Antón Arias: adiós al presidente políticamente incorrecto

Un año después de su nombramiento, el presidente de la patronal deja un cargo al que nunca tuvo apego, lo que supone una excepción en la CEG

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El jugador de waterpolo no llegó en esta ocasión a la orilla. Antón Arias Díaz-Eimil (A Coruña, 1961) militó en sus tiempos mozos en el Real Canoe Natación Club, en una disciplina que aún practica con amigos y excompañeros. Muy lejos queda todo aquel mundo universitario de Madrid. El presidente de la patronal gallega, justo un año en el cargo, ha demostrado en estos meses que se movía mucho mejor en la piscina que en las procelosas aguas de la Confederación de Empresarios de Galicia. 

Antón Arias llegó a última hora a la presidencia de los empresarios, en una jugada propiciada desde A Coruña que sus socios de Pontevedra y Ourense nunca perdonaron. Habían caído dos presidentes sureños antes. Y también en tiempo récord. Arias aterrizó con el talante de quien no sabe labrarse enemigos, o eso parece, porque resulta difícil arrancar de cualquier interlocutor que le haya tratado otro adjetivo que no sea el de cercano o afable para perfilar su carácter. Pero con ese temperamento no se gobierna esa escuela de deslealtades, cálculos y maniobras en la que se ha convertido la CEG.

Sin deuda y sin estatutos

Arias se va dejando atrás alguna buena obra, como fue la refinanciación de la asfixiante deuda que ahogaba a la patronal, incapaz cuando llegó el coruñés de sanear sus cuentas. Poco importa ya para sus críticos, enfrascados ahora en nuevas conspiraciones de salón. Lo cierto es que los problemas económicos de la CEG son historia, como Arias ahora. Los solucionó en seis meses. Sin embargo, una reforma estatutaria que prometía demasiado acabó bloqueando sus movimientos.

Arias es un sociólogo de formación que en su día se embarcó por obligación en la constructora familiar, de la que hoy también está alejado. Su preparación humanística choca tanto en el mundo empresarial como sus ideas políticas, que no oculta. ¿Errores en su mandato? Pues sí, dos. Y curiosamente ambos tienen mucho más que ver con lo que piensa que con lo que hace o gestiona.

Porque pedir públicamente una subida de los salarios y reconocer que los catalanes tienen derecho, si así lo deciden, para elegir su propio destino, fueron quizá sus grandes pecados en estos meses. Y fueron opiniones no tuvieron nada que ver con la patronal y su crisis, aunque sus enemigos del discurso único lo aprovechasen sin piedad en su contra. Tampoco midió del todo bien sus fuerzas en este tiempo. Todo ello convirtió a Antón Arias en un presidente políticamente incorrecto. Porque incómodo lo fue desde que llegó a la patronal, sobre todo por cómo llegó.

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