Pasajes, el pueblo de colores que inspiró a Víctor Hugo

Separado de San Sebastián por un bello monte, Pasajes es el pueblo marinero de ensueño que enamoró a Víctor Hugo

Barrio de San Juan en Pasajes. Foto: Basquetour.

Con las primeras luces del alba, los trabajadores voluntarios de la Factoría Marítima Vasca Albaola de Pasajes se dirigen a un gran hangar en el que trabajan en una auténtica obra histórica y artística.

Se trata de la réplica de un típico ballenero vasco del siglo XVI, que está siendo creado en este museo utilizando las técnicas empleadas en la época. Poder admirar de cerca esa embarcación, y el resto de objetos de su colección, te da una idea de cómo era la vida de los marineros y de la importancia que los astilleros tuvieron en la historia de esta pequeña localidad cercana a San Sebastián.

Otro interesante museo marítimo es el Mater Museoa. En realidad, se trata de un museo ambulante, pues es un antiguo atunero de madera en el que se organizan actividades orientadas a promover la conservación de los mares, además de paseos por la costa y salidas para avistar cetáceos y otras especies.

Mater, Barco Museo Ecoactivo. Foto: Basquetour.

Pasajes: sabor marinero

Pero Pasajes – o Pasaia, en euskera – no sólo consigue enamorarnos con sus barcos, si no, quizás no hubiera retenido durante una temporada al genial escritor francés Víctor Hugo, quien eligió una preciosa casa típica del siglo XVII, situada frente al mar, para buscar inspiración y crear.

Hace unos años, esa casa se ha transformado en un pequeño museo dedicado al literato, reuniendo algunos de sus dibujos y relatos. En la actualidad, se están realizando obras para reformarlo.

En la Factoría Albaola se evocan grandes odiseas marítimas protagonizadas por los cazadores de ballenas y sus embarcaciones en el Nuevo Mundo

Si bien el Museo Astillero de Albaola se encuentra en el barrio de San Pedro, la casa-museo de Víctor Hugo se halla en el de San Juan.

Plaza de Santiago en San Juan (Pasajes). Foto: Basquetour

Y es que, Pasajes es un lugar peculiar hasta en su distribución geográfica, pues se encuentra dividida en cuatro barrios o distritos: San Juan, San Pedro, Trintxerpe y Antxo. Los cuatro se extienden entre los montes Ulia y Jaizkibel, a ambos lados de la bahía de Pasajes, donde se ubica el puerto comercial más importante de Guipúzcoa.

La gran mayoría de los sitios de interés se encuentran en los dos primeros, pudiendo cruzar de uno a otro a bordo de una pequeña embarcación a motor.

El viaje no dura más de dos minutos, pero posee un encanto especial, sobre todo cuando se realiza en sentido San Pedro-San Juan, pues tendremos las coloridas fachadas de las casas de la plaza de Santiago justo frente a nosotros.

Albaola, Factoría Marítima Vasca. Foto: Basquetour.

El centro neurálgico de San Juan

En verano, los chavales saltan al agua desde un pequeño muelle improvisado o juegan con la pelota esquivando las mesas y sillas de las terrazas de los bares. Unos bares en los que no podemos dejar de degustar la espectacular gastronomía de Pasajes.

Estando a orillas del mar, los pescados y mariscos son los principales protagonistas de la buena mesa de esta localidad. En el restaurante Ziaboga Bistrot, de larga tradición familiar, el fish & chips engaña con su nombre inglés, pues esconde un delicioso pescado del día rebozado.

Foto: Ziaboga Bistrot.

A unos pasos de la plaza, Casa Cámara es toda una institución en San Juan. Más de un siglo y cinco generaciones han sacado adelante un restaurante cuya estupenda carta de pescados y mariscos atrae a gourmets de todo el norte de España. Además de poseer una buena mesa, también disfruta de inmejorables vistas al puerto de Pasajes.

Comerse lo mejor del Cantábrico

Otro punto gastronómico imprescindible es la Kantina Alabortza. Para llegar a ella, tenemos que tomar la calle principal de San Juan -que en algunos puntos discurre bajo la arcada de las bellas e históricas casas-puente– en dirección a las aguas del Cantábrico, por el paseo de Bonanza.

Casa de Victor Hugo en Pasajes. Foto: Oarsoaldea Turismoa.

Así, bordearemos un tramo bellísimo de costa antes de llegar a esa cantina de ambiente desenfadado que dispone de mesas con inmejorables vistas a un mar en el que podemos ver cómo pasan, entrenando arriba y abajo, las traineras impulsadas por fuertes remeros y remeras.

En Alabortza, el plato estrella es la ración de sardinas a la plancha, seguido muy de cerca por los chipirones fritos. El atardecer es el mejor momento del día para tomarnos algo aquí.

Ese mismo sendero del paseo de Bonanza nos acaba llevando a la playa de Kalaburtza, un bonito –aunque pequeño, sobre todo cuando se da la marea alta– arenal que se halla bastante protegido de las grandes olas que suelen estar presentes en esta parte del litoral cantábrico.

Detalle fachada de la casa renacentista de los Miranda. Foto: Basquetour.

Qué ver en San Pedro

Regresando a San Pedro, no son pocos los amantes de la historia que visitan la casa natal de uno de los comandantes navales más famosos de España: el legendario Blas de Lezo.

La casa que fuera su hogar aún conserva su escudo de armas y se halla junto a la Cofradía de Pescadores.

Otro monumento reseñable cercano es la iglesia parroquial de San Pedro del siglo XV, que fue levantada gracias a las aportaciones de los marineros del pueblo. De la original iglesia aún se conserva el pórtico principal.

La iglesia parroquial de Pasai San Pedro. Foto: Basquetour.

El Monte Ulia y sus miradores

Aunque la gran mayoría de los viajeros llegan a Pasajes desde San Sebastián en coche hay una manera mucho más sana y bella de hacerlo.

Un sendero, de unos 6 km, une ambas localidades vascas. La ruta discurre por la exuberante naturaleza que cubre el Monte Ulia y se halla repleta de miradores que ofrecen panorámicas a bosques, faros, playas, acantilados, el mar y Donosti que resultarán difíciles de olvidar.

Bocana bahía de Pasajes. Foto: Basquetour.

Si no nos atrevemos con la ruta de ida y vuelta, siempre podremos optar por tomar el autobús que lleva desde el centro de San Sebastián a San Pedro y comenzar a caminar desde allí.

Quizás ese era el paseo matinal preferido de aquel francés que encontró en Pasajes un lugar bucólico en el que el rumor de las olas acompañaba los ondulantes trazos de la pluma sobre sus papeles. Solo Víctor Hugo sabe por qué cayó enamorado de ese Pasajes que para él no fue solo lugar de paso.

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