Errores y oportunidades del soberanismo tras la manifestación en Barcelona

El soberanismo encara el 1-O sin complejos, pero mermado por la utilización de la manifestación contra los atentados y beneficiado por la prudencia de Rajoy

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Estar presente. Buscar todas las excusas y aprovechar el momento. El soberanismo no quiere perder ni una sola oportunidad para difundir el mensaje que le interesa y es que “España”, como un ente político ajeno, ahoga a Cataluña. Ese es un error que se constató con claridad en la manifestación en Barcelona contra los atentados terroristas, justo cuando el presidente catalán Carles Puigdemont encara el referéndum del 1 de octubre.

Todo sirve a la causa, desde la supuesta “marginación” del Gobierno español sobre los Mossos d’Esquadra, hasta la “baja calidad democrática” de España porque la ley no permite que una comunidad autónoma pueda celebrar un referéndum de autodeterminación.

La cuestión es que el proyecto independentista que se ha agarrado a la “determinación” de Puigdemont para celebrar el 1-O, a pesar de las enormes dudas que suscita en su partido, en el Pdecat, y en la propia dirección de ERC, aunque no se admita en el discurso oficial, se ha reforzado con las oportunidades que le ha brindado toda la gestión de los atentados terroristas en Barcelona y Cambrils.

El soberanismo ha aprovechado la manifestación como una previa de la Diada y, encima, se enoja

Ha habido desaciertos en la operación de los Mossos d’Esquadra, como la poca atención a lo que sucedía en Alcanar, con esas explosiones previas a la escabechina en la Rambla de Barcelona. Pero eso dista mucho, para buena parte de la sociedad catalana –como se demostró en la manifestación de este pasado sábado, con proclamas a favor de los Mossos—del trato de algunos medios de comunicación a la policía autonómica, con portadas en las que se quería mostrar al ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, como el único protagonista de toda la operación antiterrorista.

Eso ha generado, entre el movimiento independentista, un orgullo como sociedad, al difundir que Cataluña cuenta con una policía propia que ofrece seguridad, y que no tiene nada que envidiar a otros países, aunque necesite a los servicios de inteligencia de un estado como España, como admitió el propio Puigdemont en una entrevista en El nacional. Esa es una de las oportunidades que explotará el independentismo para defender el referéndum, y movilizar al máximo número de gente de cara al 1-O.

El independentismo saca pecho por la gestión de los Mossos para difundir que Cataluña puede ser un estado

Pero esa idea de sacarse la careta, de desacomplejarse, también le puede pasar factura. En diferentes foros de personas que simpatizan con el soberanismo, la utilización de la manifestación del sábado, con consignas facilitadas por la ANC –presidida por un agitador profesional como Jordi Sànchez–, como si se tratara de una previa de la Diada, ha generado confusión y decepción entre la propia parroquia independentista.

La realidad y la percepción de la realidad es lo que está en juego en Cataluña, y se manifestará en las próximas semanas. Aunque los activistas que apoyan a Puigdemont en las redes han difundido en cada minuto desde los atentados que el Gobierno español se había desentendido, —Eduard Voltas, Toni Soler, David Minoves, entre otros– y que Cataluña había actuado como estado durante unas horas, el propio Puigdemont ha constatado que Mariano Rajoy le llamó de inmediato, y que hubo la máxima colaboración. Sin embargo, eso no cuenta, porque lo que ha trascendido es la propaganda del soberanismo, más hábil, más activo, más atento.

Puigdemont tira de la cuerda, consciente de la prudencia de Rajoy y de su rechazo a llevar las cosas al extremo

El gobierno catalán es plenamente consciente y por ello su responsabilidad es mayor, de que el Ejecutivo que preside Mariano Rajoy no tiene ningún interés en llevar las cosas al extremo. Rajoy deja hacer, colabora con Puigdemont, le pide que deje de lado el referéndum, –como hizo este domingo, restando importancia a los abucheos que recibió en Barcelona, y a los reproches que fueron dirigidos al rey Felipe—pero sigue sin tomar medidas. Por ahora.

Y Puigdemont tira de la cuerda, dispuesto a llegar al 1-O y a forzar una reacción del Estado que le permita, si se considera excesiva, mantener la cara.

Esa es, en realidad, una gran oportunidad del soberanismo tras la manifestación del sábado. Porque se reclama que no se confundan las cosas, y que el pulso político con el Gobierno español se debe mantener, al margen de que haya podido suceder un atentado terrorista, que tampoco se pudo impedir en Londres, París o Bruselas. Sin embargo, y esa la contradicción más flagrante, la ANC y todo el independentismo, no dudó en utilizar la manifestación para recordar que el reto sigue ahí, que antes del 1-O Rajoy deberá actuar si no quiere que se repitan las escenas del 9N, y los medios de comunicación internacionales vuelvan a colocar el foco en el problema político catalán.

Junqueras busca una salida, con reuniones con Roures e Iglesias

Con esa tensión acumulada, que reclama el soberanismo –la necesita de forma permanente—otros actores se preparan. Es el caso de Oriol Junqueras, que ha encontrado a un socio con el que puede llegar a acuerdos fructíferos para las dos partes. Se trata del empresario de la comunicación Jaume Roures, presidente de Mediapro. Tiene buena sintonía. El mismo sábado, tras la manifestación, se reunió en el domicilio particular de Roures en Barcelona con Pablo Iglesias, el líder de Podemos.

Se trata de una relación de futuro, con vistas a un cambio en el gobierno español, y a la gobernabilidad en Cataluña, con un posible apoyo de Els Comuns, el partido de Ada Colau que secunda Iglesias, a Esquerra Republicana.

Lo que deja entrever esa entrevista es que el soberanismo se encamina a unas elecciones autonómicas, en función de lo que ocurra el 1-O. Y que, con una nueva relación de fuerzas, Junqueras insistirá en el camino hacia la independencia, aunque reclame algo de tiempo.

La situación es tan anómala que se considera normal decir que Rajoy o el rey «viajan» a Cataluña

En Cataluña se constata, sin embargo, que quien lidera toda la agenda política es el independentismo, con sus tretas y estrategias, con sus activistas en las redes sociales, con Puigdemont sin nada que perder –asegura que el próximo año, en estas mismas fechas espera disfrutar de unas acogedoras vacaciones con su familia, sin ninguna presión política—y con sus entidades presentes en todos los ámbitos sociales. Eso llega hasta tal punto, que se considera ‘normal’ decir en tertulias y en artículos periodísticos que Rajoy, el rey o Soraya Sáenz de Santamaría «viajan a Cataluña», como si fueran ajenos a una comunidad que tienen la responsabilidad de gobernar, como miembros del Gobierno o como jefes de estado.

El error y la oportunidad del soberanismo, al mismo tiempo, es que se lo juega todo con el referéndum. Y si no se realiza, o resulta un fracaso sonoro, deberá dejar el terreno a una alternativa que deberían protagonizar los partidos constitucionalistas catalanes, aunque todavía no sean del todo conscientes de su responsabilidad.

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