Descubriendo los faros más remotos del mundo

El ‘Breve atlas de los faros del fin del mundo’ recopila las historias de estos solitarios vigías ubicados en islas, peñones y las costas más solitarias del planeta

Faro de Rubjerg Knude. Foto Magnetism

Los faros son mucho más que infraestructuras con una potente luz que guía a los barcos. Son estructuras que guardan fascinantes historias de soledad, rescates heroicos, locuras, crímenes y viajes épicos.

Estos vigías solitarios se encuentran en sitios de orografía imposible, en peñascos castigados por las olas, en islas minúsculas o en acantilados sin un alma en kilómetros a la redonda.

Faro de Columbretes, frente a Castellón. Ilustración José Luis González Macías.

Vigías en la soledad

Son sitios que parecen olvidados de la mano de Dios, parajes a los que solo se puede acceder cuando el mar da permiso o en rincones que nadie parece saber de su existencia.

Muchos de ellos se descubren en el interesante Breve Atlas de los Faros del Fin del Mundo (Editorial Menguantes), una recopilación de historias e ilustraciones realizadas por José Luis González Macías; y que el Ministerio de Cultura y Deporte le otorgó el premio al Mejor Libro Editado del 2020.

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Cuando uno piensa en la expresión “Faro del fin del mundo” recuerda al que inspiró a Julio Verne para crear una de sus últimas novelas.

El faro que inspiró a Julio Verne fue reconstruido en 1998 en la remota Isla de los Estados a instancias de un explorador francés

Este no estaba en su país Francia ni en Europa, sino a 13.000 kilómetros, en la remota Isla de los Estados, una formación rocosa de 65 km de largo frente a Tierra del Fuego.

El auténtico faro del fin del mundo

Perpetuamente castigada por vientos bíblicos, la caseta de madera que contenía una linterna a 6,5 metros de altura funcionó entre 1884 y 1902. Este faro, el de San Juan de Salvamento, fue reconstruido a iniciativas del aventurero francés André Bronner que, casi un siglo después, se encontró con su kayak a la deriva en las aguas heladas del Atlántico Sur.

Así podemos visitar una réplica en un museo de Ushuaia, otro en el puerto de La Rochelle (hogar de Bronner) y el citado faro resucitado en las rocosas soledades de la Isla de los Estados.

El faro de San Juan de Salvamento. Ilustración José Luis González Macías

La extinción de un oficio heroico

Esta es una de las historias curiosas que desgrana González Macías en su libro, como una forma de homenajear a estas centinelas de luz que, por los avances de la tecnología en los sistemas de navegación, se están abandonando o transformando en hoteles o restaurantes.

Hace años que los fareros corren peor suerte. La automatización de las linternas ha llevado a este oficio a la extinción. Pero quedan sus historias, que son más fascinantes que cualquier ficción.

Historias únicas

Por ejemplo, entre los faros españoles, está el de Buda, en el Delta del Ebro, que descansa en el fondo de mar tras ser arrastrado por una tormenta.

Faro de Buda, en el Delta del Ebro. Ilustración José Luis González Macías

O el de la isla de Columbretes, frente a Castellón, que era un destino tan duro que algún farero prefirió quitarse la vida antes que ser destinado allí.

Algunas historias muestran hasta qué punto las duras condiciones de vida en los faros pueden llevar a la tragedia. Cómo la del farero de Clipperton, en Polinesia Francesa, que convirtió la estructura en un reino de esclavitud y terror para las mujeres que vivían allí.

O el de Smalls, en un peñón frente a Gales, donde los conflictos y muertes entre los cuidadores inspirarían la dura película The Lighthouse.

Hay faros que cargan con historias de desapariciones misteriosas que parecen cuentos de casas embrujadas, como el de las islas Flannan, en las Islas Hébridas; o el de Great Isaac Cay, en Bahamas.

No solo es un libro de faros: en sus páginas se describen historias curiosas, trágicas y de proezas humanas realizadas por los anónimos trabajadores de estos centinelas del mar

Otros que tienen un historial de sucesos trágicos, como los de Rocher aux Oiseaux (Québec) y Elder Rock (Alaska), que parecieran que cargan con una siniestra maldición a sus espaldas.

El libro es acompañado por datos técnicos y reproducciones de cartas náuticas. Imagen: Editorial Menguantes

Proezas y curiosidades

Pero también hay relatos de proezas al límite de la resistencia humana, como los 18 rescates que hizo Ida Lewis desde el faro de Lime Rock, en Rhode Island (EEUU), el primero de ellos cuando tenía 12 años.

En las páginas de este atlas, todos ilustrados con pintorescas cartas náuticas que precisan la ubicación de estas estructuras, se describen historias curiosas como el faro de Rubjerg Knude (Dinamarca) que tuvo que desplazarse en rieles antes que sea devorado por las dunas.

Las olas castigan el faro de Jument. Foto Ronnan Folic | Flickr

O el de Jument, en la Bretaña, que se hizo famoso gracias a la foto del instante en que el farero estuvo a punto de ser arrastrado por una ola de 24 metros.

Es que el libro va de faros, es cierto, pero como dice González Macías, también se puede tomar como un compendio de historias que “reflejan la condición humana, de cuestionarnos acerca de la experiencia de vivir en soledad, de reconocer la dependencia de los demás en el reto de la supervivencia, de explorar las miserias y las grandezas a las que podemos llegar en situación extremas”.

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