Fridman pasará (otra vez) la tijera en DIA

Desde Letterone ya piensan en acometer un nuevo ajuste en la cadena de supermercados, pese a que todavía no se ha vendido Clarel ni Max Descuentos

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La cadena de supermercados DIA ha cambiado de manos, pero todavía no ha eliminado sus problemas. El magnate ruso Mikhail Fridman, ahora máximo accionista con un 70% del capital de la compañía, prepara otro plan de ajuste cuando no hace ni un mes que se anunció el cierre de 219 tiendas por falta de compradores y un par desde que se ejecutara un expediente de regulación de empleo que eliminó 1.604 puestos de trabajo. 

Fuentes próximas a Letterone, la sociedad de inversión de Fridman con base en Luxemburgo, confirman a El Economista que toda la red de la compañía está bajo revisión, con el objetivo de ejecutar otro plan de cierres y venta de tiendas que permita rentabilizar el negocio.

La situación es delicada. Pese a las buenas previsiones del informe de la consultora Duff & Phelps, avalado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMVpara autorizar la opa sin umbral mínimo de aceptación, DIA cerró el primer trimestre del año cerró con números rojos por valor de 144 millones de euros. 

Sin noticias de Clarel y Max Descuentos

La cadena de supermercados, para más inri, mantiene a la venta dos de sus activos no estratégicos: las perfumerías Clarel y los establecimientos de distribución para mayoristas Max Descuento. Son dos desinversiones que planeó el equipo de Borja de la Cierva, antiguo consejero delegado, y heredó Fridman, quien vio con buenos ojos la operación.

La primera tuvo unos ingresos de 288,8 millones de euros en 2018, con unas pérdidas de 49 millones; Max Descuento tuvo un volumen de negocio de 95,9 millones y pérdidas por valor de 6,5 millones. Se ha especulado con que casi todos los rivales del mercado se han interesado por ambos negocios, pero lo cierto es que las ventas siguen paralizadas.

Lo mismo ocurrió con las 219 tiendas que se cerrarán. La empresa anunció que existían muchos interesados, pero en medio del juicio del ERE que le enfrontaba con los sindicatos reconoció que la previsión era bajar la persiana de estos establecimientos  —  todavía quedan 50 que están en el aire —  porque no habían interesados. 

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