Rajoy pone fin a su presidencia tras ocho horas de sobremesa

Rajoy, que se niega a dimitir, encaja su derrota final a manos de Sánchez, que aboca a un gobierno del PSOE en manos de Podemos y el independentismo

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A falta solo de la votación que certifique este viernes el fin de la era Mariano Rajoy, Pedro Sánchez ha conseguido lo que quizá ni él esperaba hace una semana, cuando planteó una moción de censura con tanta urgencia que tan siquiera informó de ella a muchos de sus diputados.

Sánchez, si no media sorpresa, será investido presidente dentro de pocas horas para dirigir un ejecutivo que ya venía bautizado: el gobierno Frankenstein, icono del terror, cosido con pedazos del PSOE de la mano de Podemos, Pdecat, ERC y el PNV.

El resultado de la moción se conoció ayer, a primera hora de la tarde, tras días de suspense in crescendo, porque así lo quiso el PNV, que ha acabado cavando la tumba de Rajoy apenas una semana después de haber avalado sus presupuestos. Así es la muerte tantas veces: sobrevenida.

El presidente se fue a comer a un restaurante con sus ministros y prefirió alargar la sobremesa a volver al hemiciclo, que ya no volvió a pisar

A Rajoy le propuso Sánchez, una y otra vez, la opción de dimitir para ahorrarse el mal trago de la censura, cuando aún no estaba confirmado el sentido del voto de los nacionalistas vascos. Y lo desestimó.

Por la tarde, con los votos del PNV ya decantados fatalmente contra el presidente Rajoy, fueron algunos de los dirigentes del PP quienes le plantearon la posibilidad de ceder la Moncloa a otro miembro del partido. También lo rechazó, con el argumento de que nada garantiza que en una eventual investidura no se repitiera el sentido de los votos de la moción de censura.

Un púgil, dos sparrings

Rajoy inició la jornada en el Congreso sometiendo a un arrollador golpeo —ágil, hábil, elegante— a los socialistas. Primero al secretario de Organización socialista, José Luis Ábalos, y después al mismo Sánchez.

Acabada la faena, se fue a comer al restaurante Arahy, a pocos pasos de la Puerta de Alcalá, con sus ministros e inició una memorable sobremesa. Supo que el PNV le iba a mover la silla y que PSOE y podemos asumían comerse con patatas sus presupuestos y ya no volvió al hemiciclo. Entró al Arahy poco después de las 14.00 horas y salió pasadas las 22.00 horas.  

Soraya Saénz de Santamaría junto al escaño que Mariano Rajoy dejó vacío durante la tardeSoraya Sáenz de Santamaría junto al escaño vacío de Mariano Rajoy

Los famosos canelones de ropavieja del Arahy fueron el testigo mudo de la parsimonia de un presidente que dejó su escaño vacío, ocupado a ratos por el bolso de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría.

A los independentistas del Pdecat y ERC, como a todos, la moción los pilló a contrapié, pero acabaron por avalarla

La moción se había planteado como un castigo, a la postre definitivo, al presidente y al gobierno por la corrupción en el PP tras la sentencia del caso Gürtel, pero, en realidad, la crisis catalana ha acabado resultando determinante.

A los independentistas del Pdecat y ERC, como a todos, la moción por la vía rápida de Sánchez los pilló a contrapié, pero acabaron por avalar la censura. Y su decisión acabó animando también la del PNV.

Un gobierno en precario

Las consecuencias del nuevo escenario que empieza a dibujarse tras el inesperado e insólito vuelco que comporta la caída de Rajoy son aún inciertas. Pero, salvo una dimisión de ultimísima hora del presidente caído que, a estas alturas, sería otra sorpresa que añadir al rosario, lo que se perfila es un gobierno socialista en precario.

Con solo 84 diputados, el futuro ejecutivo socialista queda al albur de los intereses, no siempre coincidentes ni entre ellos ni con los de los socialistas, del ramillete de fuerzas que le darán el sí a la moción: Podemos, ERC, Pdecat, PNV, EH Bildu, Compromís y Nueva Canarias.

Sánchez aboga por un gobierno que “recupere la estabilidad institucional”, “aborde las principales urgencias”  y, finalmente, convoque elecciones

Lo más espinoso, tal y como están las cosas, es el apoyo de las fuerzas independentistas catalanas. Pdecat y ERC vendieron su apoyo como “una última oportunidad” y Sánchez optó por hacerles guiños y ofrecerles diálogo. Aseguró que eso no incluye ni revisar decisiones judiciales ni avalar un referéndum sin cabida en la Constitución, con lo que el nuevo choque es una cuestión de tiempo. PP y Ciudadanos no se fían de la palabra de Sánchez. Con esa sospecha iniciará su presidencia.

Sánchez aboga por un gobierno que primero “recupere la estabilidad institucional”, después “aborde las principales urgencias” y, finalmente, convoque elecciones. No puso fecha, pero no hace falta ser el oráculo de Delfos para pronosticar una presidencia azotada por una altísima volatilidad, que no invita precisamente a hacer planes a largo plazo.

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