Sánchez degrada a Iglesias en su segundo día de presidente

Sánchez se inventa una cuarta vicepresidencia para diluir el papel de Iglesias. Inicia el goteo de ministros del PSOE y comunica a bocajarro los de Podemos

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Un abrazo el día que cerraron el preacuerdo de gobierno de PSOE y Podemos. Otro abrazo durante la sesión de investidura. Y unas lágrimas del vicepresidente in pectore tras culminar con éxito la mencionada sesión en el Congreso. Hasta aquí la fraternidad y las maravillosas emociones de los socios de coalición. Hasta aquí porque el presidente Pedro Sánchez ha tardado solo dos días en abrir las hostilidades contra Pablo Iglesias desde su elección.

Sánchez tenía preparada su particular venganza contra Iglesias por haber filtrado los nombres de los ministros de Podemos. El mismo martes, completada su investidura, ya sorprendió aplazando el anuncio de su nuevo gobierno, contrariando así la inminencia que habían difundido los fontaneros del PSOE. Con la demora, el presidente se dio unos días para varias cosas, entre otras, para deleitarse con el goteo de ministros, siguiendo la misma estrategia empleada en 2018.

El presidente fue implacable con Iglesias, quien aspira a figurar ante la sociedad como el número dos del Gobierno. Sánchez aspira exactamente a lo contrario, a diluir su perfil en el Ejecutivo. Así que este miércoles, Sánchez se sacó de la chistera una cuarta vicepresidencia en contra de lo que había filtrado hasta ahora (tres vicepresidencias, una de ellas para Iglesias y las otras dos, en manos del PSOE, para Carmen Calvo y Nadia Calviño). Que sean cuatro: otra para Teresa Ribera (también PSOE).

Y de un plumazo, el presidente desdibujó el peso de su principal socio aun a costa de diseñar un insólito gobierno de cuatro vicepresidentes. Previendo las críticas, los comunicólogos de Moncloa se encargaron de ensalzar el hito que significa el nuevo diseño gubernamental: tres vicepresidencias en manos de tres mujeres. (¿Por qué no cinco?)

Sánchez y las tragaderas de Podemos

El anuncio de la cuarta vicepresidencia puso a prueba las tragaderas de Iglesias y de Podemos. No hubo problema por el momento: los socios evitaron polemizar en público a pesar de que desconocían los planes de Sánchez. E incluso desearon suerte a Ribera, a quien se le ha encomendado, nada más y nada menos, que la misión de luchar contra el cambio climático.

Tan fuerte se sentía el presidente para desenvolverse a su gusto que primero ordenó a sus fontaneros de Moncloa filtrar de forma oficial lo ya sabido, es decir, los cinco ministros de Podemos ya conocidos (Pablo Iglesias, Irene Montero, Yolanda Díaz, Alberto Garzón y Manuel Castells). Todos ellos se anunciaron a bocajarro y mezclados con la sorpresa de la vicepresidenta Ribera. Al cabo de unas horas, el presidente también filtró que María Jesús Montero sería la nueva portavoz del Gobierno sin perder la cartera de Hacienda.

La anécdota de un exministro de Rajoy

Las formas de Sánchez no pueden ser más distintas que las de Mariano Rajoy. Sepan, si no, esta anécdota que explica un exministro del PP: «Me llamó Rajoy y me preguntó si estaba dispuesto a ser ministro. Ni siquiera me concretó la cartera. Le dije que sí, que yo estaba a su disposición si pensaba que era la persona adecuada. Me anunció entonces el ministerio que había pensado para mí y me pidió a continuación solo una cosa: no se lo digas a nadie, si acaso a tu mujer, porque quiero decírselo al Rey sin que antes se haya enterado por la prensa».

Sánchez, en cambio, prevé citarse con el Rey este domingo para charlar sobre lo que Felipe VI ya ha leído. Aunque el presidente del Gobierno seguro que se reserva alguna sorpresa para el momento, ya que su intención es mantener la expectativa mediática hasta que acabe la semana.

Será el lunes cuando los ministros, al menos 20, tomen posesión del cargo y se produzcan las fotos de traspasos de carteras. Más abrazos. A partir de ahí, todos ellos tomarán sus posiciones y se pondrá a prueba la coherencia y solidez de la inédita coalición.

Sánchez y sus equilibrios

También se pondrá en marcha la cuenta atrás para la puesta en marcha de la mesa de diálogo de Gobierno y Generalitat. Habían elementos que la podían hacer descarrilar antes de tiempo: uno de ellos, el de la decisión del Supremo de mantener a Junqueras en prisión e impedir que tome posesión de su acta como eurodiputado no ha hecho temblar nada. ERC protestó, anunció un recurso de súplica al Supremo pero no amenazó con excentricidades: «La decisión de abrir las prisiones… en un minuto las volverían a cerrar y lo haría el mismo Supremo, si no los Mossos d’Esquadra que están en la puerta», dijo el vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès.

Falta otro elemento: el Supremo también se debe pronunciar sobre la inhabilitación de Torra como diputado. Sánchez se apresuró a descolgar el teléfono antes de conocerse la decisión del Supremo y tan siquiera comentó el asunto, como si no fuera ni con él ni con las instituciones del Estado. Es el momento, piensa el presidente, de mantener los equilibrios con los independentistas, al menos mientras no tenga presupuestos.

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