Beira Baixa, el secreto mejor guardado de Portugal

Una región desconocida donde jugar en jardines versallescos, aprender a bordar o pasear por los Montes Apalaches

El versallesco Jardim do Paço Episcopal en Castelo Branco. Foto: Turismo de Portugal.

En el centro del triángulo que dibujan Lisboa, Oporto y Madrid, con los llanos del Alentejo al sur y al norte la Serra de Gardunha y el agua de los ríos Tajo, Zêzere y Ponsul, se encuentra la región portuguesa de la Beira Baixa, un destino desconocido para muchos pero que rivaliza en belleza y atractivos con cualquiera de las anteriores.

Para descubrir Beixa Baixa hay que empezar por conocer algo de su historia, un preludio necesario para entender el porqué de su presente. Y un buen lugar para ello es el castillo del rey visigodo Wamba, del siglo VII, en Idanha-a Velha, rodeado de leyendas o quizás realidades sobre las infidelidades de su esposa con el vecino rey moro.

Hoy, sobre cualquier historia sobresalen las espectaculares vistas desde su torreón en la orilla norte del Monumento Natural Portas de Ródão que abarcan una vasta panorámica que incluye al río Tajo. Si hay tiempo recomendamos un paseo fluvial en el que cerrar los ojos y dejarse llevar a la prehistoria que ya conocieron sus aguas, bajo las que se encontraron 20.000 grabados de arte rupestre.

Panorámica Monumento Natural Portas del Ródão. Foto: Julieta Nunes | Unsplash.

Parte de este testimonio paleolítico se recoge en el Centro de Interpretación (CIART).

Castelo Branco, la capital

Otro capítulo histórico e interesante de su trayectoria lo encontramos en Castelo Branco, conocida como la capital de Beira Baixa, donde también perviven el castillo y las murallas del siglo XIII levantadas por los templarios como parte de la línea defensiva del Tajo.

El versallesco Jardim do Paço Episcopal de Castelo Branco es un derroche de fantasía del barroco portugués

También en la recoleta capilla de Nossa Senhora da Piedade con un interior que guarda uno de los conjuntos de azulejos joaninos (designación del barroco durante el reinado de D. Joao V) más importantes de la Beira Baixa.

Jardim do Paço Episcopal. Foto: Turismo de Portugal.

Y siguiendo con el paseo histórico llegamos al siglo XVII en el versallesco Jardim do Paço Episcopal anexo al Palacio Episcopal de Castelo Branco y una de las más valoradas representaciones del barroco portugués, embellecido por cinco lagos ornamentados con esculturas que representan las cuatro estaciones del año.

Todo un despliegue de fantasía que festejan esos anfitriones vestidos de época hasta el último detalle que nos reciben a sus huéspedes con gestos exagerados como su tiempo requiere y que, tras las reverencias y sonrisas caricaturescas, nos invitan a compartir los juegos de palacio, derribando bolos y manteando monigotes, en una graciosa escenificación de la cotidianidad palaciega de aquel entonces.

El jardín se codea con el Museo Francisco Tavares Proença Júnior de finales del siglo XIX , nombrado así en honor a su fundador qué, seducido por la arqueología, guarda una importante colección de la Edad de Bronce, Hierro y materiales de Neolítico y Paleolítico. Además, piezas heredadas del antiguo Palacio Episcopal que incluyen pintura, esculturas y tapices de los siglos XVI al XIX.

Museo Francisco Tavares Proença Júnior. Foto: Turismo de Portugal.

Bordados que son mosaicos

Y por nada hay que obviar la judería de Castelo Branco, donde buscar las huellas de una antigua sinagoga en la Rúa da Misericórdia y símbolos religiosos como la Menorah y la Mezuzá.

El bordado de Castelo Branco tiene características que lo hacen único y que van de la intensidad de sus colores a sus hilos de seda, pasando por una simbología propia

El Centro de Interpretación del Bordado hay que tomárselo con calma y pasar tiempo disfrutando de las deliciosas telas antiguas, aquellas cuyos bordados imitaban los mosaicos portugueses, especialmente en tonos blancos y azules, o esos vestidos vanguardistas siglo XXI con motivos de pintores de arte abstracto.

