Turull se conjura contra su gafe: quedarse a las puertas del gran cargo

Turull encara una eventual investidura como presidente de la Generalitat con plomo en las alas: está imputado y la CUP no le quiere

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Después de fracasar con Carles Puigdemont y Jordi Sánchez, Junts per Catalunya pone ahora sobre la mesa la investidura de Jordi Turull, su plan C, pese a que nadie descarta que escondan en la manga un plan D. En política, Turull está gafado. Muy a menudo se ha quedado a las puertas de la gloria.

Turull aspiraba a suceder a Oriol Pujol como secretario general de Convergència (CDC) en 2013, cuando el hijo del patriarca dimitió después de ser imputado por el caso ITV. Entonces la dirección del partido prefirió nombrar al tándem Josep Rull y Lluís Corominas.

Turull se quedó a un paso de sustituir a Oriol Pujol como secretario general de CDC

Tres años después, Turull era el candidato de Artur Mas para ocupar la secretaria general del refundado Pdecat, pero los militantes optaron por otro tándem, el de Marta Pascal y David Bonvehí. Nunca consiguió escalar hasta la cúspide de su partido. Siempre se quedó por el camino.

Su nombre también sonó repetidamente para consejero de la Generalitat y, cuando finalmente le nombraron titular de Presidencia y portavoz del gobierno Puigdemont, tan sólo se mantuvo tres meses en el cargo.

Fue fulminado el 28 de octubre pasado por la aplicación del artículo 155. Cinco días después, ingresó en la prisión de Estremera (Madrid). Se pasó un mes y dos días entre rejas. Consiguió la libertad provisional tras depositar una fianza de 100.000 euros.

El paso al lado de Puigdemont

Para conseguir la investidura, será necesario que Carles Puigdemont y Toni Comín den un paso al lado y renuncien a sus actas de diputado. Los dos continúan huidos en Bélgica y no se les permite votar por delegación. Ahora estos dos votos serían imprescindibles después de que la CUP haya ratificado este martes que sus cuatro diputados se abstendrían en una investidura de Turull.

Para los anticapitalistas, la investidura de Turull equivaldría a tragarse un sapo. Le consideran heredero de los males de la vieja Convergència. Y no les falta razón. Se inició en política como concejal. Fue cabeza de lista de la extinta CiU en tres elecciones municipales (1991, 1995 y 1999) en Parets del Vallès, pero nunca conquistó la alcaldía. Entonces empezó a labrarse su fama de cenizo. Sin embargo, el gobierno de Jordi Pujol le premió con la dirección general del Instituto Catalán del Voluntariado (1996-1999).

El caso Palau retrata a Jordi Turull por negar la financiación ilegal

Turull dejó el gobierno de Pujol para ser gerente del Ayuntamiento de Sant Cugat (1999-2003) con el alcalde Lluís Recoder, que después llegaría a consejero de obras públicas de Mas. La sentencia del caso Palau recuerda que en 2002 se adjudicó la construcción del pabellón polideportivo municipal a Ferrovial por 4,1 millones de euros. Fèlix Millet fue el encargado de exigir el pago de la comisión. Diversos medios han recordado que Turull formó parte de la mesa de contratación municipal.

Precisamente, Mas confió a Turull el papel de portavoz de CiU en la comisión parlamentaria de investigación del caso Palau, que se desarrolló entre 2010 y 2011. El resto de grupos le acusaron de actuar como abogado de defensor de Convergència.

En realidad, es abogado de profesión y actuó como tal. Negó con rotundidad que su partido se financiara con comisiones ilegales de Ferrovial a través del Palau de la Música. Sin embargo, la sentencia judicial dictada el pasado enero confirmó las mordidas.

Su papel memorable como defensor en la comisión del caso Palau le valió el ascenso a portavoz parlamentario de su grupo en las legislaturas posteriores. Finalmente, Puigdemont le nombró consejero. Nunca se arrugó. Sustituyó a Neus Munté cuando a esta le entró el temblor de piernas. Fue el portavoz del gobierno en el referéndum del 1 de octubre. Por eso acabó en la cárcel.

Su imputación judicial siembra dudas sobre sus opciones para presidir la Generalitat. Se arriesga a una inhabilitación. De producirse, el gafe le pillaría de nuevo.

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