Rajoy ya se aferra a que el PSOE destituya a Sánchez para gobernar

El líder socialista arremete contra el candidato del PP, y sólo explorará una alternativa tras las elecciones vascas y gallegas, tras las peticiones de los nacionalistas y de Podemos de que construya otro Ejecutivo

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Votación previsible, pero ha llegado. En la primera sesión de investidura, Mariano Rajoy sólo contó con los votos de Ciudadanos y de Coalición Canaria, un total de 170 diputados. El apoyo es importante, pero no llegó a los 176 necesarios para ser presidente. El viernes, en la segunda votación, ocurrirá lo mismo, después de que Rajoy comprobara la posición férrea, dura, castigadora, de Pedro Sánchez. Sólo le queda una posibilidad, y a eso se aferra el candidato del PP: que el PSOE destituya a Sánchez, que le haga dimitir, o que éste dimita, para lograr la abstención de los  socialistas tras las elecciones vascas y gallegas del 25 de septiembre.

¿Existe esa posibilidad real? No por ahora. Sánchez fue contundente al justificar su ‘no’ a Rajoy, utilizando las mismas expresiones que Rajoy empleó para caricaturizar el acuerdo entre Sánchez y Ciudadanos tras las elecciones del 20 de diciembre. Quería Sánchez entrar en ese terreno, y más sólido que en otras ocasiones, más que en la defensa de su propia investidura –frustrada–, el líder del PSOE constató una cuestión esencial en estos momentos: con él al frente, los diputados del PSOE no permitirán a Rajoy ser presidente, ni este miércoles, ni el viernes, ni después de los comicios vascos y gallegos. Fue un claro mensaje, también, a los que dudan dentro de su propio partido.

Comité federal del PSOE a la vista

La inquietud de los dirigentes territoriales del PSOE, sin embargo, no se ha establecido a lo largo de esta semana. Viene provocada por el propio futuro del partido, por el cuestionamiento del liderazgo de Sánchez, pero, principalmente, por la estrategia que se deberá seguir a partir del viernes. Los que han pedido un comité federal, como Fernández Vara, o Ximo Puig, quieren saber qué se hace ahora. ¿Se plantea o no una alternativa a Rajoy, se camina sin remisión a unas terceras elecciones, o se decide una abstención en una segunda intentona del líder del PP tras las vascas y gallegas?

Sánchez guarda silencio. No precisó nada en su intervención y en sus réplicas al discurso de Mariano Rajoy. Sólo su rechazo, vivo, claro, sin matices, a la investidura de Rajoy, pese a los lamentos de Albert Rivera, que insistió en que el PSOE podría tener una gran oportunidad para, junto a Ciudadanos, «condicionar» al gobierno del PP desde el Congreso.

Los ruegos de los nacionalistas a Sánchez

No aludió Sánchez a una posible alternativa, pese a los ruegos, prácticamente, de los nacionalistas catalanes, tanto Joan Tardà, de ERC, como Francesc Homs, del PDC, que comprobó, por primera vez, que quedarse en el grupo mixto sólo le permitió contar con doce minutos de invervención. Los dos le pidieron a Sánchez que busque un camino alternativo, que, por ahora –se vería durante las hipotéticas negociaciones—debería pasar por el reconocimiento de un referéndum pactado en Cataluña de carácter soberanista.

También lo pidió Podemos, y Compromís, –la formación valenciana que dirige Joan Baldoví—reclamando «valentía» a Sánchez. Particularmente insistente fue Pablo Iglesias, no sin reconocer, de forma previa, «la entereza por resistir a las presiones», por parte del secretario general del PSOE. 

Pero le emplazó a buscar a partir del viernes un escenario alternativo, que con los números en la mano sería posible, pero siempre que se contara, por lo menos, con la abstención de Ciudadanos, porque con toda la suma de los nacionalistas no sería suficiente. Quien se escaparía de esa posible suma es el PNV, que advirtió de forma sonora que no quiere saber nada ni del PP ni del PSOE hasta que no conozca qué ocurre el 25 de septiembre en el País Vasco.

De hecho, esa es la clave para desatascar la política española, a no ser que todos hayan decidido ya caminar hacia las terceras elecciones.

La incredulidad de Rajoy

Rajoy constató, una y otra vez, que España necesita un gobierno, que las instituciones europeas necesitan saber qué ocurre en España para poder negociar cómo se ataja el déficit, cómo se puede potenciar el crecimiento, con el riesgo de congelar inversiones o de presentar multas si no se cumple con las condiciones que ha impuesto la Comisión Europea.  Y manifestó que había «entendido» muy claramente el ‘no’ de Sánchez. Y que lamentaba que no se le dejara iniciar la legislatura.

Rajoy sigue pensando que es imposible cualquier alternativa, y que todo pasará por el PSOE, por la asunción de responsabilidades, por la idea de que con Sánchez al frente será imposible, y que, por tanto, lo mejor que le podría ocurrir a España es que los barones socialistas dejaran en la estacada a su actual líder.

Lo que ocurre es que Sánchez también se aferra a una cuestión: dimita él, o tras forzar un comité federal por parte de los barones –con Susana Díaz al frente—le hagan dimitir, ¿quién será el dirigente que se atreva a ser candidato a la secretaría general del partido, en el congreso que se deberá convocar después de este periodo de sesiones de investidura, después de haber decidido abstenerse para permitir a Rajoy ser presidente del Gobierno?

Eso es lo que atenaza al conjunto de dirigentes socialistas. El debate se intensificará a partir del próximo lunes, con las reuniones de las ejecutivas, y con las apariciones públicas de todos los barones.

Cómo se suma una alternativa

Algunos, como el propio Ximo Puig, o Miquel Iceta, reclaman abrir la posibilidad de la alternativa a Rajoy, que sólo se podría construir a partir de los resultados de las elecciones vascas y gallegas. Si el PSOE gallego es capaz de llegar a acuerdos con Podemos o las Mareas, dejando en la oposición a Nuñez Feijóo –si éste pierde la mayoría absoluta—y si el PNV necesita apoyos –el PSOE vasco, aunque también podría ser el PP vasco— Sánchez buscará esa alternativa, a no ser que los dirigentes territoriales ya hayan forzado su dimisión.

Rajoy ni prevé esa posibilidad. Asistió, con más brío, eso sí, que en su discurso de investidura, a la proliferación de argumentos en su contra. Todas las fuerzas políticas, salvo Ciudadanos –que presentó algunos serios reproches—y Coalición Canaria, le negaron el pan y la sal.

Y el viernes se repetirá esa misma imagen. Rajoy, que no quiso aceptar el encargo del rey Felipe tras las elecciones del 20 de diciembre por esa circunstancia –verse castigado y vapuleado—se ha visto ahora en una situación extremadamente incómoda, aunque es cierto que no será investido, pero contará con 170 diputados, lejos de los 131 escaños con los que se presentó Sánchez.

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