Centro de Interpretación del Bordado. Foto: Cámara Municipal Castelo Branco.

Lo mejor, sin embargo, espera en el taller donde las bordadoras relatan sin levantar la vista de su tela y de su aguja cómo la puntada del bordado tiene que dibujar el anverso y nunca el envés de la tela el cual debe permanecer intacto. El Árbol de la Vida, pájaros, claveles, rosas, lirios, granadas o corazones son algunos de sus motivos más frecuentes, todos con un perfil claramente exótico. La intensidad de sus colores o la luz que le aportan los hilos de seda empleados hacen al bordado de Castelo Branco único.

Estas características del bordado de Castelo Branco se traspusieron al urbanismo, siendo observado tanto en las aceras como en los edificios, convirtiéndose así en uno de los símbolos de la ciudad.

El Museo es una de las edificaciones de la Plaza de Camoes o Plaza vieja donde también se encuentran La Casa do Arco do Bispo y el Celeiro da Ordem do Cristo.

Los motivos de los bordados aparecen también en las calles de Castelo Branco. Foto: Turismo de Portugal.

Museos y ‘fábricas de creatividad’

La siguiente y singular sorpresa es la Fabrica de la Creatividad donde se alienta a los jóvenes a que desplieguen su imaginación y talento tanto en arte textil, teatro cine, video, artes gráficas. El vanguardista espacio está repleto de los materiales necesarios para los futuros creadores.

Supone otro grato descubrimiento el museo del pintor y ceramista de Vila Velha de Rodao, Manuel Cargaleiro. A pesar de vivir entre Lisboa y París, el artista no ha olvidado su tierra, a la que homenajea con su espectacular colección de cerámica portuguesa (también española, por cierto) que se expone con orgullo en una casa solariega del siglo XVIII.

Sin embargo, la vena artística de Cargaleiro se posiciona en un moderno edificio cuyos tres pisos recogen su fecunda trayectoria con obras como La Puerta de la vecina que nunca he conocido, llena de flores, colores y figuras geométricas; una muestra de la temática que caracteriza al artista.

Museo Cargaleiro. Foto: Turismo de Portugal.

Los Apalaches Portugueses

Cuando nos dijeron que la siguiente parada se situaba en los Montes Apalaches no pudimos evitar pensar en las minas en West Virginia, la Guerra de Secesión y hasta Lo que el Viento se Llevó. Sin embargo, estos Apalaches nada tienen que ver con los del este americano. ¿O quizás sí?

El senderismo por los Apalaches portugueses permite observar una de las más bellas vistas de los Meandros del Zèzere

En realidad, el sendero de los Apalaches sí está directamente relacionado con la cordillera homónima de América del Norte que se extiende desde Terranova y Labrador, en Canadá, hasta Alabama en los EE UU y a cuyo itinerario de 3.500 km a lo largo de 14 estados americanos del este se han adherido otros países, entre ellos Irlanda, España y Portugal, este último con un tramo, aquí denominado GR Muradal-Pangeia ‘Trilho dos Apalaches’, que tiene su inicio en el Geoparque Naturtejos.

Cabrito estonado. Foto: Turismo de Portugal.

Llega la hora de comer y no puede ser en otro lugar que dentro del pintoresco pueblo de Oleiros, en el restaurante Adega dos Apalaches, famoso por su cabrito estonado o maranaho que se prepara de forma muy parecida al lechón, asándose lentamente para que quede tierno y jugoso y luego se acompaña de un buen vino portugués.

Un último imprescindible: la visita a la Iglesia de la Misericordia de la que sobresalen sus tallas de madera dorada y los azulejos de la escuela de Lisboa, para después ir a descansar en el Hotel Rainha de Amélia en el mismo centro de Castelo Branco.

a.
Ahora en portada