Quim Torra coloca al conseller de Interior en la cuerda floja

El presidente de la Generalitat sitúa a Miquel Buch en el disparadero tras una acolarada discusión por la actuación de los Mossos en los disturbios

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Quim Torra tiene prácticamente decidido llevar a cabo el primer cese fulminante de un conseller desde que se convirtió en presidente de la Generalitat hace ahora un año y medio. Las calles humeantes de Barcelona —por tercera noche consecutiva— y el papel de los Mossos d’Esquadra en los disturbios serán el desencadenante.

Si bien es cierto que Torra relevó a Ernest Maragall (Acción Exterior) y Elsa Artadi (Presidencia) porque ambos emprendieron la carrera municipal en Barcelona, nunca se había planteado el despido de un conseller por pérdida de confianza. Y éste es el caso de Miquel Buch, que, según las fuentes consultadas, descuenta sus días como conseller de Interior.

Torra es muy crítico con la gestión que ha realizado Buch desde que comenzaron los disturbios a rebufo de la sentencia del procés. Y no sólo Torra, sino también diversos dirigentes de Junts per Catalunya (JxCat), entre los que sobresale, cómo no, Carles Puigdemont, y otros como el cabeza de lista de JxCat al Senado, Roger Español, famoso por perder un ojo el 1-O.

El presidente de la Generalitat mantuvo este miércoles una larga y acolarada discusión con el titular de Interior a raíz de la actuación policial de los Mossos del lunes, durante el colapso del aeropuerto de Barcelona (131 heridos), y del martes durante los episodios vandálicos en el centro de la capital catalana (74 heridos). En ambos casos se produjeron cargas policiales contra manifestantes a quienes el propio Torra había jaleado. Ahora, ya tienen una tercera noche de vandalismo por analizar, esta vez con más barricadas e incluso ácido.

Torra y Buch: «Gritos y amenazas»

La discusión entre Torra y Buch fue muy subida de tono. En la reunión, que se prolongó más de lo previsto, «hubo gritos y amenazas», explican fuentes gubernamentales conocedoras de la pelea entre el presidente de la Generalitat y el conseller de Interior, que por la tarde, en rueda de prensa, negó que hubiera habido discrepancias durante el encuentro.

Pese a ser preguntado por ello, Buch evitó comentar si Torra le dio su apoyo, y se limitó a repetir que se había hecho balance de la situación y se habían valorado las diferentes imágenes de los disturbios y la actuación de los Mossos, entre las cuales algunas que el conseller admitió que «pueden incomodar» y que serán analizadas para determinar si se cumplieron los protocolos policiales establecidos o no, en cuyo caso se tomarían medidas que Buch no concretó.

Cuando finalmente compareció ante los medios, Buch lo hizo arropado por Duart y el Director General de la Policía de la Generalitat, Pere Ferrer, pero no de Torra, que por la mañana abandonó la reunión antes que los demás participantes para sumarse a una de las marchas convocadas por la ANC en protesta contra la sentencia del Supremo.

Y ahí, al frente de un corte en la C-63, el president se limitó a hacer una única referencia a los disturbios de los dos días previos: «La violencia no nos representa», dijo. Torra no se decidió a condenar con contundencia el vandalismo hasta las 0.15 horas de la madrugada, cuando emitió un mensaje de censura a los CDR a quienes no mencionó por el nombre, sino que se refirió a ellos como «inflitrados». Todo ello tres días después del estallido vandálico en Cataluña.

Torra no está solo en el pressing contra el conseller de Interior, ya que también viene de ERC, que le pidió explicaciones y exigió «que se lleven a cabo las investigaciones pertinentes» y «se depuren responsabilidades» en caso de que haya habido «actuaciones injustificadas» de los Mossos.

Una relación degradada desde hace tiempo

El deterioro de la relación de Torra con Buch viene de lejos y sólo ha hecho que empeorar esta semana. Las tensiones comenzaron las semanas previas al primer aniversario del 1-O.

Primero, por el desalojo de una acampada instalada en la plaza Sant Jaume de Barcelona, y después, por las cargas de los mossos contra un grupo de CDR que durante una protesta en el centro de la capital catalana, pretendían llegar hasta la sede de la Jefatura Superior de Policía de Cataluña, en la Via Laietana.

Luego, el 1 de octubre del año pasado, vendría el «apreteu» y, esa misma noche, el abucheo a Torra a las puertas del Parlament y el intento de asalto de la sede de la cámara catalana, ante el que los Mossos recularon hasta acabar encerrándose en el edificio para evitar recurrir a unas cargas que acabaron por llegar igualmente. Después, las hubo igualmente. Y más de 40 heridos leves, la mayoría, agentes de la policía catalana.

Después, en diciembre, debido a las cargas que los Mossos llevaron a cabo en unas manifestaciones protagonizadas por colectivos autodenominados «antifascistas» en Girona y Terrassa, Torra quiso obligar a Buch a llevar a cabo una purga para depurar las responsabilidad de cuadros policiales al frente de dispositivos antidisturbios. Pero el conseller se escabulló y prefirió no tensionar innecesariamente al cuerpo policial.

El presidente de la Generalitat no ha olvidado aquel episodio. Y tampoco la intención anunciada por los Mossos de usar gas pimienta para disolver las protestas a raíz de la sentencia del procés. Todo ello escuece a Torra, que ha perdido definitivamente la paciencia viendo a su policía actuar de la mano de la Policía Nacional. De hecho, ni los dirigentes del PSOE ni los del PP ni los de Ciudadanos han cuestionado en esta ocasión la actuación de los Mossos, sino que, al contrario, la han aplaudido. Sus dudas se limitan a que Torra esté presente en la cadena de mando.

Aunque Buch se sabe en la cuerda floja, su intención no es presentar la dimisión, sino resistir en el cargo defendiendo su gestión. El conseller sabe que Torra tiene la facultad para la destitución, pero también sabe que el presidente de la Generalitat no puede abrir una crisis de gobierno así como así y menos en un magma como el de Junts per Catalunya.

En la relatada crisis de diciembre, ya hubo voces que pidieron el cese de Buch. Pero el expresidente de la Generalitat Artur Mas salió en su defensa pública. «Pedir su dimisión es inoportuno y partidista». 

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