La CUP se abre camino al Congreso gracias a los disturbios

Los cuperos se nutren del votante independentista molesto con ERC y JxCat por la falta de respuesta institucional al Supremo y las cargas policiales

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La sobrecarga de la tensión en las calles de Cataluña puede dar alas a la CUP en su primera participación en unas elecciones generales. Así lo creen sus rivales independentistas y así lo indican las encuestas, que pronostican que los antisistema pueden obtener suficientes votos, parte de ellos a costa de ERC y Junts per Catalunya (JxCat), como para entrar en el Congreso y ejercer de fuerza de bloqueo.

Este lunes, un sondeo de la empresa Gesop para El Periódico y otro de Gad3 para el ABC otorgaban respectivamente cuatro y tres escaños a los cuperos, y en la sala de máquinas de Esquerra admiten abiertamente que si hay una fuerza política que puede salir beneficiada electoralmente por los disturbios, es la CUP.

La sentencia del Tribunal Supremo en la causa del procés, con condenas de prisión para nueve líderes independentistas, es a las expectativas electorales independentistas lo que las bombonas de óxido nitroso para los coches de la saga de Fast and Furious. Más en el caso de ERC, cuyo líder, Oriol Junqueras, encajó la condena más dura, de 13 años de cárcel. Y así se esperaba: el president Quim Torra siempre ha situado la sentencia como el momentum, o impulso, que el independentismo necesitaba para culminar el procés tras haber quedado este bruscamente interrumpido en octubre de 2017.

Pero, llegada esa hora de la verdad, la falta de respuesta institucional unitaria, consecuencia de unas discrepancias tácticas y estratégicas ya imposibles de disimular, y la gestión de la crisis desencadenada por la deriva violenta de las protestas pueden a su vez pasar factura tanto a los de Junqueras como a JxCat.

La CUP, sin las contradicciones de ERC y JxCat

Al fin y al cabo, la CUP es la única de las tres formaciones independentistas presentes en el Parlament de Cataluña que, ante los brotes de violencia callejera de las últimas dos semanas, no tiene que lidiar con una contradicción que en cambio resulta sangrante en el caso de las otras dos, que han hecho llamamientos explícitos a responder a la sentencia a base de movilización permanente y que a la vez integran el mismo gobierno que ha enviado a los Mossos en cuanto la protesta ha subido de tono, así que les toca encajar las críticas contra el desempeño de la policía catalana cada noche que ha habido disturbios.

De hecho, el gobierno de Pedro Sánchez ha mostrado más apoyo a los Mossos que el propio ejecutivo catalán, del que estos dependen. Pero eso no ha bastado para mitigar los reproches lanzados por el separatismo más recalcitrante contra la Generalitat. Y de esa bolsa de independentistas que consideran que a la hora de la verdad el govern Torra da la espalda a la calle es de la que bebe la CUP, que, desde su postura extramuros del Palau de la Generalitat y a falta de responsabilidad alguna de gestión, puede alinearse abiertamente incluso con los manifestantes más violentos sin que por ello se cortocircuite ninguno de sus planteamientos.

La CUP se beneficia además de la desaparición de Front Republicà, la candidatura outsider del independentismo que el 28-A obtuvo más de 113.000 votos que no le sirvieron para conseguir un escaño, así que acabaron cayendo en saco roto. Según el sondeo de Gesop, el 58% de los que votaron hace seis meses a Front Republicà prevé hacerlo dentro de dos domingos por la CUP.

El programa flamígero de la CUP

Los cuperos presentaron este lunes el sucinto y flamígero programa con el que se presentan a las elecciones con la marca CUP-Per la Ruptura, y que deja claro que no están dispuestos ni a bajar el listón de la belicosidad ni a decepcionar a ese catalán dispuesto a que esa «confrontación» por la que abogó Torra en agosto alcance cotas mucho más altas que las planteadas a la práctica por JxCat y el president de la Generalitat. Son apenas siete páginas, pero eso sí, de alta graduación. De hecho, la formación ni siquiera se refiere al documento como a un programa electoral, sino que lo califica de “propuesta de intervención política» contra el Estado español, del que no se pretende «ni su transformación ni su gobernanza» por considerarlo «irreformable».

La CUP advierte que su apuesta, en caso de conseguir representación en las Cortes, no pasará en consecuencia por hacer vida parlamentaria. Los cuperos pretenden reducir a la mínima expresión su participación en debates en el Congreso, y centrar a cambio su actividad “fuera del marco institucional” para dar “apoyo a todos aquellos sectores y movimientos en lucha” y así “extender la rebeldía” y “combatir” un “régimen” que se pretende “impugnar de abajo a arriba” mediante “un proceso destituyente”. Se trata, en fin, de “profundizar en la crisis de un estado que nos niega derechos, libertades y la posibilidad de gobernarnos”.

El planteamiento extremo de la CUP, que es el que avala el independentismo más recalcitrante, implica socavar “de raíz los consensos que sustentan el régimen” del 78, empezando por el de la monarquía, claro, calificada como “la cumbre” de la “estructura de poder corrupta que es “el entramado de intereses políticos, económicos y sociales que conforman el Estado español”. La propuesta electoral de los antisistema aboga por combatir “su monarquía corrupta y todos los aparatos judiciales, militares y de Estado, continuadores del franquismo”, pero también a las empresas del IBEX-35, que completan el combo de intereses que la CUP quiere desterrar al grito de “¡Echemos a la mafia!”. Todo cuanto sea necesario para alegrarle el día a cualquier independentista revolucionario que se precie.

De pesca en el caladero de los comunes

La batalla es también contra la ley de extranjería, el código penal, la Ley de Seguridad Nacional o el sistema penitenciario, considerado “clasista, machista y racista”. Igualmente, se plantea  “la disolución de los principales instrumentos represivos del Estado, empezando por la Audiencia Nacional y todos los cuerpos y las unidades policiales y militares dedicadas a la represión de los pueblos”.

El no programa aboga también por la abolición total de la deuda, la “nacionalización y recuperación de la propiedad y gestión pública de los servicios públicos y de los sectores estratégicos de la economía” y la devolución, por parte de los bancos, de todo el dinero con el que el Estado los rescató. Además, se habla de presentar “combate frontal” contra el artículo 135 de la Constitución, que consagra el precepto de estabilidad presupuestaria, y las leyes que lo desarrollan y, en general, “contra los preceptos constitucionales y legislativos que reducen y limitan la soberanía popular y los derechos sociales, económicos y políticos de los pueblos trabajadores”.

La CUP propone también la disolución de la OTAN, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI) por considerarlas estructuras “contrarias a la soberanía popular” que “imponen” políticas económicas favorables a las multinacionales y a algunos estados y que “promueven la guerra alrededor del mundo”.

Igualmente maximalista es la apuesta por el medio ambiente. Así, para salvar el planeta, se propone que “aplastemos el capitalismo” y apostar en cambio por un modelo económico “ecológico y socialista”.

La CUP también aboga por acabar con los recortes del sistema público, universalizar el derecho al aborto libre y gratuito, combatir la brecha salarial entre hombres y mujeres y que la educación y la sanidad sean al 100% públicas y laicas. Porque se trata de rascar votos a las otras opciones independentistas, pero, si puede ser, también pescar tantos como se pueda en el caladero de los comunes.

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