La unilateralidad de Torra sitúa el govern al borde de la ruptura

Crisis aguda en la Generalitat por la propuesta del president de ejercer la autodeterminación esta legislatura, lanzada a espaldas de sus consellers

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La tortuosa trayectoria del gobierno de coalición de Junts per Catalunya y ERC y que preside Quim Torra se vio sacudida este jueves por una nueva crisis, o mejor dicho, una vieja que se ha vuelto a reabrir, como una herida mal cicatrizada. En un momento que se suponía estratégicamente clave, además. Aquel en el que los partidos independentistas, al menos los dos que integran el govern, tenían el reto de consensuar una respuesta institucional a la sentencia del Tribunal Supremo que volviera a unir al soberanismo.

Ante la manifiesta incapacidad de los socios para ponerse de acuerdo en la naturaleza de esa respuesta, el president optó por asumir el liderazgo y lanzar su propia propuesta, a espaldas de todos. Y lo único que consiguió fue infectar la herida.

Torra había anunciado meses atrás una réplica al Supremo basada en el derecho de autodeterminación. Y cuando se descartó que JxCat y Esquerra presentaran al Parlament una propuesta de resolución conjunta y, en consecuencia, el pleno sobre la sentencia pasó a limitarse a una declaración del president, este, emperrado en esa apuesta por la desobediencia institucional que pare él es una cuestión personal y en en la que no consigue que le siga su gobierno, optó por coger el toro por los cuernos.

El desconcierto que provocó en sus propias filas fue mayúsculo, hasta el punto de que la continuidad del govern parece ahora más cogida con pinzas que nunca. Y eso es mucho decir. 

Torra inició su discurso con la palabra «honestidad». «El día que, para hacer aquello que quiero, tenga que dejar de ser honesto, ese día no podré continuar. El día que no pueda explicarmecon sinceridad al pueblo de Cataluña, ese día no podré continuar», dijo.

El president asumió que, ante la falta de acuerdo, tenía que cumplir con su compromiso, ese que puso sobre la mesa ya en su investidura cuando habló de que la legislatura iría «de la restitución a la constitución», así que planteó «volver a ejercer la autodeterminación» antes de acabar la legislatura. Esa es su apuesta, y ahora serán los partidos los que tengan que vehicularla. 

La propuesta suponía además una provocación a Pedro Sánchez, que no deja de advertir que no descarta ningún escenario en Cataluña, intervención incluida. Y también al Constitucional porque dijo Torra que la base para impulsar esa nueva cuenta atrás independentista podía ser el «acuerdo nacional» por el que se abogaba en una resolución aprobada por el Parlament en septiembre (precisamente una de las suspendidas esta misma semana por el TC).

Y todo ello apenas unas horas después de recibir una advertencia del TC respecto a los riesgos de no acatar la suspensión podía incurrir en un delito de desobediencia. Torra, desafiante, blandió el aviso durante su intervención.

Torra, solo

Pero lo que vino a continuación evidenció, sin embargo, que la propuesta de Torra tenía los pies de barro, y que el president está más solo que nunca. La oposición en pleno le pidió que dimitiera, incluidos los comunes, los únicos con los que hasta ahora podía contar para aprobar los presupuestos del año que viene, esos que en su intervención consideró «el motor» que haría posible la nueva hoja de ruta planteada.

Y lo peor no fue eso, sino que el presidente del grupo de ERC en el Parlament, Sergi Sabrià, no se molestó en disimular ni poner paños calientes, y cuando llegó su turno dejó claro que no tenía ninguna noticia de las intenciones de Torra y que los suyos no están por la labor de amagar de nuevo con la autodeterminación a corto plazo.

La iniciativa unilateral se revelaba así como el enésimo error de cálculo de un president al que le pesa como una losa su inexperiencia política, y que, actuando por su cuenta y riesgo, acababa de convertir el pleno de réplica al Supremo en una nueva exhibición pública de la descomposición de su gobierno. Los titulares del día ya no iban a ir de respuesta alguna al Supremo, sino del enésimo choque interno de un ejecutivo que hace ya mucho que solo se sostiene a cuchilladas.

Amenaza de tormenta electoral

Tras el pleno, hubo reunión de urgencia entre Torra; el vicepresidente y hombre fuerte de ERC Pere Aragonès, que la solicitó para trasladarse su «incomodidad» por la situación, y la portavoz y consellera de Presidencia, Meritxell Budó, a la que el president dejó en evidencia porque el martes había asegurado en rueda de prensa que la comparecencia sería consensuada por todo el govern.

Después, los que se reunieron fueron los consellers y el grupo parlamentario de Esquerra, en modo alerta roja y que tras el gabinete de crisis no quiso dar explicaciones. Y hasta JxCat, pese a quitar hierro a la situación, admitió que solicitará un encuentro con Torra para clarificar la situación.

El cisma se encabalgaba además con el incendio en las calles de Cataluña y con el terremoto en torno a los Mossos d’Esquadra que amenaza con llevarse por delante al conseller de Interior, Miquel Buch, criticado también abiertamente por ERC y en privado por Torra y por Carles Puigdemont, ya solo defendido por el Pdecat.

Esas elecciones anticipadas por las que hace meses que abogaba Esquerra una vez cayera la sentencia, y que JxCat había conseguido centrifugar de la agenda política, vuelven a asomarse ahora como oscuros nubarrones sobre una Generalitat abierta en canal y en la que la mano derecha no sabe lo que hace la izquierda.

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