Casado relaja las batallas de género para marcar distancias con Vox

Mientras Cayetana Álvarez de Toledo elude la etiqueta "feminista", Cuca Gamarra la hace suya y la usa contra la "activista" Irene Montero

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Antes de la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo y el nombramiento de Cuca Gamarra como portavoz del PP en el Congreso, las diputadas populares ya se habían mostrado en polos opuestos sobre ciertos asuntos, aunque siempre de forma diplomática. Quizá el choque más emblemático fue el pasado marzo, cuando Gamarra encabezó la comitiva del PP a la marcha feminista del 8-M, de la que paralelamente Álvarez de Toledo e Isabel Díaz Ayuso se desmarcaron.

La intención del PP de acudir a la manifestación del 8 de marzo abrió una brecha en Génova, puesto que la entonces portavoz, que un año antes se resistió a usar la etiqueta «feminista», plantó a la comitiva y se definió como «feminista amazónica de la escuela de Camille Paglia«. Paglia es una crítica estadounidense que dice ser «feminista postfeminista» y que explica el feminismo moderno como un «cajón de verduras» donde «un montón de hermanas» almacenan sus «neurosis mohosas».

«No hay una ideología machista», aseguró en aquel entonces, en alusión a un sistema que decida que las mujeres se sometan por el hecho de ser mujeres, algo que consideró «especialmente falso» en el caso de España, «uno de los mejores países para nacer mujer». «Por qué tienen que hablar en mi nombre porque yo nací con los mismos órganos que ellas. Tengo más en común, como es evidente, con José Ignacio Echániz (diputado del PP) que con la señora Irene Montero«, zanjó.

«Es el feminismo que reivindico, y cada uno puede ser de lo que quiera», defendió Álvarez de Toledo. Unos meses antes, consultada sobre el mismo tema, decía que se define dentro de «un feminismo amazónico, que no considera que las mujeres nacemos víctimas ni que todos los hombres son agresores por definición y que no le gusta nada que a los hombres los criminalicen por el mero hecho de ser hombres». Fundamentos que ha pregonado también esta semana.

En la entrevista que concedió a El País el pasado fin de semana, y que según ella Pablo Casado consideró como un atentado a su autoridad, Álvarez de Toledo se ratificó: «A mí podrían llamarme dura por defender un feminismo amazónico, antivictimista, y moderada por plantear un Gobierno de concentración. No respondo a esos clichés. Las etiquetas buscan encorsetar a las personas, acentuar sus automatismos, impedir que piensen con libertad, y deben ser desafiadas».

Cayetana enmarca toda esta conversación dentro de una «batalla cultural» y una «deriva reaccionaria» emprendidas «por las élites de izquierdas» y que se expresa en la actualidad «mediante la discriminación, la intolerancia, lo que ahora llaman cancelación». Su opinión, y según ella uno de los asuntos en los que difiere de Casado, es que el PP debía liderar el bando situado a la derecha de esa «batalla cultural» para luchar desde «la razón» contra el supuesto dominio de la «izquierda radical».

Álvarez de Toledo acentuó estas diferencias en la rueda de prensa del lunes en la que confirmó su destitución. «El señor Casado me dejó claro que no le interesa la batalla cultural y para mí sí lo es, profundamente. Por eso he dado la batalla contra el feminismo radical», dijo, animando al PP a «ensanchar sus bases sociales y culturales». «El camino de la batalla cultural permite traer a muchas voces progresistas que empiezan a estar hartas de la espiral identitaria radical», concluyó.

Cuca Gamarra, contra el «feminismo bla bla bla»

Al margen de si Casado está dispuesto a entrar en la batalla cultural, lo cierto es que la forma en que libran esa lucha Gamarra y Álvarez de Toledo es, cuando menos, asimétrica. Pese a que Cayetana no es tan afín a Vox como pretenden sugerir algunos, es cierto que, al menos con respecto al feminismo, su postura es más cercana a la de Santiago Abascal que a la de la nueva portavoz del PP, y en vista de sus propias declaraciones la nueva apuesta supone un giro de Casado.

La exalcaldesa de Logroño, a diferencia de Cayetana, no evita entrar en discusiones sobre el feminismo. Ya cuando de cara al 8-M suscitaron desaveniencias por la participación del PP, Gamarra dio un paso al frente y se dijo feminista: «Yo lo soy, y estoy en política para trabajar en este sentido». «Las cosas van evolucionando y a eso es a lo que responde la decisión de acudir, porque la situación se está polarizando y consideramos que ante esa polarización debemos hacer algo», manifestó.

Es un asunto de enfoque. Mientras su predecesora en el cargo sugería que el error era ceder en discusiones sobre feminismo a convicciones que ella asociaba con la izquierda más «radical», como que el machismo existe y debe ser erradicado, Gamarra apuesta por aceptar algunas de estas reivindicaciones a cambio de participar en los mismos espacios y desmonopolizarlos, llevando a los mismos argumentos y realidades que la izquierda suele pasar por alto.

«Cuando hablamos de igualdad no podemos permitirnos el lujo de dividirnos y ese es el principal motor para estar en la manifestaciones como, de una manera muy personal, han estado cientos de mujeres que representan al PP en las instituciones», decía Gamarra en marzo ante la polémica por el 8-M. Otro líder aupado por Casado esta semana, José Luis Martínez-Almeida, le apoyó entonces: «El feminismo no puede ser excluyente ni sectario, sino que tiene que enriquecer».

Como vicesecretaria general de política social del PP desde julio de 2018 hasta esta semana —cargo que ahora ha asumido Ana Pastor—, Gamarra lideró el sector feminista de la formación y se ha dedicado durante esta legislatura a poner en cuestión el «feminismo bla bla bla» de la ministra Irene Montero, por ejemplo, a quien reprochó el pasado mes de junio que su departamento no hubiese tomado las medidas pertinentes para proteger a las mujeres durante el confinamiento.

En una comparecencia parlamentaria de Montero, Gamarra dijo que parecía más una «activista» que una ministra, por ir a la Cámara baja a hacer un mitin político y desaprovechar la «capacidad» de su Ministerio para «impulsar las políticas necesarias» contra la desigualdad. «Las políticas públicas implementadas no han protegido a las mujeres», criticó, señalando por ejemplo que se destruyó más empleo de mujeres que de hombres y sufrieron más por el reparto de tareas.

«Hay un feminismo de bla bla bla, pero en la realidad no hay un feminismo que se refleje en el BOE, que es el que realmente puede cambiar la vida de las mujeres», dijo en aquella intervención. Ya en marzo pasado, Gamarra había acusado a Montero de estar «más preocupada por el show y el titular» que por el contenido del proyecto de ley de libertad sexual, que el Gobierno retiró hace unas semanas del Congreso precisamente para modificarla tras un aluvión de críticas.

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