Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp

La actuación del fondo de inversión estadounidense Carlyle, dirigido en España por Pedro Esteban y con sede en Barcelona, está en el origen de la quiebra del gigante turístico Orizonia. Cuando a finales de 2012 decidió cortar los recursos al conglomerado de sociedades que había comprado en 2006 condenó el proyecto Orizonia a la muerte súbita. Los números propios de los americanos no son, en cambio, tan catastróficos como los de la inversión que ha conducido a la quiebra.

Todo comenzó en julio de 2006. Carlyle adquirió a la familia Fluxà (Iberostar) la práctica totalidad de sus empresas turísticas, muchas de ellas nacidas en 1930. Coincidió con el momento de mayor auge de los fondos de capital riesgo en España. Los estadounidense pagaron entre 800 y 900 millones de euros. Como toda inversión de private equity el objetivo era claro: madurar la empresa, hacerla crecer en valor y desprenderse de la inversión a los cuatro o cinco años obteniendo plusvalías. La exuberancia de los mercados de capitales contribuía a ese negocio.

Inversión inferior a la prevista

Hasta aquí todo correcto. ¿Cuál fue, pues, el problema que ha derivado en una insolvencia como la actual? Carlyle sólo desembolsó 150 millones de euros para la compra. El resto del pago, alrededor de 700 millones, se hizo efectivo mediante endeudamiento bancario. En aquella operación participaron directa e indirectamente 30 bancos entre los que sobresalen Société Générale y Bankia, principalmente. La deuda fue endosada, por supuesto. Las garantías para afrontar esos créditos eran los activos de Orizonia.

Esteban y sus socios se comprometieron a su llegada a invertir 350 millones en la compañía. El objetivo era elevar el valor de cara a una posterior desinversión. Nada más lejos de la realidad. Carlyle sólo ha invertido 150 millones de euros en el desarrollo de Orizonia, según revelan altos empleados del grupo español. Es más, desde que asumió la propiedad, el fondo ha vendido algunos activos del holding como Iberocruceros (50 millones de euros) y compartidos, como Rumbo (35 millones) que poseía con Telefónica al 50%.

Carlyle sí que cobraba

Y aunque no ha conseguido las plusvalías por desinversión, fuentes internas de Orizonia señalan a este medio que el capital riesgo estadounidense percibía cada año 25 millones de euros de Orizonia en concepto de gastos de management. El pago de estas cantidades ha resultado siempre prioritario, según los mismos informantes.

Lo que era una operación redonda para los Fluxá y para Carlyle ha supuesto, al final, una condena para un proyecto empresarial que no ha podido, en plena crisis, asumir la carga financiera impuesta por los nuevos propietarios.

Una empresa en crecimiento

El grupo de empresas de Orizonia (Vibo, Iberojet, Rumbo…) vivía una dulce existencia hasta que los cambios en la propiedad la hicieron sangrar. En los últimos años, la integración de todas sus actividades le concedió una posición cómoda en el mercado de la intermediación turística. En 2010 vendió por importe de 2.500 millones de euros. Fuentes del sector insisten en que la crisis hubiera resultado superable con algún pequeño ajuste de no mediar una deuda viva que ha convertido a los bancos en los nuevos socios de Carlyle por la capitalización de deudas.

Así, los estadounidenses que lidera Pedro Esteban comparten la propiedad con Vista Capital, otra sociedad de capital riesgo de Banco Santander, y con ICG, también del mismo sector. Los tres han decidido dejar caer Orizonia. Hasta tal punto es así que se negaron a realizar un préstamo puente de 5,8 millones de euros a la empresa para abonar las nóminas de febrero, según ha podido saber este medio de fuentes empresariales. De hecho, esa fue una de las peticiones realizadas por Juan José Hidalgo, propietario de la competidora Globalia, que se había mostrado dispuesto a quedarse con el grupo y llegó a inyectar 15 millones de euros mientras la Comisión Nacional de la Competencia (CNC) evaluaba y dictaminaba sobre la viabilidad de la operación. Además, Hidalgo avalaba el crédito puente con activos de su propia empresa.

Un raquítico saldo final

El daguerrotipo final de la historia de Orizonia es un concurso de acreedores que deja a más de 5.000 empleados en una situación de complejo futuro laboral, unos proveedores con 150 millones de euros pendientes de cobro y un sector turístico que pierde uno de sus operadores principales. Desde diciembre pasado, la compañía ha dejado de estar regida por José Duato o Fernando Conte, los históricos directivos de la firma con sede en Palma de Mallorca. Es Pablo Dieguez quien en nombre de Carlyle está adoptado las principales decisiones, como la solicitud del preconcurso de acreedores, explican medios conocedores de lo acontecido.

Carlyle, por su parte, continúa en España como uno de los accionistas de referencia de la empresa catalana de certificación Applus , que compró a Aguas de Barcelona. Una operación que tampoco le permite salir del capital con las plusvalías previstas por quienes diseñaron la operación de compra.

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp