Cuando la geografía del mundo se vuelve loca
Desde países que no existen hasta otro que no permite animales hembra, del hotel dividido por una frontera al que se convirtió en territorio soberano por unas horas. Conocemos más divisiones absurdas, enclaves insólitos y otras rarezas de la geografía

San Marino, una rareza geográfica que data de la Edad Media. Foto Editorial Jonglez
Los ríos, montañas y mares han servido para precisar las fronteras entre tribus, reinos y estados a lo largo de la historia. Pero no siempre la geografía encaja con los deseos de los pueblos y sus gobernantes, y es así que el mundo está lleno de sorpresas.
Unas 60 de ellas se describen en el divertido Atlas de las curiosidades geográficas (Editorial Jonglez), de Vitali Vitaliev; que invita a viajar por el mundo para descubrir historias que oscilan entre el absurdo, la paradoja y la sorpresa.
La máquina del tiempo de Australia
Por ejemplo, si nadie inventó la máquina del tiempo, en Australia se puede saltar fracciones de media hora con poner un pie en el pueblo de Broken Hill o en el de Eucla; que tienen un huso diferente al de la región que los rodea.
El mundo está lleno de enclaves, exclaves y otras rarezas de la geografía. Por ejemplo, está la bahía de Guantánamo de soberanía estadounidense en territorio cubano.
¿Pero alguien sabía que el Cayo Ernesto Thaelmann, en esa isla, fue un regalo de Fidel Castro a la República Democrática Alemana, y ahí quedó en un limbo jurídico cuya soberanía nadie se atreve a discutir?
Soberanías fantasmas y reclamos polémicos
Como tampoco nadie en Moldavia quiere escuchar hablar a la autoproclamada República de Transnistria, hablar de independencia; por lo que sería un país que no existe, argumenta el autor.
Hay dos poblaciones de Australia que al poner un pie en ellas hay que cambiar los relojes media hora
Más suerte tuvieron en Abjasia, al noroeste de Georgia, antiguo destino de vacaciones de la élite soviética que se proclamó independiente y solo fue reconocido por seis estados, entre ellos Rusia (obviamente) y Siria; casi los mismos que son los únicos que avalan la existencia de Osetia del Sur, en el mismo país del Cáusaco.
Estos enclaves, como los de Nagorno-Karabaj o el de Najicheván, disputados por Armenia y Azerbaiyán, también fueron una constante moneda de cambio por las continuas guerras y tensiones políticas.
Nada que ver con la región de Bir Tawil, en la desértica frontera entre Sudán y Egipto, que ninguno de los dos quiere para no renunciar al cercano triángulo de Hala’ib, que por lo menos tiene salida al Mar Rojo.
Los enclaves más absurdos
Entre los enclaves más curiosos se pueden citar el de Büsingen am Hochrhein, una población políticamente alemana pero económicamente regida por Suiza: allí uno puede cobrar en francos suizos y pagar impuestos en euros, entre otros dolores de cabeza (y bolsillos) burocráticos.
O el pueblo de Baarle, dividido por la línea de puntos entre Bélgica y Países Bajos, donde hay casas con la puerta delantera en un estado y el patio en otro.
“La frontera de Baarle es como el electrocardiograma de un paciente al borde de un infarto, saltando sin pensar entre calles y plazas, atravesando casas, oficinas y pubs, diseccionando incluso el vertedero”, apunta Vitaliev.
Pero nadie le gana al rompecabezas de Dahagram-Angarporta, un complicado mosaico de 198 enclaves y metaenclaves (y hasta meta-metaenclaves) entre India y Bangladesh que data de las guerras entre nobles mongoles y el reino de Cooch Behar, de 1713. Por suerte en 2015 los dos países firmaron un acuerdo para solucionar esa galimatías geográfica.
Curiosidades y chistes de la geografía
Hay historias curiosas como la de la Suite 212 del hotel Claridge’s de Londres, que el día 17 de julio de 1945 se convirtió efímeramente en territorio soberano de Yugoslavia para que el príncipe heredero Alejandro II pudiera nacer en su país.
Es la misma fórmula que dos años antes había aplicado la sala de maternidad del Ottawa Civic Hospital, en Canadá, para que la princesa neerlandesa Margarita no tuviera la doble nacionalidad (que la dejaría fuera de la sucesión de la casa de Orange).
En el Canal de la Mancha está la isla de Sark una pequeña formación que pertenece a Gran Bretaña pero políticamente no es del Reino Unido
Hablando de Londres, por un anacronismo del s.XVI el callejón Ely Place, en Cambridgeshire es de propiedad privada y geográficamente no pertenece a la capital británica.
Como también es anacrónica la existencia de Sark, una isla del Canal de la Mancha con 500 habitantes que geográficamente forma parte de Gran Bretaña pero políticamente no pertenece al Reino Unido. Este fue el último estado feudal del mundo, donde el Segnieur dicta sus propias leyes (como la que prohíbe tener perras sin castrar) y su propio dinero.
Órdenes religiosas y estados machistas
En Roma hay dos palacios de la única organización privada del mundo que tiene los mismos privilegios de un estado: embajadas, estatus de extraterritorialidad e inmunidad diplomática.
Se trata de la Orden de Malta, que durante siglos tuvo el gobierno de la pequeña nación al sur de Sicilia y cuyas embajadas tienen relaciones con 104 países.
Si creen que el Vaticano es un estado machista porque ninguna mujer ocupa cargos jerárquicos, tengan en cuenta que el Monte Athos, en la península de Tesalónica, es un estado monástico ortodoxo semiindependiente separado de Grecia por un muro y donde solo pueden entrar hombres y animales machos.
Sitios remotos
En el Atlántico encontramos algunos de los sitios poblados más remotos del mundo, como la isla de Tristán de Acuña (a 2.000 km del vecino más próximo) o la de Santa Helena, que a pesar de soberanía británica hay varios edificios y terrenos que totalizan 14 hectáreas que pertenecen a Francia. ¿La razón? Porque un tal Napoléon murió allí en 1821, exiliado por la Santa Alianza que lo derrotó.
La muerte de Napoleón llevó al estado francés a comprar y dar su soberanía a 14 hectáreas de terrenos y edificios en la isla británica de Santa Helena
Curiosidades de España
Y también hay un par de capítulos dedicados a España, como los dedicados a los enclaves de Ceuta y Melilla en territorio africano -a los que cabe sumar las islas Chafarinas, las Alhucemas y el Peñón de Vélez de la Gomera, con su frontera de 85 metros- y el de Llívia que está en Francia pero pertenece a Cataluña.
Y también está la curiosa Isla de los Faisanes, que salomónicamente pertenece a Francia y otros seis a España, ubicada cerca de la desembocadura del Bidasoa.