El independentismo se pone a prueba y se queda donde estaba: por debajo de los dos millones

Mas emplaza a Rajoy a tener en cuenta la participación, pero el Gobierno no quiere un interlocutor que ha ignorado al Estado forzando una consulta "suspendida"

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La consulta, o el “proceso participativo” según el Govern de la Generalitat, o el “acto de propaganda carente de validez”, a juicio del Gobierno español, ha concitado la participación de más de dos millones de catalanes, unos 2.250.000, según anunció la consellera de Governació, Joana Ortega, haciendo una proyección con casi el 90% escrutado.

En su mayoría a favor del sí a la independencia, aunque también participó un meritorio porcentaje en contra, dando legitimidad a los organizadores de la consulta. Los votos a favor del sí-sí, a favor de constituir un estado, y que ese estado sea independiente, alcanzó el 88,44%, con 1.649.239 votos. El sí-no, logró el 10%, con 206.599 votos. Y el no, en la primera pregunta, –lo que indica un apoyo al actual status quo, consiguió el 4,55%, unos 92.939 votos.  

Con todo tipo de inconvenientes, con menos mesas y locales electorales que en unas elecciones al Parlament de Catalunya, y con la incertidumbre de que se pudiera anular en el último momento por parte de la Fiscalía, el Govern de Artur Mas calificó la jornada de “éxito total”.

Pero el resultado favorable al soberanismo representa entorno al 33% del total de los catalanes que podían haber participado. ¿Es mucho, es indicativo de un cambio de rumbo?

Apoyo similar a las elecciones de 2012

El soberanismo ha ido copando la agenda política catalana en los dos últimos años, gracias al Govern de Artur Mas, y a los medios de comunicación públicos y también privados, junto a entidades sociales, como la Asamblea Nacional Catalana (ANC), dirigida por ex políticos. Pero el resultado de la consulta de este domingo no ha logrado superar, con autoridad, el peso que obtuvo en las elecciones autonómicas de 2012, unos comicios que constituyeron el inicio del llamado “derecho a decidir”. CiU y ERC alcanzaron un resultado similar en 2012 al del sí-sí ahora. Entonces consiguieron 1.608.000 votos y ahora el sí-sí roza 1.700.000 votos.

Entonces, en 2012, los votos sumados de las cuatro fuerzas políticas que han liderado todo el proceso, CiU, ERC, ICV y la CUP, fue de 2.093.000 votos. El censo de 2012 fue de 5,2 millones de catalanes, más el colectivo de extranjeros, lo que alcanzó los 5.413.769 posibles votantes.

Ahora, ese censo se ha visto ampliado por los jóvenes de 16 a 18 años, hasta alcanzar los 5,4 millones y, junto al colectivo de extranjeros, se ha visto ampliado, según los datos del Idescat, hasta los 6,3 millones de catalanes, porque en la consulta se permitía el voto de residentes comunitarios y de otras nacionalidades, unos 900.000. Y la suma de independentistas y soberanistas, que querrían un estado, pero no independiente –en gran parte la opción de ICV– ha rozado los dos millones de votos. 

¿Quién y cómo gestiona esa fuerza?

Es decir, el soberanismo sigue siendo el colectivo con más fuerza en Cataluña, porque está movilizado, porque tiene un objetivo, y tiene los resortes del poder. Pero sigue lejos de representar, por ahora, la mayoría de los catalanes. Los que no participaron ¿lo harían en un referéndum legal y acordado, como reclamó de nuevo Artur Mas en su valoración de la jornada, exigiendo al Gobierno español que reaccione?

En todo caso, los que querían votar a favor de la independencia tuvieron ayer una oportunidad. Y el soberanismo se contó, se puso a prueba, y sigue en una posición de minoría mayoritaria, es decir, de gran fuerza capaz de marcar toda la agenda política, pero sin ser la fuerza mayoritaria de la sociedad catalana como se han arrogado en los últimos meses los dirigentes independentistas.

Otra cosa es la gestión de esa fuerza que se expresó este domingo en el “proceso participativo”, porque, en unas urnas al Parlament, con la traducción de votos en escaños, esa fuerza podría tener mayoría absoluta en la cámara catalana.

Mas lamenta el nuevo desdén de Rajoy

Artur Mas lamentó la primera reacción del Gobierno, que decidió ignorar la consulta, al restarle toda legitimidad. “Veo mucha miopía política, desdén e, incluso, intolerancia”, aseguró Mas, respecto a la intervención del ministro de Justicia, Rafael Catalá, que había insistido en la “propaganda política” que había constituido, a su juicio, la consulta.

Y es que el President Mas trató de capitalizar, y lo logró, el proceso participativo, como si se tratara de su primer acto electoral ante unas inminentes elecciones.

Sólo Mas apostó por una vía alternativa, cuando el Gobierno impugnó el 9N, y el Tribunal Constitucional lo suspendió, ante la reticencia de Esquerra Republicana. Pero fue más allá, al seguir adelante tras una segunda suspensión del Constitucional, dejando en evidencia al Gobierno de Mariano Rajoy, que tiene ahora un problema más grave.

La desobediencia al Estado

Mas ha desobedecido al Estado, a pesar de que él es el máximo representante en Cataluña, y, al margen de las posibles acciones legales de la Fiscalía en los próximos días, la consulta ya se ha realizado. Mas prometió “urnas y votos”, y los catalanes soberanistas lo han podido comprobar.

Y Rajoy, aunque es cierto que impidió una primera consulta legal, y que el acto de este domingo “no tiene ninguna validez jurídica”, deberá asumir ahora que los catalanes, –la parte más activa– han planteado un pleito político de envergadura.

En el campo catalán el debate se traslada ahora a la pretensión de Mas de lograr una lista conjunta para poder convocar elecciones anticipadas. En varias ocasiones, el President reclamó, al final de la jornada “unidad, porque sólo yendo juntos se alcanzan grandes objetivos”. El mensaje fue claro: la petición a Esquerra Republicana para que ceda, y negocie una lista que le permita a Mas ir a las elecciones sin el lastre que ya suponen las siglas de CiU.

En su haber, Mas tendrá esos más de dos millones de votantes. Contará como un mérito ese desafío al Estado a la hora de seguir adelante con “su” proceso participativo. Y si no consigue esa lista conjunta, tratará de seguir gobernando, liberado ya de la consulta.

La decisión del Gobierno

En otro lado, en el Gobierno español, comienza un nuevo debate. La sociedad civil catalana, cuyos representantes mandan en todas las instancias, con más o menos sintonía con el President Mas, ha reclamado diálogo y entendimiento a partir de ese lunes, 10 de noviembre. Pero Rajoy ya no quiere a Mas de interlocutor. Fuentes del PP aseguran que Mas se exhibió gratuitamente el mismo domingo al insistir en que él era el único responsable de la consulta, y que actuara contra él la Fiscalía si tenía dudas sobre los autores del 9N.

Para Rajoy, Mas no puede ser, de nuevo, su interlocutor tras el 9N. Pero la vida política española vive momentos de especial relevancia. Ni Rajoy ni Mas quieren elecciones a cualquier precio, porque los dos saben que el fenómeno de Podemos puede desbaratar todos los planes.

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