Utrera, la ciudad sevillana que suena a flamenco y campanas y sabe a mostachones y anís

Cuna de gigantes del flamenco y de campaneros que llevan 500 años haciendo acrobacias en las alturas, Utrera es también hogar de imponentes casas-palacio, retablos barrocos y los dulces más famosos de la provincia de Sevilla

Las campanas de Santa María de la Mesa rivalizan con las de Santiago en Utrera. Foto: Turismo de Andalucía.

El pasado 30 de noviembre la UNESCO declaraba el toque manual de campanas español Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Entre los representantes de este arte que ha formado parte de la banda sonora de pueblos y ciudades españoles durante siglos, subieron al escenario de la ciudad de Rabat, donde se reunía el comité, campaneros de Palencia, Albaida (Valencia), Zamora y también Utrera, la ciudad sevillana donde los maestros no solo hacen sonar los bronces, sino que los saltan y los ponen en balanza en los repiques protagonizando auténticas acrobacias.

En lo alto del campanario de la iglesia de Santiago el Mayor están algunas de las famosas campanas de Utrera que, desde hace más de 500 años, acompañan con un idioma propio la vida en este municipio asentado entre las marismas del Guadalquivir y la campiña sevillana.

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La Asociación de Campaneros de Utrera es la guardiana de este arte, reconocido ahora como un lenguaje propio (además de llamar a la liturgia, y esto lo sabe cualquiera que tenga pueblo, las campanas se han usado hasta hace no tanto tiempo para avisar de incendios, de fallecimientos o para marcar el arranque de las fiestas patronales) también la responsable de transmitirlo de generación en generación.

Campana de la iglesia de Santiago. Foto: Prodetur.

En este campanario, pero también en el de Santa María de la Mesa, a cada campana se la conoce por su nombre propio – la Gorda, la Alegría, la Risueña o la Primera-. Sobre ellas, a entre 30 y 50 metros sobre el suelo, aprenden a volar los campaneros con una destreza de vértigo y muchas horas de práctica hasta conseguir ser reconocidos como mochuelos (los de Santiago) o quícalos (los de Santa María). El pique entre ellos pone una pizca más de sal al espectáculo y la pasión con la que se vive el toque de campanas.

Utrera por bulerías y soleás

La de las campanas no es, sin embargo, la única banda sonora de Utrera. Cuna de enormes artistas flamencos como Fernanda y Bernarda, Bambino, Enrique Montoya, Gaspar de Perrate o Inés de Utrera, Ramón Priego o Pitín de Utrera, el flamenco aquí es una manera de encarar la vida.

De hecho, utrerano es el primer y más antiguo festival de flamenco del país, el Potaje Gitano. La primera edición, que surgió de forma casi espontánea durante una comida de la Hermandad de los Gitanos, se celebró en 1957. Desde entonces, cada último fin de semana de junio se reúne lo mejorcito del cante, el toque y el baile de este arte que también está declarado por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Monumento a Fernanda y Bernarda en Utrera. Foto: Prodetur.

En cualquier momento del año, sin embargo, se puede asistir a espectáculos flamencos en Utrera. Uno de los últimos espacios en abrir sus puertas para acoger estas iniciativas es Fetén La Casa del Arte (Ponce de León, 2) que además de escuela organiza conciertos, encuentros y todo tipo de actividades culturales y artísticas.

Taconeos y acordes de guitarras, voces rasgadas y mucho arte se escuchan también entre los arcos del patio barroco del Palacio San Fernando. En el corazón del casco histórico de Utrera, esta casa-palacio del siglo XVIII abrió en 2020 sus puertas como un coqueto hotel con 12 habitaciones, todas ellas diferentes, así como una azotea perfecta para tomar un cóctel mientras cae el sol y se disfruta de las vistas.

Además de clases de yoga, encuentros literarios o presentaciones de libros, se pueden organizar cenas con espectáculos privados de flamenco para disfrutar de una experiencia íntima de conexión con este arte que alcanza en Utrera su máxima expresión.

Foto: Palacio San Fernando.

Barroco en Utrera

En la provincia de la Campiña sevillana, la estratégica posición de Utrera logró convertirla, en 1860, en cruce de caminos entre los dos primeros trazados de ferrocarril que recorrieron el sur de España, donde hay que buscar el origen de un periodo de pujanza que se ha sustentado tradicionalmente en la agricultura y la ganadería.

De hecho, Utrera es también el origen la cría del toro de lidia y las primeras ganaderías de la tauromaquia. Por eso se la conoce como la Cuna del Toro Bravo. En la Casa de la Cultura (Rodrigo Caro, 3), en un antigua casa-palacio del siglo XVIII que fue residencia de los Marqueses de Tous, se puede ver, además de dos hermosos patios barrocos, un homenaje a las primeras ganaderías utreranas, Vistahermosa, Vázquez y Cabrera.

Santa María de la Mesa. Foto: Turismo de Andalucía.

El poderío económico de la ciudad, pero también el genio y el brío, pueden rastrearse en sus principales edificaciones, como la iglesia de Santa María de la Mesa con su torre de 60 metros de altura (la más alta de la ciudad), que tiene en la Puerta del Perdón uno de los ejemplos más bellos del Renacimiento en Andalucía.

