Los robots sexuales suscitan muchas preguntas sin respuesta

La popularización de los robots sexuales es inevitable, pero todavía no hay un marco regulador para dar solución a los dilemas éticos que representan

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La obsesión por los robots sexuales que se vive en distintos países no se corresponde con una claridad sobre cómo va a lidiar la sociedad con la llegada masiva de estos humanoides especializados en la compañía, en los que convergen los conceptos de inteligencia artificial, muñecas para adultos, neurociencias y, por lo general, un desbarajuste ético y legal.

«Como estudioso de la inteligencia artificial, la neurociencia y la ley, me interesan las cuestiones legales y políticas que plantean los robots sexuales», escribió el profesor de derecho de la Universidad de Minnesota, Francis X. Shen, en un artículo que deja en evidencia que, respecto a este polémico asunto, siguen siendo más las interrogantes que las soluciones.

Justo hace unos meses ciudades estadounidenses y canadienses reportaron el surgimiento de prostítulos de robots que se aprovechaban de un vacío legal para izarse sin regulación. En Barcelona los creadores de Samantha (una de las pioneras de su especie) dieron un paso al frente al enseñar a la humanoide a decir «no es no» cuando no quiere implicarse en un acto sexual en determinado momento.

Y, mientras más y más compañías ven negocio en la producción de este tipo de robots, la propia tecnología presenta soluciones para su fabricación masiva, especialmente ahora que hasta las impresoras 3D se perfilan como método perfecto para abaratar la producción de los humanoides de compañía sexual –y, huelga decirlo, emocional–.

«¿Cómo nos aseguramos de que sean seguros? ¿Cómo afectará al cerebro humano la intimidad con un robot sexual? ¿Sería ético el sexo con un robot de apariencia infantil? ¿Y qué es exactamente un robot sexual?», se pregunta Shen.

Definir el robot sexual, un primer paso

A su juicio definir qué es un robot sexual es uno de los primeros pasos para llenar los vacíos legales y éticos que rodean este avance tecnológico que se encamina a ser más popular que el invento de las muñecas sexuales. Mientras estas muñecas siguen siendo objetos un poco fuera del radar, casi la mitad de los estadounidenses cree que el sexto con robots será algo normal antes de 2070, según una encuesta de 2017.

Esto puede significar o que los estadounidenses están más abiertos a la existencia de productos sexuales con componentes tecnológicos, o que ya se han rendido al tratar de combatir con ideas conservadoras los avances de la tecnología, incluso aquellos con los que no se manifiestan de acuerdo. Sea como sea, que una de cada dos personas señale que la intimidad con los robots será normal es una estadística de gran peso.

¿Es un robot sexual solo un robot sexual?

Si bien hay expertos que recomiendan asociar los robots sexuales con el principal uso para el que fueron concebidos –como sucede con las muñecas sexuales–, otras fuentes creen que eso puede ser un problema, porque estos humanoides también tienen el objetivo de alterar –en teoría mejorar– las emociones de su dueño –que se comporta como su pareja–. Es decir, que el sexo no es su único fin, lo que complica la regulación.

De la misma forma que un ser humano puede hacer recados durante el día, preparar la comida en la tarde y tener relaciones sexuales con su pareja en la noche, estos robots están programados para hacer mucho más que dar placer a su dueño. Un robot catalogado como «sexual» bien puede despertar a los niños y hacerles desayuno, y horas más tarde acompañar al padre de la familia en un receso de placer. ¿Es justo llamarle robot sexual?

Después entran en juego las preocupaciones comunes de los avances contemporáneos en materia de tecnología: la seguridad, la protección de los datos y el derecho a la privacidad, por mencionar algunos. «¿Cómo regular la privacidad de los datos que compila un robot? ¿Cuán vulnerables son los robots sexuales a los hackers? ¿Puede un estado usar estos robots como dispositivos de vigilancia para abusadores sexuales?», se pregunta el abogado.

 Boicot a los prostíbulos de robots en EE UU

Además de todo esto, todavía deben resolverse problemas propios de la naturaleza humana, como creer que nuestra percepción de la realidad es la única forma de explicar el mundo. Esto se ejemplifica con el boicot a los prostíbulos de robots en un estado de EEUU, con mensajes políticos asegurando que este tipo de negocios «destruyen hogares, familias, finanzas» de los vecinos y «causan grandes revueltas comunitarias en la ciudad».

Pero es imposible probar que esto es cierto, en el tanto no tenemos experiencia suficiente para asegurar que los robots sexuales y los lugares para hacer uso de ellos suponen todos los aspectos negativos que los políticos conservadores aseguran que provocan. No hay evidencia de cómo afectará a los humanos y la sociedad la llegada de los robots sexuales; lo único que se sabe es que cada vez serán más.

En honor al título de esta noticia, nos hacemos eco de otras de las importantes preguntas que se hace –y nos extiende– Shen: «¿Un hombre que usa un robot sexual infantil tiene más o menos probabilidades de dañar a un niño real? ¿Serían los robots un sustituto de los humanos en las relaciones o las mejorarían, como los juguetes sexuales?».

«¿Los robots sexuales llenarán un vacío para aquellos que están solos y sin compañeros? Así como los pilotos usan simuladores de vuelo virtuales antes de volar en un avión real, ¿podrían las vírgenes usar robots sexuales para practicar el sexo de manera segura antes de probar el real?».

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