Bonete.

Hoy, la forma en que Trieste, capital de la región de Friuli-Venezia Giulia, se presenta a los visitantes es el resultado de la amalgama de diferentes culturas, todas las cuales han dejado su huella en la ciudad y también en sus habitantes.

Una plaza deslumbrante

Para tomar el pulso a la ciudad hay que dirigirse a la céntrica y peatonal Piazza dell’Unità d’Italia, considerada como la más grande de Italia frente al mar y una de las más extensas del mundo.

En ella se encuentran algunos de los monumentales palacios neoclásicos sufragados con las enormes ganancias del puerto, que representan la cara más bella de la ciudad. Es necesario sentarse en alguna de sus terrazas para complacerse del atardecer viendo el Adriático.

El café y el helado son dos de las pasiones de los triestinos (y también de sus visitantes)

A pocos pasos de la Piazza dell’Unità se localiza el Savoia Excelsior Palace, el mejor y más bello hotel de la ciudad. Fue diseñado en 1911 por el arquitecto Ladislaus Fiedler y considerado el hotel más lujoso del Imperio austrohúngaro. No es económico, pero realmente vale la pena entrar y, ya que estamos, aprovechar para tomar algo en el Savoy Lounge by Eataly, uno de los bares más selectos de Trieste con su techo en forma de concha, muebles de diseño e increíbles vistas panorámicas sobre la bahía de la ciudad.

La riqueza de Trieste queda patente en sus antiguos palacios y edificios. Foto: AÌngel Bonete.
La riqueza de Trieste queda patente en sus antiguos palacios y edificios. Foto: AÌngel Bonete.

Arte y gastronomía

En la cercana Via Diaz, el Museo Revoltella, ofrece a los amantes del arte una experiencia única, pues en su parte baja evidencia las antiguas habitaciones y estancias residenciales del barón Pasquale Revoltella, donante del edificio en 1872, y en su parte superior, muestra arte contemporáneo y una terraza con un Café que brinda gratísimas vistas al golfo de Trieste.

La gastronomía triestina, como su cultura, mezcla influencias austriacas, francesas, eslovenas y del norte de Italia

Después de visitar el museo es el momento de tomar fuerzas. Nada mejor que comer en Tavernetta, en Via Madonna del Mare, un sencillo restaurante con solo cinco mesas y un menú escrito a mano diariamente en una pizarra junto a la puerta. Ofrece productos frescos y un servicio familiar y atento.

Además, es la ocasión para probar la gastronomía triestina que muestra la variada influencia de platos y propuestas austriacas, eslovenas y del norte de Italia.

Estatua de James Joyce en la Piazza di S. Antonio Nuovo. Foto: AÌngel Bonete.
Estatua de James Joyce en la Piazza di S. Antonio Nuovo. Foto: AÌngel Bonete.

Sant’Antonio Nuovo

Una buena caminata merece la Piazza di S. Antonio Nuovo, con su coqueta iglesia al fondo. La plaza está dividida en dos por un canal surcado por pequeños barcos. Es un punto de marcha nocturna, con muchos bares de copas, muy visitada por los triestinos, y también por el innumerable número de Erasmus que estudian en la Universidad de Trieste.

Si somos aficionados a la literatura disfrutaremos del itinerario que sigue los pasos de James Joyce y sus lugares favoritos en Trieste

Aquí se encuentra el puente con la estatua del escritor James Joyce –con la que todo el mundo se hace un selfie–, aquel bohemio irlandés italianizado al que los triestinos llamaban ‘Zois’ pasó, desde 1904 a 1920, largas temporadas en la ciudad adriática, a la que consideraba su segunda patria. 

Una cola se observa diariamente en la Strada di Rozzol, 117, donde se halla la Gelateria Udevalla, que invita a disfrutar de los mejores helados de Trieste preparados diariamente por los propietarios con leche fresca y las mejores frutas.

Mercadillo matinal en la Piazza di S. Antonio Nuovo. Foto: AÌngel Bonete.
Mercadillo matinal en la Piazza di S. Antonio Nuovo. Foto: AÌngel Bonete.

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Pasión por el café

El olor inconfundible de la ciudad es el del buen café. Los triestinos tienen una desenfrenada pasión por esta infusión, y es casi una liturgia acudir a saborearlo a las cafeterías históricas de Trieste.

En el número 18 de la Via Battisti está el Antico Caffè San Marco. Inaugurado en 1914, se hizo famoso por los intelectuales y escritores como Italo Svevo, James Joyce y Umberto Saba que solían frecuentarlo.

También merece la pena ir hasta la Via Corso Italia para disfrutar en el Antico Caffè Torinese, fundado en 1919. La decoración interior, obra del ebanista Giuliano Debelli es una rareza y, además, todavía conserva el mostrador original de estilo Liberty y una espectacular lámpara de araña de cristal de la época.

La zona vieja

En la Piazzetta Barbacan luce, desde que fue construido por los romanos en el año 33 a.C., el Arco di Riccardo, que se asoma impertérrito entre los edificios de la zona.

Centro histoÌrico Trieste. Foto: AÌngel Bonete.
Centro histoÌrico Trieste. Foto: AÌngel Bonete.

Esta antigua puerta de entrada de las murallas es uno de los monumentos romanos más importantes de la ciudad.

Al norte de Trieste se halla el Castello di Miramare, que parece sacado de un cuento de hadas y colgado al borde del mar

Si accedemos a las escalinatas que dan paso a la colina de San Giusto, acabaremos en la parte más antigua de Trieste. Hay que darse una vuelta por sus intrincadas y bucólicas calles para desembocar en la Piazza della Cattedrale, donde se hallan los restos de una basílica romana y la bella catedral de San Giusto, que destaca por su gran rosetón y sus mosaicos de los siglos XII y XIII.

En lo más alto de la colina se advierte el Castillo de San Giusto, vieja fortaleza que contiene en su interior un museo con objetos y muebles de los siglos XV y XVI.

El Castello di Miramare parece suspendido sobre el mar. Foto: AÌngel Bonete.
El Castello di Miramare parece suspendido sobre el mar. Foto: AÌngel Bonete.

Fuera de Trieste

Al norte de Trieste se halla el Castello di Miramare, que parece sacado de un cuento de hadas y colgado al borde del mar. Está rodeado por un bello jardín y se puede llegar hasta él en autobús de línea.

La historia del castillo en sí es fascinante, pues fue encargado por el archiduque Maximiliano de Austria, hermano del famoso emperador Francisco José de Austria-Hungría, el difícil marido de la emperatriz Sissi. Inesperadamente coronado emperador de México, nunca llegó a vivir en entre sus torres. El interior y las habitaciones son de un lujo exquisito.

El castillo de Miramare y la Grotta Gigante son las excursiones que complementan a la perfección la escapada a Trieste

El guía explica brevemente la historia del pobre Maximiliano, enviado a México por las potencias europeas para contrarrestar el poderío económico de los Estados Unidos y tristemente fusilado por las tropas leales al presidente Benito Juárez.

Vistas del Castello de  Miramare y sus jardines. Foto: AÌngel Bonete.
Vistas del Castello de  Miramare y sus jardines. Foto: AÌngel Bonete.

Una última pista en la zona conduce a la Grotta Gigante, en el pueblo del mismo nombre y situada a 15 km de Trieste.

Se trata de una impresionante cueva cárstica inmensamente grande -de hecho, incluida en el libro Guinness de los Records-. En su interior con forma de elipse cabría, holgadamente, todo San Pedro del Vaticano.  

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