Luckia: el empresario que quería ser piloto de carreras

A José González le gustaban más los coches, pero empezó a colocar máquinas en los bares de Ordes cuando vio que estar detrás de la barra no era lo suyo

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Mucho antes de interesarse por las tragaperras, a José González le gustaban sobre todo los coches.  Lector empedernido, probablemente por culpa de un profesor –Mariano del Amo– que le obligó a leer dos veces El Quijote, y líder de un grupo que factura casi 300 millones de euros, el empresario de Xesteda (Cerceda, A Coruña) quería ser piloto de carreras. Con esa pasión se fue a un torneo a Bélgica, donde no pudo participar porque era menor de edad y no llevaba el preceptivo permiso paterno.

A la vuelta de aquel viaje, un tanto asustado por la elevada profesionalización que vio en el circuito automovilístico, pasó unos días con sus primos en París, donde gastó tiempo en una bolera y tuvo su primer contacto con “las maquinitas”, como las definió el empresario este jueves en el Club Financiero Atlántico, en los Desayunos Emprendedores organizados por José Antonio Ferreira Dapía, en colaboración con la Escuela de Finanzas, Bannister Global y Economía Digital.

La primera máquina, una gramola

Tan aparentemente improductivo, el viaje de González fue el principio más remoto de Luckia. A su regreso a Galicia, comenzó a trabajar en el bar familiar en Ordes y se empeñó en colocar una máquina “como la que había visto en Francia”. Hasta no hace tanto todavía se encontraban en los bares en ciudades como Santiago: quería instalar una gramola.

Pero aquella gran operación de José González no era tan sencilla. Encargó la misión a otro conocido empresario del sector del juego, Carlos Vázquez Loureda, que en absoluto veía clara la propuesta de aquel chaval. “Después me dijo que pensaba que no se la iba a pagar”, comentó el presidente de Luckia entre risas.

José González: «A ser empresario se aprende con el tiempo, lo verdaderamente difícil es tener una buena idea»

Vázquez Loureda le pidió un aval de su padre y González no acabó de pagar el aparato hasta el servicio militar, en 30 plazos. En ese bar de Ordes, tras otra derrota, comenzó la verdadera carrera hacia Egasa.

El bar que no podía cerrar

José González compró otra “máquina” al volver de la ‘mili’, pero vio que lo del bar no era lo suyo. Quedó claro en una noche inagotable. Había un par de clientes que no se marchaban. “Si cerraba me querían pegar”. Consumieron poco más que unas tazas de vino, unos ingresos de dos pesetas que ni compensaban los gastos de mantener abierto. Aquello no era futuro.

González cambió de meta y comenzó a instalar máquinas en los bares del entorno de Ordes. “Perdí dinero con las 20 primeras que coloqué. Entendí que tenía que ir a Santiago y A Coruña, porque pensé que era ahí donde estaba el dinero”.

José González, el lector

En ese momento, el camino a seguir se vislumbraba con más claridad. Hizo un curso de contabilidad que organizaba una entidad financiera y también pasó por la popular academia CCC. A pesar de la importancia que otorga a la formación, también entre los empleados que hoy integran Grupo Luckia, sostiene que “el liderazgo se aprende con el tiempo”, igual que a ser empresario, lo verdaderamente difícil es “tener una buena idea”.  

En un momento dorado para el sector,  en el año 2006, Luckia decide vender todas sus inmobiliarias sin saber qué a tiempo abandonaba el ladrillo español

Por eso no ha perdido la costumbre de rastrear revistas y periódicos en su busca, “como el que tiene que mover una montaña de tierra para encontrar una pepita de oro”. Revisa periódicos todos los días, pero sin el metodismo del ávido lector, sino a la manera selectiva de un empresario que debe rentabilizar su tiempo.

La oportunidad…

Con la reforma fiscal de Francisco Fernández Ordóñez, en España hay una tasa al juego, pero no está claro cómo se paga. Según explicó el presidente de Luckia, en la práctica no se aplicaba porque el procedimiento para pagar era confuso. “En esos momentos, y sin pagar impuestos, quiebra la mayor empresa de juego en España”, señaló.

González pensó que en aquella crisis había una oportunidad. Inició su expansión a Vigo, Lugo y Ourense y, tras llevarse algún disgusto –él lo llama “lección”– como el proyecto de un gran bar en Celanova al que prestó un millón de pesetas que nunca volvió a ver, consolidó la base del grupo de 2.500 trabajadores que es a día de hoy Luckia.

… y la suerte

Aunque es el juego el buque insignia de la compañía, lo cierto es que desde que se llamaba Egasa estuvo en importantes proyectos inmobiliarios, con socios de renombre como Arias (actualmente Arias Infraestructuras) o Luis Fernández Somoza, el antiguo propietario de Azkar. En 2006, en un momento dorado para el sector en España, el grupo da un vuelco a su negocio y decide vender todas sus promotoras para invertir en Colombia, Perú y Chile. “En muchos momentos pensamos que era una locura”, reconoció González Fuentes, que no sabía entonces cuan a tiempo había salido del ladrillo español.

Ahora, inaugurado el casino de Arica (Chile) junto a un gran desarrollo urbanístico enfocado al turismo, el Arica City Center, Luckia tiene en perspectiva el mayor proyecto de su historia en la misma región, una inversión de 1.300 millones a 20 años vista. Como hizo con el cambio de marca a Luckia, González globalizó la empresa.

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