Sánchez se presta a lanzar la campaña de Junts per Catalunya

El gobierno del PSOE y de Podemos se parapeta en la retórica del diálogo para mantener en pie la cita de Sánchez con Torra pese a su anuncio electoral

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Pedro Sánchez ha decidido ser un protagonista más de la Cataluña procesista, esa inagotable fábrica de I+D+i político que no produce avance de autogobierno alguno para sus ciudadanos pero que siempre sorprende con sus artefactos.

Quim Torra se ganó este miércoles el derecho a ser reconocido en la fábrica con una alocución rocambolesca. Anunció elecciones sin poner fecha; solemnizó que la aprobación de ley de presupuestos de la Generalitat, prevista para el 18 de marzo, cerrará la legislatura (cuando lo normal es que las cuentas públicas abran los mandatos y no que los clausuren, y cuando lo normal es no hipotecar al gobierno entrante de unas elecciones). Y todo ello manteniendo en pie su reunión con Sánchez la semana que viene, a pesar de que, según dijo Torra, «la legislatura no tiene más recorrido».

Un último detalle: ya hay elecciones a la vista pero su formación, Junts per Catalunya (JxCat), no tiene candidato para la contienda electoral. Sea como fuere, Torra tomó el testigo de Artur Mas, el primer gran inventor de la fábrica soberanista, el que ingenió el anuncio electoral a largo plazo cuando comunicó un 14 de enero de 2015 que habría urnas el 27 de septiembre de 2015, dando lugar a una precampaña de ocho meses.

El nombre de Mas no puede pasar por alto porque dentro de un mes, el 23 de febrero, ya no pesará sobre él la condena de inhabilitación para cargo público y su nombre está en las quinielas de candidatos de JxCat, aunque con menos opciones que otros como el de Laura Borràs, Jordi Puigneró y Damià Calvet.

El PSOE y la coordinación con ERC

El hecho es que Torra se cobró con su anuncio una extraña venganza sobre ERC después de sufrir, a manos del presidente del Parlament, el republicano Roger Torrent, la pérdida de su condición de diputado. Extraña porque Esquerra se mostró encantada con los planes de Torra, los cuales asumió como propios. «Queríamos presupuestos y habrá presupuestos. Queríamos mantener el diálogo con el Gobierno y lo habrá. Queríamos elecciones este año y también las habrá», comentaron voces de ERC.

El Gobierno del PSOE y de Podemos, en perfecta coordinación con ERC, evitó amortajar a Torra pese a la evidencia de que ya es un interlocutor sin recorrido y pese a que el todavía presidente de la Generalitat planea una reunión con Sánchez llena de trampas.

Véase, si no, el menú que ha preparado a Sánchez para su visita: «Quiero comprobar si el Gobierno tiene voluntad de poner fin a la represión y con ese objetivo que me reuniré con el presidente del Gobierno»; «el Estado no ha dejado de ser autoritario y represor»; «tengo la determinación de explorar una negociación que aborde el conflicto político de nuestro país ante la negativa del Estado al derecho de la autodeterminación».

Con esa agenda se encontrará en Barcelona el presidente del Gobierno, convertido desde ya en el primer señuelo de la campaña de Junts per Catalunya, que, entre otras cosas, está decidida a desfigurar la utilidad de la relación política con Sánchez.

Los cálculos de Sánchez

Pero el presidente del Gobierno lo ve de otra forma. Ha decidido parapetarse en la retórica del diálogo y en eso están sus 22 ministros. De Carmen Calvo a José Luis Ábalos. De Pablo Iglesias a María Jesús Montero. «Hay que reunirse con las personas que representan legítimamente las instituciones, ya sea Torra en Cataluña o Moreno Bonilla en Andalucía», dijo la portavoz del Gobierno.

Todo sea por el diálogo y por no desviarse del guion trazado de la mano de ERC. El problema es que la bandera del diálogo no resuelve las dificultades del calendario, que puede envenenarse perfectamente para Sánchez porque la campaña electoral en Cataluña (lo lógico es situarla en el mes de mayo, es decir, dos meses después de la aprobación de los presupuestos) podría solaparse con la votación en el Congreso de los presupuestos generales (junio) y, así, alejar el apoyo de Esquerra. 

Pero Junts per Catalunya también tiene sus propias dificultades. En su caso están relacionadas con la inhabilitación como presidente de la Generalitat que pende del Tribunal Supremo. Si el alto tribunal resuelve por la vía rápida, Torra no tendría más opción que concretar una fecha electoral que ha guardado como la última baza de su agonizante presidencia.

 

 

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