San Esteban, el pequeño gran tesoro de Muros de Nalón

San Esteban, en la costa asturiana, tiene grúas que hablan del carbón, restaurantes con lo mejor del Cantábrico y edificios llenos de historias por contar

San Esteban no es la típica villa marinera. Foto: Paco Currás | Turismo de Asturias.

Sabido es que Asturias es un Paraíso Natural, y lo es por sus bosques, playas y montañas. Pero no hay que olvidar que la historia del Principado ha estado íntimamente unida a las minas y al carbón, protagonistas de este breve relato.

Antes de entrar en materia, conviene mencionar algún bello paraje que lleva al que nos ocupa hoy. Conduciendo las curvas entre bosques frondosos por los que asoma el Cantábrico, al final de una de ellas, hay que frotarse los ojos para constatar que no es un espejismo la hermosa estampa del puerto de Cudillero con sus coloridas casas alzándose por el anfiteatro natural de la colina.

Tampoco hay que perderse la Playa de Aguilar, un lugar donde, con marea baja, los bañistas aparecen entre la neblina como sombras chinescas, se ven las rocas y esos secretos acuáticos que en cuestión de horas quedaran escondidos bajo las aguas de una playa que se ha convertido en otra.

Playa de Aguilar. Foto: Mampiris | Turismo Asturias.

Playa arriba está Azpiazu, perfecto para comer en un paisaje de bosques y hortensias con el sonido del mar como sintonía un sabroso arroz con bogavante o cualquier pescado recién sacado de las aguas.

En ruta de nuevo, al pasar por Muros de Nalón, capital del concejo homónimo, no queda más remedio que hacer un alto en el camino y tomarse una sidra en alguno de los bares de la Plaza del Marqués de Muros. Si es sábado, día del mercado, hay que comprar un cabrales o unas fabes de las buenas.

San Esteban

De Muros de Nalón nos dirigimos a San Esteban. Suponiendo que no se supiera nada sobre el pueblo situado a la izquierda de la ría del Nalón, al entrar se presentaría una impresionante estampa del paseo marítimo adornado por fascinantes grúas inglesas de la marca Babcock Wilcox, amarillas o rojas, entre cargaderos, viejos almacenes o el único remolcador que queda.

El Vaporín de San Esteban. Foto: Paco Currás S.L. | Turismo Asturias.

El remolcador El Vaporín de San Esteban se construyó en Darmouth en 1902, en los mismos astilleros del Titanic, Philip & Son Shipbuilders

Le llaman cariñosamente El Vaporín y siguió ejerciendo su oficio hasta los años 60. Hoy, de vez en cuando, aparece navegando entre las aguas de la ría como un recuerdo entrañable de los tiempos de gloria de San Esteban y un romántico alegato del buque más antiguo de Asturias que aún sigue bogando.

Hermosas casas de indianos en San Esteban. Foto: Gran Hotel Brillante.

Más allá del paseo marítimo, pueblo adentro, sus calles están pobladas por casonas indianas, palmeras y espléndidos edificios, como el de la Junta de Obras del Puerto, de ecléctico diseño de finales de los años 20.

También merece la pena detenerse en la Casa de Baños transformada en Comisaria, o la añil Casa Altamira, antigua vivienda del pintor Rafael Altamira Crevea.

La explicación de los llamativos testimonios férreos que le han merecido a San Esteban el título de Interés Histórico Industrial se remonta al año 1907 cuando el pueblo situado en la comarca del Bajo Nalón se convirtió en el primer puerto carbonero de España.

Espléndidos edificios y palmeras atestiguan un pasado de esplendor en Esteban. Foto: Gran Hotel Brillante.

En San Esteban se embarcaba el mineral que llegaba de las cuencas mineras de Quirós, Cangas de Narcea y Mieres a bordo del ferrocarril ‘El Vasco’ de la Sociedad de Ferrocarriles Vasco Asturiana. De allí el carbón partía hacia los Altos Hornos de Vizcaya.

Por el Hotel Brillante se paseaba la flor y la nata de Muros del Nalón en tiempos de máximo apogeo minero

De ciudad industrial a pueblo de veraneo

Ni que decir tiene que el movimiento de San Esteban atrajo a muchos visitantes que encontraban un motivo de interés profesional pero también lúdico en ese pueblo, con una gastronomía de primera que no ha cambiado.

El Gran Hotel Brillante mantiene el encanto de épocas pasadas. Foto: Gran Hotel Brillante.

Los mejores pescados como el rape, tan feo como delicioso y que aquí se denomina pixin, el rodaballo, la lubina, marisco recién cogido y, con suerte, hasta las célebres angulas que se pescan en su ría se encuentran en los restaurantes y bares de San Esteban, por ejemplo en el El Vaporín en plena Plaza de Altamira.

La joya de la hostelería fue y sigue siendo el Gran Hotel Brillante, nacido en 1905 y donde se alojaron figuras de la categoría de Joaquín Sorolla o Mariano Fortuny.

Foto: Gran Hotel Brillante.

Su remodelación en 2021 lo ha puesto al día en cuento a una mimada decoración y todas las comodidades. Famoso es su restaurante de estilo art dèco con un diez en gastronomía, al igual que sus vinos y su champagne Laurent Perrier del que es embajador el hotel. Encandila que, pese a todas estas novedades, El Brillante siga manteniendo ese encanto de otra época.

Por lo demás, San Esteban se ha convertido en un divertido pueblo de veraneantes en la estación estival que pasean por la mañana y entran en esa tienda que tiene de todo un poco, desde sedal de pesca, lotería, cajitas de conchas, faros de luz, hasta ropa interior o zapatillas.

Senda de los Miradores. Foto: Pelayo Lacazette | Turismo Asturias.

Después se van a su playa, la del Garruncho, o a una de las muchas cercanas, como la hermosísima de Aguilar, a pasear por el monte o incluso a hacer la Ruta de los miradores con vistas que cortan la respiración desde el Mirador de La Atalaya, el de Los Glayos, o el del Alto de las Llanas.

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