Transición energética justa y sostenible

Apostemos por la transición energética, pero siempre y cuando aseguremos el suministro y la competitividad, así como la cobertura de las necesidades de las familias y empresas

Sistema fotovoltaico.

Sistema fotovoltaico. Pixabay

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Las previsiones económicas de cara al invierno se vaticinan cada vez más frías, castigadas en gran parte por la escalada de los costes energéticos, especialmente desde la invasión rusa de Ucrania. La coyuntura excepcional en la que nos encontramos demanda medidas extraordinarias que permitan revertir la situación de vulnerabilidad tanto de las empresas como de las familias.

La inflación está impactando de forma negativa en ambos colectivos, con el inconveniente añadido para las compañías de que en la mayoría de los casos no pueden trasladar el incremento sufrido a los precios finales, abocándoles a una situación especialmente complicada.

Sin embargo, esa escalada de la inflación está produciendo al mismo tiempo una recaudación récord de impuestos, por lo que el Ejecutivo debería optar por dedicar los ingresos tributarios extra a dotar de más ayudas a ciudadanos y al tejido productivo, o lo que es lo mismo, a sostener la marcha de la economía y el empleo.

Así, sería recomendable destinar ese mayor margen fiscal a reducir la factura del IRPF, tal y como ya están explorando otros países como Alemania; apostar por dedicar mayores esfuerzos al impulso de la formación de los trabajadores, en especial aquellos que cobran rentas menores, enfocándola a los retos económicos y empresariales de futuro; así como también reducir los costes por la vía de las cotizaciones sociales y acompasar los precios de los contratos públicos.

El Ejecutivo debería optar por dedicar los ingresos tributarios extra a dotar de más ayudas a ciudadanos y al tejido productivo

En el ámbito estrictamente empresarial resulta prioritario actuar sobre los factores que están ejerciendo la actual presión inflacionista y compensar su efecto entre los sectores que más lo están sufriendo, como el del agro y la pesca, pero también el de la industria, por su efecto tractor para las pymes y la calidad del empleo que genera. Se deben buscar soluciones a la escalada de precios energéticos, que está consiguiendo paralizar ya muchas de sus plantas, fundamentalmente electrointensivas y de cogeneración, cuya producción cae ya en este último caso un 60%, pasando de generar el 11% de la electricidad del país a solo un 4%.

En cualquier caso, las medidas destinadas a asegurar el abastecimiento y la disponibilidad energética deben ir acompasadas del cumplimiento de la hoja de ruta marcada por la Unión Europea, o lo que es lo mismo, la transformación de nuestro sistema energético y la apuesta decidida hacia las energías renovables en un espacio de tiempo lo más corto posible.

Es fundamental agilizar esa conversión, especialmente desde las administraciones, apurando la aprobación de proyectos y planes que permitan la instalación de renovables, fundamentales para reducir nuestra huella de carbono para también para generar empleo y riqueza en un sector puntero en Galicia.

Apostemos por la transición energética, pero siempre y cuando -y mientras tanto-, aseguremos el suministro y la competitividad, la cobertura de las necesidades de las familias y empresas. Solo así será justa y sostenible.

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