48 horas en Navacerrada: gastronomía, rutas de montaña y un fantástico hotel alpino

En la sierra de Madrid, Navacerrada se postula como la escapada perfecta para recibir el invierno, desconectar y disfrutar de su gastronomía y rutas de montaña

Navacerrada, la escapada invernal a 50 km de Madrid. Foto: Comunidad de Madrid.

La Comunidad de Madrid puede parecer pequeña en extensión. ¿Es posible irse de escapada sin abandonarla? Lo es y más si lo hacemos para buscar huir del asfalto y del bullicio que caracterizan a la capital no solo en estas fechas. Madrid tampoco tiene playa, pero lo compensa con altas dosis de montaña y de pueblos coquetos en los que perderse. Alcalá de Henares, Aranjuez, San Lorenzo de El Escorial, Chinchón, Buitrago del Lozoya… y también los que se encuentran en la sierra de Madrid.

Entre ellos un tesoro, el pueblo de Navacerrada, que toma el nombre del mismo puerto de montaña que ya empieza a acumular las primeras nieves del año. A apenas unos 50 minutos del centro de la capital y con alrededor de 3.200 habitantes, esta localidad demanda una escapada calmada y con tiempo suficiente.

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Nieve, aventuras de montaña y un valle de infinita belleza

Navacerrada es un pueblecito con encanto, con todo lo que se puede esperar de un refugio en plena montaña. ¿Sabías que su estación de esquí fue una de las primeras de todo el país? Nacía a finales de los años 40 a 1858 metros de altitud, en el puerto más alto de la Sierra de Guadarrama.

Puerto de Navacerrada.

En 1902, con la inauguración del tren que comunicaba Madrid y Segovia, esta zona empezó a tomar auge y ya se conservan datos que constatan que, ya en 1908, muchos madrileños se trasladaban allí para disfrutar de la nieve, llegando incluso a fundar el primer club de esquí de la zona. Con la caída de los primeros copos, prevén abrir pronto sus puertas para seguir acogiendo forofos de este deporte, que podrán deslizarse por nada menos que diez pistas con diferentes niveles de dificultad.

Si la nieve es uno de los grandes reclamos de esta época, la montaña y sus rutas hacen el resto. Una de las más afamadas es el Camino Shchmid, un itinerario que enlaza el Puerto de Navacerrada con Cercedilla y atraviesa la ladera junto a los Siete Picos, la cadena montañosa límite entre Madrid y Segovia.

Otra de las destacadas es la que sube a la popularmente conocida como Bola del Mundo, de dificultad moderada, ya que sube hasta el Alto de Guaramillas, a 2275 metros de altitud.

Los Siete Picos. Foto: Javier Blanquer | Comunidad de Madrid.

Algo más tranquilos y fáciles son los caminos de la Dehesa de la Golondrina, rodeado de bosques de robles y encinas, o el valle de La Barranca, uno de los más hermosos, que termina con las vistas a un frondoso pinar sobre el embalse del Ejército del Aire.

El paseo guarda con recelo hasta su lugar más inquietante, al que los miedosos es mejor que ni se acerquen. Se trata de un antiguo hospital para tuberculosos, el Sanatorio de La Barranca, que más tarde funcionaría como psiquiátrico, ahora abandonado.

Hace ya años que la Comunidad de Madrid anunció sus planes para convertirlo en Parador Nacional, pero de momento, sigue a la espera con miles de leyendas que asustarían hasta al más escéptico.

Cocina de alta montaña

Mover el cuerpo abre el apetito y, por ello, Navacerrada también es un destino perfecto para foodies. Una de las partes centrales de su propuesta son los restaurantes tipo asador. Y no podía ser de otra manera porque en la sierra de Guadarrama se da una de las mejores carnes de toda la comunidad.

Foto: Terraza Jardín Felipe.

La puedes degustar en espacios como La terraza – Jardín Felipe (Mayo, 4), uno de los clásicos del pueblo, abierto desde 1990, donde elaboran cortes de carne y asados como la paletilla de lechal o el cochinillo al horno.

