Nacimiento y colapso de Ciudadanos en Galicia

Sin discurso ni candidato para Galicia, la formación naranja fue incapaz de rentabilizar el voto televisado de Albert Rivera para crear una estructura territorial sólida

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Las últimas elecciones autonómicas en Galicia depararon una ruptura con la bautizada en su momento como nueva política, dejando fuera del Parlamento tanto a Unidas Podemos como a Ciudadanos, que concurrió tras la negativa de Alberto Núñez Feijóo a integrar las listas de ambos partidos pese a la insistencia de Pablo Casado.

Para la formación morada fue una desagradable sorpresa, que palió de la misma manera que había planteado la campaña, aferrada al Gobierno de coalición en Madrid. Para Ciudadanos, supuso confirmar el declive electoral que forzó la dimisión de Albert Rivera y que pone en duda la continuidad del proyecto, que todavía lidia con la fuga de antiguos cargos y militantes. El último en irse en Galicia ha sido Laureano Bermejo, quien fuera el responsable orgánico del partido en la comunidad durante la etapa de Fran Hervías como secretario de organización. La marcha de Hervías, como con otros tantos cargos en las comunidades autónomas, lo dejó en tierra de nadie, especialmente cuando Inés Arrimadas eligió a Beatriz Pino para liderar la nueva etapa en territorio gallego.

Una paracaidista y una guerra interna en las primeras elecciones

A pesar del varapalo electoral, la vida de Ciudadanos en Galicia no cambió demasiado. En su trayectoria, logró representación en algunos de los principales ayuntamientos, como A Coruña, Pontevedra, Lugo u Ourense, donde es concejal el propio Bermejo. Sin embargo, jamás logró entrar en el Parlamento de Galicia, ni siquiera cuando era una fuerza política clave para la gobernabilidad de España.

En las elecciones de 2016 naufragó con una paracaidista como candidata, Cristina Losada, elegida directamente por el aparato del partido en Madrid y con serias dificultades para expresarse en gallego. Llegó, perdió y se marchó, pero aquellos comicios evidenciaron el control que ejercía la directiva estatal sobre los territorios y que, a la postre, impidió que tuvieran una dinámica propia. El exdiputado Antonio Rodríguez, número uno por A Coruña, fue apartado de la lista provocando una revuelta en al menos media docena de agrupaciones, que rompieron en críticas contra el partido poco antes de las elecciones.

“Ciudadanos, en Galicia, se organizó como una franquicia que estaba controlada desde Madrid. Eso hizo que, cosas que parecía que eran una seña de identidad no se llevaron a cabo. Como primarias o listas abiertas. Había una excesiva dependencia de Madrid y de lo que dictaban los altos cargos y eso hizo que la formación no despegase en la comunidad”, explica un antiguo alto cargo del partido en Galicia que pidió no desvelar su nombre.

“Esa excesiva dependencia de Madrid ha hecho que Ciudadanos no haya apostado por un discurso en clave gallega. Algo que, como hemos visto, tanto en su caso como en el de Vox ha sido penado por el electorado en las últimas elecciones. No entienden bien que la situación de Galicia no puede compararse con la de Cataluña, que usar el gallego no significa ser nacionalista”, insiste.

Por aquel entonces, antes de que Toni Cantó descubriese la imposición lingüística que sufrían los gallegos, Juan Manuel Villegas aleccionaba a los cargos del partido sobre cómo el galleguismo era una forma de nacionalismo como otra cualquiera, para estupor de los presentes, que al más independentista que habían votado nunca era a Manuel Fraga.

El entonces delegado del partido en la comunidad, Juan José Chouza, uno de los ex de UPyD que nutrió las filas de la formación naranja, salió muy tocado de la guerra interna y de los malos resultados electorales. Cuando se armó la nueva cúpula, con Laureano Bermejo y Beatriz Pino como primeros espada, pero también con Olga Louzao o María Vilas, la militancia ya no confiaba en los procesos internos que, a priori, eran seña de identidad de la nueva política y de la regeneración.

El adiós de Albert Rivera hace caer el castillo de naipes

Sin hilvanar discurso para Galicia, sin presencia en el Parlamento, con constantes problemas internos y con el PP de Alberto Núñez Feijóo concentrando el voto de la derecha, hacia donde se escoraba más y más Albert Rivera, llegó la repetición electoral y el hundimiento del partido.

En las elecciones gallegas, aplazadas por la pandemia, a Ciudadanos le quedaba la baza de intentar una integración con el PP a la manera de Navarra Suma. La formación naranja llegó a sacrificar la marca y a pedir solamente un puesto de salida en las listas para Beatriz Pino a cambio de no presentarse, pero los populares gallegos rehusaron todas las ofertas. Los resultados les dieron la razón.

«La historia de Ciudadanos es la historia de Albert Rivera y sin Albert Rivera no hay Ciudadanos, ni antes ni después», decía Juan Carlos Girauta en el programa Salvados sobre la trayectoria del partido. «Aquel proyecto que realmente podía regenerar España y podía hacerse con la presidencia del Gobierno. Aquel proyecto lo mataron, ya está», insistía.

Lo cierto es que en Galicia está en una situación límite. La fuga de miembros, incluidos concejales como Laureano Bermejo o Mónica Martínez, ahora integrada en el Gobierno del PSOE en A Coruña, y la escasa visibilidad del partido por la falta de representación parlamentaria, ponen muy cuesta arriba el trabajo de Beatriz Pino, persona de confianza de Inés Arrimadas y última candidata de Ciudadanos a la Xunta.

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