Después del volcán, la primavera vuelve a llenar de colores La Palma

El amarillo de los corazoncillos, el rojo del pico de graja, el rosa de los amagantes y el azulado de los tajinastes llenan de color la Isla Bonita

Diferentes floraciones alfombran La Palma con un manto multicolor. Foto: David Rosario.

En medio del océano Atlántico, en la pequeña isla de La Palma, conviven plantas endémicas, especies en peligro de extinción y vegetación jurásica, además de algún que otro tesoro botánico aún por clasificar. No por nada la Isla Bonita en su totalidad es reserva mundial de la Biosfera, con 87.251 hectáreas protegidas (70.832 terrestres y otras 16.419 marinas).

Y, pese a que gracias a su clima la isla vive en una suerte de primavera eterna, es esta época cuando la floración hace de La Palma un increíble jardín multicolor.

Corazoncillos y picos de graja que tiñen de amarillo y rojo el municipio de El Paso, amagantes que encienden con sus tonalidades rosadas las cumbres de la isla o tajinastes que, como agujas de tonalidades rojas, violetas o azuladas, colorean los paisajes del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente y el Roque de los Muchachos son algunos de los protagonistas.

Tajinastes en La Palma. Foto: Turismo Islas Canarias.

Les acompañan codesos, brezos, fayas, credos o helechos, además de raros ejemplares como el pico de fuego y el pico cernícalo en este festín de formas y colores que contrastan con las cresterías y formaciones volcánicas de la isla dando lugar a una estampa memorable.

El corazoncillo luce sus colores en El Paso

El 24 de junio de 1949 entraba en erupción el volcán de San Juan después de 237 años sin actividad volcánica en la isla. El barrio de Las Manchas, en el municipio de El Paso, fue una de las zonas más afectadas, donde los ríos de lava provocaron la destrucción de algunas viviendas y, sobre todo, tierras de cultivos.

Más de 70 años después, y como lo hará con las coladas que ha dejado la reciente erupción del volcán de Cumbre Vieja, la naturaleza ha colonizado de nuevo el terreno ocupado por las coladas, dando lugar a uno de esos paisajes magnéticos donde el negro de la lava contrasta con el verde de los pinos y los arbustos y, ahora con el colorido de las flores, concretamente de los corazoncillos.

Corazoncillos en El Paso. Foto: Dominic Dähncke.

De vibrante color amarillo, el corazoncillo (Lotus hillebrandii) tiene una delicada y abundante flor capaz de alfombrar el entorno con un llamativo manto que puede verse fácilmente, por ejemplo, recorriendo el sendero SL EP 103 entre Llanos del Jable y Lavas de San Juan.

Aunque La Palma vive en una suerte de eterna primavera, es en esta época cuando la floración de diferentes especies alfombra la isla con un manto multicolor

La flor diminuta del pico de graja

También en el Llano del Jable, en la parte alta de El Paso y a 1.200 metros sobre el nivel del mar (desde donde, por cierto, se obtienen espectaculares vistas del valle de Aridane con el antiguo volcán de Montaña Quemada en primer término) florece una peculiar planta.

Pico de graja en Llanos del Jable, El Paso. Foto: Van Marty.

Se trata del pico de graja, de pequeño tamaño (apenas sobresale 4 centímetros del suelo) pero cuya flor de color rojo provoca un intenso contraste con los pinos canarios típicos de la zona.

Amagantes en las cumbres

A partir de los 800 metros de altitud comenzamos a ver en La Palma amagantes (Cistus symphytifolius). Se trata de un arbusto endémico canario, especialmente abundante en Isla Bonita, aunque también se encuentra en Gran Canaria y Tenerife.

El arbusto, de alrededor de un metro de altura, florece en primavera con grandes flores (pueden llegar hasta los 5 centímetros de diámetro) de cinco pétalos e intensas tonalidades rosadas que provoca un hermoso contraste con el verde de los pinos en los alrededores.

Flores de amagante. Foto: Pixabay.

Una buena opción para observar esta floración pasa por tomar el sendero GR 131 (conocido también como El Bastón) que va recorre las cumbres volcánicas de la isla a través de 66 km entre el Puerto de Tazacorte y el faro de Fuencaliente pasando por el Roque de los Muchachos y el Refugio del Pilar.

Tajinastes en la Caldera de Taburiente

El Parque Nacional de la Caldera de Taburiente es uno de los destinos imprescindibles en la isla de La Palma que, aunque hermoso e impactante durante todo el año, luce en primavera atractivos en forma de flores y color.

Entre bosques y barrancos crecen los tajisnastes, una especie endémica canaria cuyo nombre proviene del guanche, concretamente de la palabra aguja, que hace referencia a su forma alargada.

Tajinaste blanco en La Palma. Foto: David Rosario.

Aunque reciben el mismo nombre genérico (Echium), hay una gran variedad de tajinastes que se diferencian fundamentalmente en el color de sus flores, que van desde los rojos a los blancos, pasando por los violetas y azules.

En La Palma son frecuentas el azul (uno en particular, el tajinaste azul de cumbre o Echium gentianoides puede crecer entre los 1.800 y 2.400 metros sobre el nivel del mar), el blanco (Echium brevirame), el tajinaste pininana (Echium pininana) y el tajinaste rojo (Echium wildpretii).

A su alrededor es fácil reconocer las flores de los alhelíes y los amagantes que, en esta zona, se acompañan también de codesos, brezos, fayas, credos o helechos.

Los senderos de La Palma permiten disfrutar de estos espectáculos naturales. Foto: Dominic Dähncke.

Flores por encima de las nubes

El Parque Nacional de la Caldera de Taburiente lo cierra por el norte el Roque de los Muchachos, el punto más alto de la isla que supera los 2.400 metros.

Desde esa altura también es posible apreciar un paisaje cuajado de tajinastes y de las flores de la retama, un género de arbusto emblemático de Canarias y de nombre científico Spartocytisus supranubius.

De flores blancas o rosáceas y conocido también como retama del Teide, precisamente su nombre nos da la pista de su principal característica: supranubius procede del latín supra (por encima) y nubios (nubes), con lo que hace referencia a su hábitat, que son las zonas altas de Tenerife y la Palma, por encima de la altura en la que normalmente se forma el llamado ‘mar de nubes’.

Las flores que crecen en las cumbres. Foto: Dominic Dähncke.

Las flores de fuego de La Palma

Mucho menos frecuentes y, de hecho, consideradas en peligro de extinción, son otras dos especies endémicas de la isla, las dos con flores de intensas tonalidades que van del rojo al anaranjado: el pico de fuego (Lotus pyranthus) y el pico cernícalo (Lotus eremiticus).

El primero se localiza en zonas de pinar, con pocos ejemplares en Los Tilos, dentro del Parque Natural de las Nieves, y la Caldera de Taburiente. El arbusto, que no mide más de 50 centímetros de alto, tiene pequeñas hojas finas y alargadas de color verde grisáceo. Sus flores, en forma de llamas, son de color rojo brillante.

Paisaje en Llanos del Jable. Foto: Dominic Dähncke.

Por su parte, la única población de pico cernícalo se localiza en un roque en el norte de la isla, en una zona boscosa del Barranco de Fagundo, en el roque de La Viña, en el interior de la Reserva Natural Especial de Guelguén.

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