‘Kantauri’, un viaje inédito a las profundidades del Cantábrico

Entre la estética y el rigor científico, entre el placer, la divulgación y la concienciación, la película de Xabier Mina e Isaías Cruz nos lleva al Cantábrico como nunca lo hemos visto

Tiburón azul en el Cantábrico. Foto: Isaías Cruz Irujo.

Magnéticas como en las playas de Mutriku donde las formaciones del flysch afloran cada vez que baja la marea. Sofisticadas como el arenal de la Concha, donde se han bañado con estilo generaciones de donostiarras. De formas caprichosas y un halo casi mágico, como en los acantilados de San Juan de Gaztelugatxe. La cosa vasca ofrece tantas experiencias que pocas veces miramos más allá.

Y más allá está el Cantábrico, un ecosistema de enorme biodiversidad que, para la gran parte de la población, es un desconocido. A apenas unos pocos metros de donde estiramos la toalla para tomar el sol, de un kayak o una tabla de paddle surf, fluye un mundo de criaturas de increíbles formas y colores y que ahora podemos conocer gracias a Kantauri.

La vida late intensamente bajo el Cantábrico. Foto: Xabier Mina.

Dirigida por Xabier Mina e Isaías Cruz, dos profesionales con una profunda vinculación al mar, y producida por Dibulitoon Studio, 601 Producciones Audiovisuales y Kantauri Filma AIE, este 4 de abril se estrena en cines una cinta que es una auténtica carta de amor al Cantábrico teñida de poesía.

La película que hace poesía del mar

En diferentes localizaciones del Golfo de Vizcaya como Zumaia, Mutriku, Getaria, Bermeo, Hondarribia, Lekeitio, Urdaibai y Hendaya, la apneísta Marta Gil hace de hilo conductor para un relato que encadena espectaculares imágenes sabiamente hilvanadas por la música original compuesta por Joseba Beristain e interpretada por la Orquesta y Coro de Bratislava, con la participación de la cantante Aiora Renteria (Zea Mays).

Pero la narrativa visual absolutamente cautivadora no resta ni un ápice de rigor científico. Así, mientras Cruz, guía de buceo y fotógrafo submarino, captura la belleza de este entorno extraordinario, Mina, biólogo marino y docente, aporta la divulgación educativa.

Las imágenes, capturadas a lo largo de más de un año y con todo tipo de tecnologías de última generación, desde drones a cámaras subacuáticas con lentes ojos de pez, cámaras escondidas en el fondo marino o trípodes que permitieron obtener imágenes fijas a pesar de las corrientes, muestra la intensa vida que late bajo las aguas con un obstinado fin: entender que la conservación de los océanos es clave para el devenir del planeta.

El guion, obra conjunta de Xabier Mina, Beatriz Iso, no busca dar lecciones, sino más bien invitar a una reflexión profunda sobre el valor del mar, con el Cantábrico como “una gota dentro del planeta agua, pero que puede servir como hilo conductor para llegar la gente y transmitir que solo hay un planeta tierra y, que además, no es nuestro”, apunta Mina.

Fotogramas de ‘Kantauri’.

Lo que esconde el Cantábrico

El propio Mina describe el mar Cantábrico (kantauri, en euskera) como “casa, refugio, secretos y aventura”. De alguna manera, la cinta desvela algunos de esos secretos e invita a la aventura.

Una que se desarrolla desde la costa hasta las aguas abiertas, donde se bucea hasta los 20 km de profundidad y que desvela la fauna y la flora que el mar esconde, pero también las complejas relaciones entre los seres vivos y el entorno físico que habitan.

Ante la cámara se observan secuencias increíbles como la de los bancos de anchoas nadando con atunes, que se grabó “de casualidad”, explica Isaías Cruz.

El viaje va de la costa a las profundidades del Cantábrico.

En el Cantábrico, donde conviven especies atlánticas y otras típicas de aguas más templadas, se lograron también tomas de especies tan llamativas como peces lunas, tiburones azules (tintoreras), morenas, pulpos, rayas, medusas y salpas, con su curiosa forma en espiral, peces escorpión, cangrejos nadadores, rapes y hasta grandes mamíferos como cachalotes y ballenas.

Además, en las “autopistas marinas”, llenas de organismos pese a lo que pueda parecer, habitan algas, anémonas y corales de hermosos colores y caprichosas formas, así como microorganismos que dejan ver procesos biológicos trascendentes (y en ocasiones peligrosos).

Es lo que sucede, por ejemplo, con el CO2, gas responsable principal del calentamiento global, que queda atrapado en forma de carbono orgánico en los cuerpos de microalgas y otros organismos fotosintéticos. Estos servirán de alimento a animales de niveles tróficos superiores y, así, sucesivamente. Los cuerpos y heces de todos ellos acabarán por sedimentarse en el fondo marino, que funciona de esta manera a modo de sumidero de carbono.

Los directores Xabier Mina e Isaías Cruz.

El reto de grabar en aguas abiertas

A lo largo del proceso también hubo retos y desafíos importantes, como las grabaciones a mar abierto de Marta. En el resultado final la vemos aparecer en medio del azul, ingrávida en la masa de agua. En la realidad, son tomas que tuvieron que repetirse muchas veces, debido a la escasa visibilidad y las corrientes.

El tiempo jugó muchas veces también en contra. “Muchas jornadas de grabación son infructuosas, no siempre que te preparas para grabar consigues lo que quieres”.

Un rape en el fondo marino. Foto: Xabier Mina.

Las condiciones del mar y la propia naturaleza pueden conjurarse en contra del proyecto: “Cuando quieres grabar a cierto animal puede ser que no lo encuentres o que lo que grabas no sea lo que necesitas o que sean necesarias muchas tomas para crear una secuencia”, explica Cruz.

El resultado, sin embargo, supera las expectativas: un mundo submarino en movimiento, con música y guion que despiertan el interés y que, cuanto menos, nos hacen desear un par de aletas y unas gafas para sumergirnos en el Cantábrico este verano.

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