No le queda a la zaga El Portillón (Paseo de los Españoles, 5). Te enamorará la rusticidad del lugar y caerás a los pies de sus cocina tradicional. ¿Los platos estrella? Las croquetas cremosas de trufa o roquefort, las brochetas de verduras, los judiones y las carnes a la brasa.

Con su ambiente montañero, Navacerrada también tiene opciones para trasladarte a lugares que recuerdan a Suiza en un abrir y cerrar de ojos. Eso es lo que pasa cuando reservas en La Petit Raclette (Travesía de las Huertas, 6), un restaurante familiar especializado en carnes a la piedra, raclettes y fondues.

Foto: La Petit Raclette.

Aquí podrás degustar la auténtica raclette suiza que acompañan de embutidos, pepinillos y patatas y carnes como el lomo de buey o wagyu, que llegan crudas a la mesa junto a una piedra caliente para que seas tú el que le de el punto que desees.

¿Un perrito caliente o unos tequeños? Si buscas cocina más informal e ideal para toda la familia, la encontrarás en Palique (Dr J González Villasante, 10) donde cocinan tacos, hamburguesas y nachos, todo ello casero.

Foto: Palique Navacerrada.

Un restaurante gastronómico

El punto más gastronómico lo pone el restaurante Carande. Formado en Zuberoa, Carlos Carande abrió hace algo más de un año su propio espacio en la plaza del pueblo. Su cocina habla de la tierra y de la zona donde se encuentra, pero también suma influencias vascas, francesas y hasta japonesas.

¿Los platos imprescindibles? El mi-cuit de pato sobre caramelo de Oporto y la alcachofa a baja temperatura con muselina de lima y ceviche de vieiras como entrantes. Para seguir, prueba su lomo de rodaballo braseado con salsa de jengibre y trigueros, el solomillo de la sierra de Guadarrama con su jugo o el pichón asado con endivia roja braseada. Saldrás de allí con ganas de volver.

Rodaballo. Foto: Carande.

Box Art Alpino, el nuevo hotel-destino de Navacerrada

Tras sucumbir a los encantos culinarios de este coqueto pueblo toca buscar descanso. Para ello ponemos rumbo al hotel boutique Box Art Alpino, abierto hace apenas unos meses y casi un destino en sí mismo porque entre sus paredes concentra relax, gastronomía y buena hotelería.

Se trata del segundo proyecto de Pilar Guillén y Ángel García tras su establecimiento en el cercano pueblo de Collado Mediano. Para esta novedad, siguen las máximas del anterior, el hotel Torre Box Art, pero con ligeras diferencias. Si el primero es un reducto de apenas 7 habitaciones, en este han crecido en espacio, llegando a sumar hasta 23.

Cuando llegues, creerás que estás en una casita de los Alpes y esa es la primera impresión que da su exterior, concebido a modo de chalet en plena montaña.

Foto: Box Art Alpino.

En el interior, se cuela la luz a raudales y el diseño minimalista toma el espacio, con materiales a la vista.

Lo que sí comparten ambas propiedades es su simbiosis con la naturaleza que lo domina todo y es lo único que divisas a través de sus grandes ventanales.

Las habitaciones son todas diferentes y ofrecen todo lo necesario para asegurar el tan preciado descanso que añoramos. Algunas suman bañera, otras terrazas y las del último piso, techos abuhardillados.

La naturaleza se cuela en cada rincón del hotel. Foto: Box Art Alpino.

Los espacios comunes también están a la altura. Desde la sala en la que por las tardes encienden la chimenea y donde se pueden degustar vinos y destilados, además de una carta de picoteo, hasta su coqueto spa, con jacuzzi, sauna y salas de masajes.

Otra de sus joyas es el restaurante Cedro, que opera bajo la batuta del chef Rubén Amro y donde se ofrece una cocina basada en el producto de kilómetro cero pero que no renuncia a un punto viajero.

De su carta destacan platos como el bocadillo de calamares hecho al revés, la mousse de castañas con alcachofa crujiente y foie y platos principales como el besugo a la madrileña o el pichón asado que acompañan con pera especiada y ñoquis de polenta. No querrás marcharte nunca de allí…

a.
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