Planes para seguir las huellas de la Belle Époque en Santander

Este camino por La Magdalena y El Sardinero combina los paseos por parques y costas con el descubrimiento de la historia más señorial de Santander

El Palacio de la Magdalena, el mejor representante del estilo Belle Époque. Foto Katia de Juan | Unsplash

La elección de la familia real española de Santander como sitio de vacaciones en el primer tercio del siglo XX llevó a convertir a la capital de Cantabria en el destino favorito de la aristocracia y la alta burguesía nacional, que ha dotado a esta ciudad de grandes palacios, paseos y numerosos rincones que conservan su aire señorial.

Este es un paseo donde la historia marida con los paisajes, una interesante opción para estos días invernales en que de las playas cántabras solo queda la contemplación.

La península y el palacio de La Magdalena

La Avenida Reina Victoria es el kilómetro cero de este circuito por La Magdalena y El Sardinero. Se trata de una elegante arteria para conectar la Primera Playa con el centro, donde las familias compitieron en estatus e influencias levantando casonas, palacetes y hoteles de lujo; en un espectacular entorno dominado por la bahía de Santander.

Este sector está resguardado por la Península de la Magdalena, que rodea las playas homónimas y Bikini, en un parque de 24,5 hectáreas dominado por el palacio que da nombre a este rocoso accidente geográfico.

Esta era la antigua residencia de verano de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de 1913 a 1930. Este edificio de aires ingleses es uno de los mejores ejemplos de arquitectura civil del norte de España, cuyo antiguo esplendor se ha recuperado y se puede conocer en la zona museística.

La península de la Magdalena, con el palacio en la parte superior. Foto Willian Justen de Vasconcelos – Unsplash

Actual sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, durante el año varios de sus espacios como el hall real, el comedor de gala, el salón de baile, la sala Riancho o la Bringas se usan para eventos académicos, culturales o bodas.

Las playas hacia El Sardinero

Al rodear el palacio, desde la fachada noreste, se divisa la Isla de Mouro y su emblemático faro construido en 1898 para alertar a los barcos de la llegada al puerto de Santander; y del otro lado, se ve la lengua de arena de la playa del Camello, continuada por la playa de la Concha, donde unos interesantes jardines reemplazan a la antigua ermita de San Roque.

El Gran Casino Sardinero es uno de los mejores ejemplos Belle Époque de Santander. Construido en 1916, estuvo en funcionamiento hasta 1939. En 2001 se reabrió tras años de decadencia y altibajos, donde funciona una sala de exposiciones, una cafetería y una sala de fiestas.

El Gran Casino Sardinero es uno de los mejores ejemplos de arquitectura Belle Époque de Santander

A los pies del Gran Casino se encuentra la Plaza de Italia, uno de los espacios favoritos de los santanderinos -sobre todo en verano-, y a los pies, se despliegan las playas Primera y Segunda de El Sardinero, que un siglo atrás estaba dividida entre el sector para la burguesía y el destinado al público popular.

El Gran Casino Sardinero. Foto Andrés Alvarado – Flickr

Jardines y pulmones verdes

A un lado del casino surge una cuesta que lleva a los Jardines de San Roque, tapizado de pinos en unas pendientes pronunciadas, y desde donde se puede ver el palacio Los Pinares, diseñada por Valentín Lavín Casalis, fastuoso ejemplo de arquitectura montañesa.

Otros jardines que recuerdan a aquellos años de esplendor en Santander son los de Piquío, dueño de un mirador que permite atrapar una de las mejores panorámicas de la ciudad.

Deportes y arte

El paseo sigue en dirección al oeste, donde tras pasar por el estadio de El Sardinero (donde juega el Real Racing Club de Santander) se divisa el Palacio de Exposiciones, un edificio vanguardista de 4.600 m2 que presenta una variada agenda de eventos cultural, ferias y exposiciones.

Palacio de Los Pinares. Foto Wikipedia

El Palacio de Deportes, con su curiosa forma de ballena, invita a conocer la historia del deporte en Cantabria a través de trofeos, objetos y equipaciones donadas durante generaciones.

Numerosos palacetes y casonas fueron construidas por la aristocracia y burguesía española cuando la Casa Real adoptó Santander como sitio de vacaciones

La furia del Cantábrico en invierno. Foto José Miguel | Fotografía Nocturna – Flickr

Detrás está uno de los pulmones verdes más importantes de la ciudad, el Parque de las Llamas, con 11 hectáreas en las que hay un sector destinado al refugio de aves migratorias.

Miradores y faros

Desde aquí se suceden los puntos panorámicos y los parques costeros, cada uno digno de ser visitado. Está el Mirador de García Lago con sus perspectivas de El Sardinero, la Senda de Mataleñas que conduce al recomendado Cabo Menor y al parque homónimo y el Cabo Mayor donde se levanta un faro de 30 metros que aloja un centro de arte; una interesante metáfora de cómo el arte sigue iluminado a una de las ciudades más interesantes de España.

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