El fenómeno Tinder seduce a la banca: así es el ‘open banking’

Tinder es a la monogamia lo que el "open banking" es a la fidelidad bancaria: con más opciones los clientes flirtean con más entidades al mismo tiempo

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La normalización de las apps para ligar –gracias a la popularidad de Tinder, Badoo y otras– ha dado paso a nuevo conocimiento sobre el comportamiento del ser humano en sociedad. Entre las lecciones más valiosas está una que la banca se verá obligada a experimentar en carne propia: cuando hay superávit de opciones, el mercado se desplaza a una «mentalidad de conexión».

En inglés se refieren a esto como mentalidad de «hook-up», que puede traducirse libremente a «aparear». El concepto se refiere al juego de probabilidades que suponen las apps para ligar, en el tanto antes para copular había que ir a un bar y hablarle a la persona que generase ese interés, y ahora es posible hablar con 20 personas al mismo tiempo en una  app y salir con una un día y otra otro día… y así.

Esa «mentalidad de aparear» es similar a lo que provocará el «open banking» (o banca abierta) en la cabeza de los clientes. Este nuevo paso en la transformación digital de los bancos –que promueve la sincronización de los datos con otras entidades en beneficio del cliente– es a la lealtad bancaria lo que Tinder es a la monogamia: el fin de la cultura como la conocemos.

Así como las apps para ligar han cambiado el «switch» de millones de personas sobre la monogamia o la cultura de salir con varias personas a la vez, el «open banking» amenaza con poner fin a la fidelidad de los clientes con su banco, en virtud de una interacción con varios proveedores de forma simultánea, según las necesidades de cada consumidor, explica Banking Tech.

Del «open banking» y el «consumismo sin compromiso»

Una de las virtudes (¿o defectos?) de la tecnología es que permite a las personas a conectar con una cantidad infinita de opciones para cualquier cosa, al mismo tiempo que les anima a comprometerse con nada. Lo propio sucede en la transformación digital de los bancos: por un lado están más presentes en la vida de los clientes, y por otro los clientes pueden desconcentrarse ante tantas posibilidades.

Banking Tech acuña el término «consumismo sin compromiso» para explicar este nuevo fenómeno financiero. Es un juego de palabras: entre los jóvenes es cada vez más común que se den las relaciones sentimentales o sexuales ‘sin compromiso’; un eufemismo para el poliamor. El «open banking» es, entonces, la unión oficial entre la banca y la economía del libre mercado, literalmente.

Escoger un banco solía ser algo casi intuitivo: las personas solían sacar cuenta en la entidad que tuvieran más cerca o que mejor se adaptara a sus necesidades, y esa relación cliente-banco solía alargarse durante décadas. En la analogía que nos ocupa, la relación bancaria de antaño era como el amor de los abuelos: un cuasi cinematográfico primer beso era el cimiento de un largo y feliz matrimonio.

Hoy no solo hay bancos tradicionales sino también digitales: entidades jóvenes y tecnológicas que ofrecen servicios financieros, y las opciones de los consumidores se multiplican cada año. No en vano los británicos tienen una media de tres entidades con las que comparten su vida financiera, y los expertos dicen que es probable que los clientes se decanten más por relaciones eficaces de corto plazo.

Y hay más paralelismos entre la nueva banca y las apps para ligar. Por mejor que se vistan las fintech, para el grueso del público no son aún apropiadas para una relación de larga data. Esto no quiere decir que nadie quiera contratar con ellas, sino que al mismo tiempo seguirán confiando en las entidades tradicionales para los servicios más serios e importantes, como la nómina o una hipoteca.

Tampoco importará tanto quién tiene más dinero como quién tiene una combinación de virtudes que le diferencia del resto. Las entidades necesitan demostrar a los consumidores que son sus cómplices, y para ello han de priorizar la compatibilidad (antes que apelar a las masas), la confianza, la buena voluntad y la capacidad de sorprender (dícese, de enamorar constantemente, como las parejas longevas).

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