Dos días para descubrir las mil y una Niza
Una escapada de 48 horas para conocer su pasado italiano, su fabulosa cocina mediterránea, el laberinto de su ciudad vieja y el glamour que siempre la caracterizó

Hay muchos motivos para querer a Niza. Foto JP Chuet-Missé
Cuando los pies pidan una tregua tras tanto caminar, cuando vea cómo el sol se pone detrás de las sierras que prologan los Alpes Marítimos, aproveche la oportunidad de sentirse como un aristócrata del siglo XIX y descubra la belleza que presume Niza sentado en una de los bancos azules del Paseo de los Ingleses, en el rincón más bonito de una de las ciudades más elegantes del sur de Francia.
La primera palabra que viene a la mente cuando dicen ‘Niza’ es glamour. Y no es en vano, ya que la capital de la región de Provenza-Alpes-Costa Azul fue el destino elegido por los jóvenes de familias de la alta sociedad que realizaban el Grand Tour por Europa; idea que fue seguida por las casas nobles y grandes fortunas rusas e inglesas (como la Reina Victoria) que construyeron fastuosas residencias, y que en paralelo al brillo de Cannes y Mónaco encumbraron a la Riviera francesa como uno de los destinos más exclusivos del mundo.
Cómo llegar a Niza
Pero hay más caras para descubrir en Niza. Y aunque sea en una visita de un par de días, las hemos podido conocer gracias a la invitación del Departamento de Turismo de Niza-Costa Azul y Atout France.
Llegar a Niza es sencillo: desde Barcelona hay vuelos directos de Vueling (1:20 h) y desde Madrid por Iberia o Air Nostrum (1:55 h); así como desde Valencia, Málaga y las Baleares.
Otra opción, para los amantes del ‘slow travel’, es aprovechar que han vuelto los viajes en tren de alta velocidad desde Barcelona a Marsella por Renfe-SCNF en cooperación (casi 5 h), y luego, tomar un tren directo desde esa ciudad a Niza (2:40 h más).
Descubriendo la Niza Vieja
Aunque Niza tiene una eficaz red de transporte público, con tres líneas de tranvías que van desde el centro a los barrios periféricos, es mejor conocer la parte monumental a pie.
Desde la Plaza Masséna, donde están las estatuas del catalán Jaume Plensa que se iluminan de noche, se puede recorrer el dédalo de callejuelas que es la Vieja Niza.
Uno de los detalles que primero llama la atención es que los carteles están en francés y una lengua que recuerda al aranés. Es el nizardo, dialecto del occitano que pugna por sobrevivir, y que es uno de los sellos distintivos de la ciudad.
En la ciudad vieja los carteles están en francés y nizardo, un dialecto del occitano que pugna por sobrevivir
En edificios como la iglesia de Jesús, en la catedral, en el Café de Turín, en los palacios de Cerdeña o de Lascaris o junto al Palacio de Justicia se descubren diversos testimonios del barroco, sobre todo de los estilos de Génova y Turín.
Y sin olvidar las villas italianas que crecieron como setas en los alrededores. ¿A qué viene tanta influencia transalpina?
Es que Niza perteneció al Ducado de Saboya y luego al Reino de Cerdeña entre 1360 y 1860, cuando fue anexionada a Francia; mal que le pesó a Giuseppe Garibaldi, el artífice de la unidad italiana que nació en esta ciudad; y que es homenajeado por una de las plazas más grandes de la urbe.
Cerca de las arcadas que conducen al mar está el mercado de Cours Saleya, con sus toldos de colores y sus aromas a frutas, lavanda, flores, embutidos y pescados. A un lado vivía Henry Matisse, quien se enamoró de la luz de la Costa Azul y decidió adoptarla como nuevo hogar.
Auténtica cocina nizarda
En un par de paradas del mercado, así como en algunos locales de comidas para llevar (una tradición bien presente en Niza) y en un puñado de restaurantes se ve un cuadro que garantizan que son auténtica Cuisine Nissarda. No hace falta traducir.
Estos locales son auditados una vez al año para verificar que cumplen con el mandato de revitalizar la gastronomía tradicional y los ingredientes de proximidad, siempre frescos y nada de congelados.
Un puñado de restaurantes, locales de comida para llevar y puestos de mercado tienen el certificado de Cuisine Nissarda, que conservan la tradición gastronómica local
Y uno de los lugares donde lo pudimos comprobar es La Table ‘à’ Julie (los apóstrofes de la ‘à’ es un guiño a la jerga nizarda), un pequeño restaurante a pasos de la ciudad vieja, donde Julie Travolti prepara platos como los capouns (bolas de carne de res, cerdo y ternera mezclado con arroz y envueltos en col); las tripas a la Niçoise o el estofado de carrillera de ternera.
Ya el entrante (bastones de pasta de garbanzo, berenjenas, porchetta, tomates secos, tortilla de espinacas) es contundente, y además Juliet lo potencia con unas porciones de pisaladier (focaccia con trozos de pescado). ¿Y de postre? Nos sorprende con una tarta de acelga (¡!) con ron.
Ascenso al Monte Alban
Hay que bajar la comida, y para ello, uno de los paseos ideales es caminar por el puerto, donde todavía se pueden las barcas de pesca de colores que se mecen en la rada, junto a gigantescos yates que parecen ciudades flotantes.
Entre el puerto y el centro histórico se levanta la colina del Monte Alban, donde estaba el castillo de Niza, un peñón con presencia humana desde el Neolítico y que los griegos focenses, que fundaron la ciudad hace 2.300 años, la usaron como atalaya de vigía.