En la de Santiago el Mayor, sin embargo, destacan las capillas barrocas.

Muy próximo, sobre un cerro natural, se ubicaba el castillo medieval construido sobre una anterior torre árabe del que hoy solo quedan restos como la torre del homenaje y la plaza de armas.

Iglesia de Santiago. Foto: Prodetur.

Una extravagancia con salones pompeyanos y chinescos

También merece una visita el antiguo palacio de los Condes de Vistahermosa, hoy sede del Ayuntamiento (Plaza de Gibaxa, 1), de hermosa portada rococó de 1730.

El hogar de esta familia, creadora del encaste del que procede el 99% de la ganadería taurina actual, pasó en el siglo XIX a manos de los Cuadra, un linaje de indianos retornados con fortuna y convertidos en mecenas de la ciudad, responsables desde el alcantarillado a la construcción de teatros y otras instalaciones.

Los Cuadra convirtieron también esta casa palacio en una de las residencias más opulentas y extravagantes de Andalucía. Viajados, remodelaron las estancias para instalar salones como el Pompeyano, con mármoles traídos de Carrara, el Chinesco, el más sobrio Renacentista Alemán o el fastuoso salón Árabe o de los Espejos.

Casa Palacio de los Condes de Vistahermosa. Foto: Prodetur.

Las visitas, gratuitas, pueden realizarse por libre o bien guiadas por personal de Turismo del municipio (los fines de semana también teatralizadas).

Un hospital con muchas vidas

El artesonado mudéjar del Convento de las Madres Carmelitas y la original planta elíptica de la Iglesia de los Dolores, una rara avis del barroco sevillano, son otros lugares que no hay que perderse, como tampoco el Hospital de la Santa Resurreción.

Fundado en 1514 por Catalina de Perea, que tuvo que llegar hasta el Papa para conseguir la bula que le permitiera gestionarlo con independencia de los varones de su familia, es una de las instituciones benéficas más antiguas de Europa que sigue activa cinco siglos después.

Hospital de la Santa Resurrección, Utrera. Foto: Prodetur.

Cerrado como geriátrico en 2006, ha sido remodelado y recientemente reinaugurado como museo y, en lugar de acoger enfermos y desvalidos hoy se dedica a contar su historia mientras permite disfrutar de instalaciones como la capilla con impresionante retablo barroco, el archivo, en la antigua sacristía, o la enfermería, presidida por una talla del Crucificado de la Disciplina y el retablo de Santa Bárbara.

El Callejón del Niño Perdido

La ruta puede continuar hacia el Callejón del Niño Perdido. Una puerta en cuyo dintel encontramos dos cochas y una cruz da acceso a la que fuera la antigua judería de Utrera, con su sinagoga transformada después en hospital.

Quizás su evolución posterior a casa de expósitos donde iban a parar los niños abandonados dio origen al nombre actual del callejón, en el que podemos ver el retablo cerámico del Niño Perdido.

Los estudios arqueológicos de la zona también han indicado que este callejón fue utilizado en su día como cementerio.

Callejón del Niño Perdido. Foto: Mar Nuevo.

Sí hay certezas, sin embargo, que aquí tenía una casa la familia de Enrique Montoya al que muchos han visto toar la guitarra en la puerta.

En el número uno de la estrecha callejuela se ubica otro templo, en este caso gastronómico: Besana Tapas. Daniel León es el chef y propietario de un establecimiento con mucho duende y autor de platos ya icónicos como las mollejas de ternera o las croquetas de calamares en su tinta.

Muy recomendables los waffle de patatas bravas y el brioche de cola de toro con su propio jugo, rúcula y queso ahumado para acompañar, por ejemplo con un vino de Lebrija.

Croqueta de calamar en su tinta en Besana. Foto: Mar Nuevo.

Ruta del sabor dulce en Utrera

Aunque si nos dejamos llevar por el sabor, es posible que el dominante en Utrera sea más bien el dulce.

De gran tradición en confiterías y pastelerías (un buen puñado se extienden en torno a la plaza del Altozano), si hay un dulce que defina a esta ciudad son los mostachones. Desde 1880 elaboran en Diego Vázquez (Plaza del Altozano, 5) este bizcocho esponjoso, plano y redondo, elaborado tan solo a partir de tan solo huevos, harina y azúcar.

Aunque el origen de la receta parece ser árabe, fueron las monjas clarisas quienes, en el siglo XIX, popularizaron la receta.

Mostachones Diego Vázquez. Foto: Mar Nuevo.

Los de Diego Vázquez, muy famosos porque se vendían a bordo del ferrocarril, son toda una institución. En su confitería está a punto de abrir sus puertas un museo dedicado al mostachón, donde se relata la historia del dulce ligado a la de la familia, que va ya por la quinta generación, y que se acompañará de cursos de postres, chocolates y, por supuesto, todo tipo de eventos en torno al mostachón.

Pero no solo de mostachones vive Utrera; tanto en esta como en otras pastelerías se ofrecen también bizcotelas, lenguas y palos de nata, brazos de gitano y todo tipo de dules árabes que muchos disfrutan acompañado del anís dulce La Flor de Utrera, que tiene su destilería también en la localidad sevillana.

a.
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