Crónica de una cátedra: cuando la IA dejó de ser ciencia ficción y se subió a un autobús

Lo que está ocurriendo en el mundo del transporte y la logística no es una evolución, es una revolución en la que la IA no es un adorno futurista ni un eslogan para levantar rondas de inversión, es el auténtico motor de cambio

Inauguración de la Cátedra de Inteligencia Artificial aplicada al transporte y la logística, impulsada por la Universidad Carlos III de Madrid y la Empresa Municipal de Transportes (EMT)

Inauguración de la Cátedra de Inteligencia Artificial aplicada al transporte y la logística, impulsada por la Universidad Carlos III de Madrid y la Empresa Municipal de Transportes (EMT)

¡Ey Tecnófilos!, ¿qué está pasando por ahí? Ayer tuve el privilegio – sí, privilegio – de asistir a la inauguración de la Cátedra de Inteligencia Artificial aplicada al transporte y la logística, impulsada por la Universidad Carlos III de Madrid y la Empresa Municipal de Transportes (EMT). Un acto que para muchos podría haber sido simplemente un evento académico más, pero que para mí, como tecnófilo empedernido, fue algo más profundo: una declaración de intenciones. Una señal de que, aunque la batalla contra la tecnofobia no esté ganada, ya no se libra en solitario.

Agradezco sinceramente a la Universidad Carlos III y a la EMT por su invitación, que me honra como ciudadano y como empresario. Me hace sentir que nuestras ideas – las de los que creemos en la tecnología como herramienta transformadora – tienen hueco en las instituciones, y que el mundo académico no sólo está observando el cambio, sino que empieza a pilotarlo.

Porque no nos engañemos: lo que está ocurriendo en el mundo del transporte y la logística no es una evolución. Es una revolución. Y en esa revolución, la IA no es un adorno futurista ni un eslogan para levantar rondas de inversión. Es el auténtico motor del cambio.

Durante la sesión se habló de algoritmos, sensores, plataformas digitales, sostenibilidad, predictibilidad… todo eso que a muchos aún les suena a ciencia ficción, pero que ya está metido hasta las entrañas en las cadenas logísticas más punteras del planeta. No estamos hablando de un futuro hipotético. Estamos describiendo el presente. Uno que avanza a toda velocidad, con o sin nosotros.

Como recordé durante mi intervención, en este sector no caben ya los discursos vacíos ni los powerpoints con cliparts. Hace tiempo que dejamos atrás los tiempos del Excel y el fax. Hoy la diferencia entre una empresa competitiva y una empresa que sobrevive es la capacidad de anticiparse, de entender lo que va a pasar antes de que pase. Y eso, amigos, solo lo puede hacer la Inteligencia Artificial.

En ese sentido, compartí las ocho conclusiones que hemos sintetizado tras años observando, trabajando y combatiendo en el frente de la tecnología aplicada al transporte. Ocho ideas que hoy, más que nunca, deben servir como guía, como hoja de ruta, como faro en medio de la niebla:

  1. La IA no es el futuro: es el presente operativo.
  2. El modelo reactivo está muerto.
  3. Humanos y máquinas: colaboración, no reemplazo.
  4. De la trazabilidad a la inteligibilidad.
  5. Infraestructuras inteligentes o ruina operativa.
  6. Sostenibilidad no como discurso, sino como algoritmo.
  7. Riesgos: decisiones sin ética, datos sin soberanía.
  8. Quien no controle su dato, será controlado.

Todo esto no va solo de software. Va de visión. De liderazgo. De abandonar complejos y entender que la tecnología no es un gasto, sino una inversión estratégica. Como digo siempre: la tecnología es la herramienta más efectiva para hacer a las empresas más competitivas.

Vi en los ojos de muchos asistentes la mezcla exacta entre sorpresa, interés y desafío. Esa chispa que aparece cuando alguien empieza a vislumbrar que el cambio no es sólo posible, sino necesario. Que la transformación digital no se hace para estar a la moda, sino para sobrevivir y liderar. Y que, en esta era, lo que no se digitaliza, se debilita.

También hubo espacio para la reflexión ética, para la prudencia y para recordar que los algoritmos, sin humanidad, pueden ser ciegos. Pero eso no es un problema de la IA. Es un problema de cómo decidimos usarla.

Como nieto de herrero y tecnólogo por vocación, me emociona ver que el martillo ha cambiado de forma, pero no de función: sigue siendo la herramienta para construir un mundo mejor. Hoy el yunque es digital, y el fuego que lo calienta se llama conocimiento.

Gracias, de nuevo, a la Universidad Carlos III y a la EMT. Por abrir este espacio. Por dar voz a los que llevamos décadas empujando desde la trinchera de la tecnología aplicada. Y por recordar que aún hay lugar para la esperanza si decidimos actuar.

Porque al final, como decía Confucio: Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida. Yo elegí la tecnología. Y cada vez que hablo de ella, siento que estoy exactamente donde debo estar.


¡Se me tecnologizan!

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