Análisis: Atlas del Compromiso

El Atlas provoca un verdadero acto de contrición y, por qué no, de arrepentimiento que implica una declaración de principios sobre la obligación del compromiso empresarial con nuestra tierra, nuestra sociedad y nuestras gentes

Casi el 90% de los participantes en el Atlas Gallego de la Empresa Comprometida tiene código ético y la mayoría exige cumplirlo también a sus proveedores

Casi el 90% de los participantes en el Atlas Gallego de la Empresa Comprometida tiene código ético y la mayoría exige cumplirlo también a sus proveedores

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Pues ocurrió. Una de las noticias más esperada de este ya nacido año 2021 tomó cuerpo y forma, apareciéndose en icónica imagen de dolientes golpes en el pecho. Anhelada, aunque no por ello con muchas esperanzas albergadas, por fin un político de altos vuelos hizo suya la responsabilidad que le correspondía: Boris Johnson asume “toda la responsabilidad” al superar el Reino Unido las 100.000 muertes por este ya cansino Covid-19. Habiendo sido víctima del virus, ahora su comprensión del dolor causado se convierte en flagelante compungimiento con tintes de sincera culpabilidad. Asumo la plena responsabilidad por todo lo que ha hecho el Gobierno”. Bueno, bien, y ahora, ¿qué?

Borish Johnson se prepara para decretar el cierre total de Gran Bretaña durante cuatro semanas./ EFE

Responsabilidad, ¿para qué?

Pues en el caso del sufriente Boris, para reflexionar y reparar y, cómo no, apelar a la unidad de los británicos para superar la crisis”. En definitiva, asumo la responsabilidad, pero, allá, en el fondo del corazoncito, la culpa, en realidad, la tienen todos; y no pasa nada. Olvidada queda ya la falta de información al inicio de la pandemia, la insensibilidad ante la desmesura de la primera ola o la impúdica mezcla de la tragedia de centenares de muertos diarios con la vocación inflexible de irse caprichosamente de Europa. Al modo de aquella pregunta, “Libertad, ¿para qué?”, que realizó Lenin al dirigente socialista Fernando de los Ríos en su visita a la Unión Soviética el año 1920, e iluminados por la luz que emana de las condolencias de Johnson pues también nos cuestionamos: responsabilidad, ¿para qué?

Y para responder a la pregunta, acude al auxilio nuestro inevitable sustrato cultural judeo-cristiano. Siete son los sacramentos en la teología cristiana; en particular, dos se refieren a la curación y que son la Unción de los enfermos (muy al caso, por cierto, en la actualidad) y la Penitencia. Este último, también conocido como sacramento de la reconciliación, de la confesión, del perdón o de la curación, consta de cinco etapas: examen de conciencia, acto de contrición y arrepentimiento, confesión auricular, penitencia y absolución. Como siempre en casi todo en la vida, lo importante está en el medio: el arrepentimiento conlleva el deseo de reparar el daño causado y por ello, como bien indica la prescripción médica, siempre es mejor prevenir que curar. Pero eso sí, no olvidemos que el examen de conciencia resulta absolutamente obligado.

Examen de conciencia gallego

Hace ya algunas semanas, Economía Digital Galicia, la casa que alberga esta aportación, publicó una obra importante y de obligada continuidad: “Atlas Galego da Empresa Comprometida”. Realizada por un equipo comandado por el prestigioso economista Marcelino Fernández Mallo, el impecable trabajo, de inevitable lectura, nos adentra en un terreno todavía no tan explorado conceptualmente dentro de la maraña actual de las temáticas referentes a la responsabilidad empresarial: el compromiso. Escrito en un gallego inmaculado, cierto es que no esperábamos menos de la vertiente literaria de su director técnico, reconocido novelista también en castellano, inolvidable su Pallarega, la obra supone un recorrido fundado sobre la situación de la vertiente social de una sesentena de importantes empresas gallegas.

Con una metodología incuestionablemente rigurosa, dividida en cuatro fases, el atlas no solo presenta un alto valor como herramienta de detección, no supone únicamente un mero examen de conciencia; es más, mucho más, puesto que provoca un verdadero acto de contrición y, por qué no, de arrepentimiento que implica una declaración de principios sobre la obligación del compromiso empresarial con esta nuestra tierra, nuestra sociedad y nuestras gentes. Tenemos empresas responsables, socialmente responsables, sí, y ello resulta muy valioso, sin duda. Pero el trabajo liderado por Marcelino Fernández Mallo lleva impreso el adjetivo de “comprometida”.

Vocación claramente expresada en el texto, este nace “como ferramenta útil para a toma de decisións, tamén axudará á definición dunha política económica en Galicia”. Por ello y en línea con su espíritu, convirtamos el adjetivo en sustantivo y, espoleados por este casi manifiesto editado por Economía Digital, ratifiquemos lo que debiera resultar ya un clamor en nuestra Galicia, yendo más allá del mero lema, con un firme alegato: COMPROMISO.

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