El castillo medieval que imperaba fue derribado, y actualmente allí hay un paseo de aires decimonónico, con cascada y grutas artificiales, que ofrecen una de las mejores vistas aéreas de Niza, sus colinas y el Mediterráneo.
Eso sí: si a las 12:15 de cada miércoles escucha una sirena ensordecedora que parece anunciar un bombardeo aéreo no se asuste: es un simulacro semanal. Y sus gigantescas cornetas están en la cima de esta colina.
El elegante Paseo de los Ingleses
Al atardecer el Paseo de los Ingleses, la calle más famosa y elegante de Niza, se llena de caminantes, mientras a un lado las bicicletas y patinetes pasan a la velocidad de la luz.
Como abrazando este boulevard de palmeras, que ya era uno de los paseos aristocráticos de moda en la Europa del s.XIX, se encuentran algunos de los hoteles más lujosos del sur de Francia, como Le Méridien, el Palais de la Mediterranée, el Westminster, el Grand Royal o el famoso Le Negresco, cuyos opulentos salones con arañas de cristal y su bar de luces tenues y muebles de madera esperan ser descubiertos.
Cocina tradicional en la ciudad vieja
Para cenar, sin necesidad de alejarse de la ciudad vieja, me han recomendado La Maison de Marie. Es un local semi oculto en un patio interior, rodeado de una abundante vegetación que presenta una sala de elegancia discreta; donde se puede conocer a la cocina tradicional de Niza, Córcega y el Mediterráneo francés con un toque de modernidad.
Así dieron fe los pequeños farcis niçois (verduras como calabacines o berenjenas rellenas de carne), la carne de ternera confitada, y el nougat glacé (turrón helado) con frutos secos.
Pero la pierna de cordero marinada en especias, los ravioles a la niçois o la lubina en una cama de sal son otras preparaciones que hay que tener en cuenta.
De compras por Niza
Amanece, y hay que elegir qué hacer: ¿ir de compras, visitar museos o conocer el esplendor de las grandes residencias?
Si es la primera opción, hay que tener en cuenta que la ciudad tiene como 6.000 locales comerciales.
Lo mejor es concentrarse en un puñado de circuitos clave: uno es la citada Vieja Niza, donde se concentra un interesante número de tiendas gourmet (especializadas en productos de la región) y tiendas de moda de diseñadores independientes.
Otro es el Carré d’Or (Cuadrado de oro), al oeste de la Plaza Masséna, donde en calles peatonales o de un tráfico reducido se encuentran algunas de las marcas de lujo más cotizadas, como Louis Vuitton, Hermès, Max Mara, Sonia Rykiel, Ventilo, Repetto, Longchamp; así como sastrerías que tienen el sello de alta costura, como se puede ver en las calles Paradis y Verdun.
En el Carré d’Or se encuentran las marcas más lujosas del mercado, junto con tiendas de alta costura y antiguas sastrerías
Para encontrar las marcas más populares hay que caminar a lo largo de la avenida Jean Médecin, donde están las Galerías Lafayette con sus cinco plantas dedicadas a 600 marcas de moda; o el centro comercial Nicetoile.
Para buscar antigüedades, hay que dar una vuelta por la zona del puerto Lympia, donde está Village Segurane y el mercadillo de pulgas; anticuarios donde se puede encontrar desde valiosos muebles del siglo XIX con carteles de los años ’30, muñecas antiguas y todo lo que uno se imagine.
Cocina mediterránea con toques sofisticados
Pausa para comer, y el lugar elegido fue La Verriere, en la terraza cubierta en la entrada del hotel boutique Monsigny.
Allí el chef Pierre-Alain Garnier dirige la orquesta de fogones basada en una cocina de proximidad, sofisticada pero sin opulencia, en un ambiente de elegancia informal.
Entre los entrantes, ligeros y bien elaborados, hay varias ensaladas como la niçoise (ventresca de atún con olivas, huevo y lechuga) o el ‘huevo perfecto’ (una obsesión de Garnier, dicen) cocinado a baja temperatura.
Como plato principal elegí una espalda de cordero confitado acompañado de patatas y otros vegetales, coronado por un postre de milhojas con crema, helado y crujiente; pero también podría haber sido un risotto cremoso (con setas, parmesano y emulsión de hierbas) o el salmón apenas cocinado con almejas y patatas; entre varias delicias más.
Gemas de la arquitectura
Gracias a su patrimonio histórico, que se extienden por 522 hectáreas de tejido urbano, Niza fue inscripta como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Ya hemos citado algunos de los edificios monumentales de la ciudad vieja, pero otras fincas que van desde villas italianas, residencias de la Belle-Époque a mansiones art-decó merecen una visita más pausada.
Entre ellas se encuentran los châteaux de l’Anglais, el de Valrose, el edificio de Garacci-Bensa con su fachada de serigrafía, los palacios de Tony Pin, Juliette y Seriramis, el antiguo Hôtel Alhambra, la elegancia art-noveau de las Mansiones Gloria y el palacio Mary y Capitole, la catedral Ortodoxa Rusa y las villas Marichu, Furtado-Heine, Fiorentina y Pollux; entre muchas propiedades más.
Como muchas de ellas están desperdigadas por la ciudad, y varias se encuentran en las cuestas que dominan al centro, lo sugerido es consultar en la Dirección de Turismo por excursiones guiadas, y evitar perder el tiempo.
Y si se trata de museos, hay más de 20 para elegir, sin olvidar la gran variedad de galerías de arte. Los imprescindibles son el de Matisse, el de Marc Chagall, el de Arte Contemporáneo, el de Fotografía Charles Négre, el de arqueología Nice-Cimiez, el Masséna y el de Arte Naïf, entere otros.
Pero de ellos ya hablaremos en otra oportunidad.