Puigdemont puede arrebatar la Diputación al PSC (y entregarla a ERC)

Junts per Catalunya firmó un acuerdo con el PSC, pero ERC le ofrece romperlo mediante una carambola con Catalunya en Comú

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Pase lo que pase este miércoles, con o sin acuerdo de última hora con Junts per Catalunya (JxCat), ERC presentará en la votación de investidura de mañana, jueves, a su candidato a presidente de la Diputación de Barcelona. Los republicanos aún confían en un vuelco in extremis de la postura de los posconvergentes que comporte romper el pacto de gobierno que el viernes cerraron con el PSC. Y es la postura de los comunes la que posibilita que Esquerra intente su última maniobra.

¿Por qué? Porque Catalunya en Comú dejó claro el martes que no apoyará ningún pacto que implique a las derechas. Es decir, al PP, Cs o JxCat. Eso significa que los comunes o se abstendrán o votarán a su propio candidato. Y tiene dos consecuencias.

La primera, que ningún candidato sea investido en primera vuelta, para lo que precisaría alcanzar la mayoría absoluta, que en la Diputación está fijada en 26 votos, tres más de los que suman los posconvergentes, que tienen siete asientos en el pleno, tanto con el PSC como con Esquerra, que cuentan con 16 diputados provinciales cada uno.

La segunda, que los comunes no se sumarían a un eventual acuerdo con el PSC y Cs. Ese hipotético y ahora descartado pacto seguiría un esquema similar al que se siguió en la constitución del Ayuntamiento de Barcelona (en la que Ada Colau reeditó alcaldía gracias a su pacto con los socialistas y el apoyo de Manuel Valls, entonces aún socio de Cs), y ha sido uno de los argumentos esgrimidos por JxCat para justificar su decantamiento por los socialistas.

Según el argumentario de los posconvergentes, los 23 diputados provinciales que sumarían si pactaran con Esquerra no serían suficientes si PSC, En Comú Guanyem (la marca provincial de los comunes) y Cs repitieran la operación Barcelona y sumar 25.

ERC escenifica el dilema para JxCat

Pero la presidenta del grupo de Catalunya en Comú Podem en el Parlament, Jéssica Albiach, cerró esa puerta el martes. Y Esquerra se apoya ahora en ella e insiste en escenificar en los téminos más sencillos posibles el dilema para JxCat: este jueves, los posconvergentes tendrán la llave, y podrán escoger entre apoyar a sus socios de govern y contribuir a esa unidad independentista por la que todos claman sin que nunca se haga carne, o bien alinearse con el PSC. O, como lo calificó en RAC-1 este miércoles el presidente del grupo de ERC en el Parlament, Sergi Sabrià, con «el socialismo de [Josep] Borrell».

La apelación al ministro de Exteriores, autentica bestia negra del independentismo, viene además avalada por la coincidencia con el episodio de la vigilancia que su ministerio ha ejercido sobre la actividad de las delegaciones catalanas en el extranjero, desvelada este mismo miércoles por eldiario.es y TV3, y que el independentismo no ha tardado en incorporar al saco de la «represión». 

Así lo ha hecho, sin ir más lejos, el presidente de la Generalitat, Quim Torra, en el Parlament, donde ha metido el «espionaje» en el mismo saco que la personación de la Guardia Civil en sedes de la Generalitat para solicitar más información relacionada con la causa que se sigue en el juzgado 13 de Barcelona sobre el 1-O, la petición de la fiscalía de inhabilitarlo durante un año y ocho meses, el señalamiento del inicio del juicio al mayor Trapero en la Audiencia Nacional o la investigación de la que es objeto la exconsellera Laura Borràs en una causa bajo secreto de sumario.

Para Torra, con los socialistas, como antes con el PP, «la represión no se detiene». Es más, «está llegando a un punto intolerable». «Las cloacas del estado», añadió, «no es que bajen llenas, es que están colapsadas».

El problema del discurso, que además sirve para poner sordina a la bronca con sus socios, es que da argumentos a Esquerra, que en realidad, según explican fuentes de los republicanos, cuenta con la división en el seno de JxCat y con que Torra acabe haciendo un Santa Coloma de Farners, municipio donde el president intervino para revertir in extremis el acuerdo al que había llegado la agrupación local de los posconvergentes con los socialistas y los independendientes.

Aunque en este caso, además de Torra, también podría terciar el mismo Carles Puigdemont, siempre según las cuentas que hacen los republicanos. Al fin y al cabo, en este caso fue el Pdecat, y no el entorno del expresident y de su sucesor al frente de la Generalitat, quien se encargó de negociar el acuerdo con los de Miquel Iceta, y el presidente de la formación heredera de Convergència Democràtica de Catlaunya (CDC), David Bonvehí, quien lo rubricó el viernes por parte de los posconvergentes.

ERC confía en Torra y Puigdemont

Es decir, que Esquerra confía en este caso en que quien acabe decantando la balanza a su favor sea, curiosamente, el sector más inflamado de JxCat, aquel del que hace meses que los de Junqueras están más alejados táctica y estratégicamente.

El encargado de lanzarle ese guante a Torra en sede parlamentaria fue Sabrià, el mismo que, en sus declaraciones públicas —tanto el viernes, en la primera reacción de los republicanos al anuncio del pacto JxCat-PSC, como este mismo miércoles, entrevistado en RAC-1— ha asumido el papel de poli malo en el pulso, mientras el vicepresident y hombre fuerte de Esquerra en el govern, Pere Aragonès, se reserva el de poli bueno.

«Tenemos una manera de fortalecer todas las instituciones del país. Hagámoslo», le reclamó Sabrià a Torra, que reaccionó instando a ERC a que unos y otros admitieran «las contradicciones» en las que han incurrido. «Tenemos que ver qué empezamos a hacer mal después  del 155 para encontrarnos  en esta situación», alegó el president, que remató: «Deberíamos de avanzar juntos en todas partes».

Lo que equivale al discurso que mantiene JxCat: que no basta con hablar  de la Diputación, sino que habría que revertir todos los acuerdos en ayuntamientos en los que uno de los dos socios ha impedido al otro tener la alcaldía pese a ser este último la fuerza más votada. Y, muy especialmente, tres en los que los republicanos han impedido que haya un alcalde posconvergente y que estos consideran de vital importancia: Tàrrega, Figueres y, sobre todo, Sant Cugat.

Pero ERC no está por la labor, e insiste en circunscribir el diálogo (de sordos, por ahora) a la Diputación. Poco antes de interpelar a Torra en el pleno del Parlament, el mismo Sabrià, en un tono mucho más beligerante, acusaba a JxCat en la radio de mentir sin freno y reclamaba a los posconvergentes «un ataque de sensatez». Ataque que esta vez, paradojas tiene la vida, los de Junqueras esperan que provenga del sector que ellos mismos consideran menos sensato: el de Torra y Puigdemont.

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