El soberanismo admite el engaño y acepta la nueva fase autonomista

El soberanismo admite que no había nada preparado para proclamar la república y tanto el Pdecat como ERC se preparan para gobernar en clave autonomista

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Cantaba María Jiménez: ¡Se acabó! Eso es lo que ha admitido el soberanismo, que engañó a los suyos, que no había nada preparado para sustentar la proclamación de la república catalana, y que ahora entrará en una nueva senda, la vieja, la de buscar el gobierno de la Generalitat autonómica, aunque no renuncie al proyecto independentista a medio y largo plazo.

Lo ha desgranado el exconsejero de Empresa, Santi Vila, que renunció a su cargo en el último minuto, antes de que se produjera la votación en el Parlament a favor de la proclamación de la república catalana, dentro de una resolución en la que se instaba al gobierno catalán a aplicar la ley de transitoriedad jurídica, que ponía en marcha la república. Pero eso no se ha quedado en un dirigente que abandona el barco. El portavoz de Esquerra Republicana, Sergi Sabrià, admitía este lunes que el Govern no estaba preparado, aunque con un argumento alambicado: “no estaba preparado ante un Estado autoritario y sin límites a la hora de aplicar represión y violencia”. Es decir, ¿se anticipó el Govern al prever violencia en las calles y por eso lo paralizó todo? ¿Pero qué podía paralizar, si no había nada preparado?

Desde Bruselas ha defendido las mismas tesis la exconsejera de Enseñanza, Clara Ponsatí, al insistir en que, realmente “no se estaba preparado para dar continuidad a lo que decidió el pueblo de Cataluña el 1 de octubre”, admitiendo que esa circunstancia fue “un error”.

Los exconsejeros de Puigdemont, y él mismo, admiten que no había nada preparado, que fue un farol

También el propio Carles Puigdemont, en una entrevista en el diario belga Le Soir considera que la independencia no debe ser el único fin, y que se pueden encontrar otras fórmulas, y que, en todo caso, esa apuesta por la independencia comenzó a crecer con el proyecto político de José María Aznar, y la sentencia del Estatut, por parte del Tribunal Constitucional en 2010.

Lo que vive el soberanismo en su conjunto es un proceso profundo de desorientación, al comprobar, que, por primera vez en los últimos cinco años, el relato ya no es su especialidad. No hay relato para explicar lo sucedido entre el referéndum del 1 de octubre, que, pese a los excesos de algunas cargas policiales, no obtuvo reconocimiento por parte de las instituciones europeas, y la actual situación, con consejeros en prisión, y otros instalados en Bruselas.

Llegados a este punto, el independentismo que ha representado Esquerra Republicana ha decidido dar un paso al frente, tímido todavía, pero preciso: el objetivo es gobernar la Generalitat y ampliar la base social del soberanismo, con acuerdos con fuerzas como Catalunya en Comú, de Ada Colau, que se deja querer y toma decisiones en esa línea como romper el acuerdo con el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona con la excusa de que los socialistas defienden el 155 de la Constitución.

Esquerra quiere gobernar y ensanchar la base social del independentismo, y ya no se pone fechas límite

El hombre que utiliza Esquerra para esos sondeos es Joan Tardà, el diputado en el Congreso que es capaz, ahora, de rectificar y asegurar que el independentismo se ha equivocado al dejar de lado la senyera y abrazarse únicamente a la estelada, dejando a muchos catalanes por el camino.

En la práctica, por tanto, se trata de volver a estimar la senyera, y, sin renunciar a la independencia, demostrar que Esquerra puede gobernar la Generalitat. Para ello, Oriol Junqueras, flanqueado por Marta Rovira, no ha dudado en incluir a independientes en su lista y a candidatos como José Rodríguez, un empleado de la UGT, muy activo en redes sociales, que persigue esa idea de ampliar el espectro independentista. El propio portavoz de ERC, Sergi Sabrià, aseguraba que esta vez no se fijarán nuevos plazos para alcanzar la independencia.

En el otro campo, la posición es similar, pero se reviste de mayor épica, porque se quiere contar con el presidente Puigdemont. El Pdecat, que quería llegar a las elecciones y ofrecer a la ciudadanía una lista propia, para recuperar el espacio ideológico, aunque fuera como tercera o cuarta fuerza política en la cámara parlamentaria, ha encontrado una fórmula que contenta a todos: la candidatura se llamará Junts per Catalunya, porque así lo desea Puigdemont, con el ánimo de que aparezca como algo más amplio, transversal, aunque se base en las estructuras partidistas del Pdecat.

La voluntad es incorporar a Jordi Sànchez y a Jordi Cuixart, los dos líderes de la ANC y Òmnium Cultural, y competir con más capacidad con Oriol Junqueras, el candidato de ERC, a la espera de que salga de prisión cuando el Tribunal Supremo acumule toda la causa por los delitos de rebelión, sedición y malversación.

Ahora se comprueba que la entidades soberanistas no pueden acelerar si los partidos deciden pasar página

Esa apuesta política se basa también en una estratégia judicial, lo que se ha denominado como ‘doctrina’ Forcadell, y es que la presidenta del Parlament acató la Constitución y el 155 en su declaración en el Tribunal Supremo, pero, principalmente, se comprometió a renunciar al proyecto independentista con vías unilaterales.

Ahora se ha conocido, precisamente, que las defensas de los miembros de la Mesa del Parlament, encausados por los delitos de rebelión y sedición se han centrado en demostrar que todo lo que se aprobó en el Parlament el pasado 27 de septiembre, incluida esa proclamación de la república catalana, no tenía “efectos jurídicos”. Como esa proclamación formaba parte del preámbulo, se entiende que no se podía considerar como algo tangible o sujeto a una reclamación judicial posterior. Fue, precisamente, la secretaria primera de la Mesa, la republicana Anna Simó, la que pidió que constara en acta, de forma específica, que esas resoluciones no tuvieran efectos jurídicos.

Con todos estos elementos, con el soberanismo en retirada respecto a sus objetivos de máximos, lo que queda ahora pendiente es conocer cómo el independentismo reaccionará electoralmente. Activistas como Pere Pugés, un veterano político de la izquierda catalana, cofundador de la ANC, siguen plantando cara, e insisten en recoger firmas para lograr una candidatura de electores.

Pero los partidos, y ahora se demuestra toda su influencia en las entidades soberanistas, han decidido pasar página, porque sus objetivos políticos quedan lejos, y porque las consecuencias judiciales pueden ser –serán en los casos en curso– muy elevadas. 

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