El ambicioso líder patronal que se equivocó en todo

Antoni Abad, imputado por la gestión de sus escuelas, sigue teniendo ambiciones políticas y de presidir Foment desde la plataforma que le da Cecot

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Antoni Abad Pous sorprendió en diciembre del año pasado anunciando que se presentaría a las elecciones de Foment. No sorprendió porque quiera presidir la patronal catalana de las grandes empresas, hace años que quiere, sino porque todavía faltaban dos años para las elecciones y porque Cecot, la patronal de Terrassa que preside y por la que está en Foment, tenía abierto un proceso de posible expulsión.

Joaquim Gay de Montellà le indultó entonces, pero ahora, con la imputación por cinco delitos relacionados con la gestión de sus escuelas, y la expulsión de Cecot otra vez sobre la mesa, quizá lo tenga más difícil. Su ambición, no obstante, sigue intacta, aunque a menudo haya errado su apuesta y se haya equivocado, “en todo”, asegura un empresario catalán.

Antoni Abad es uno de esos empresarios del Vallès, comarca de tradición industrial metalúrgica y textil, a los que el negocio les viene heredado. Su padre fundó Filservis, una empresa de cables que le abrió las puertas de las patronales Cecot y UPM, la gran patronal catalana del metal, venida a menos tras el escándalo con su ex presidente Antoni Marsal.

Antoni Abad tiene ambiciones políticas, pero a menudo ha errado de estrategia y puede terminar expulsado de Foment

En sus manos y sobre todo en las de su hermano Josep Abad, que presidió la Federació Catalana de Motociclisme, Filservis quedó reducida a una microempresa, con a penas empleados y una facturación de 1,3 millones de euros. Era vox populi que sus empresas no funcionaban, como explicaron varias fuentes empresariales.

Además de la empresa heredada, también tiene una consultora e inmuebles, y gracias a su posición como líder patronal de Terrassa, está en varios consejos de administración, como el de Mutua de Terrassa o, en su día, el de Unnim, después comprado por BBVA.

Pero su joya de la corona en la última década fueron las escuelas Montcau, que compró en 2004 junto con su hermano. En ese momento, su situación era precaria, pero de la mano de un nuevo socio, Xavier Chalé, que ahora le ha denunciado, empezaron a crecer y le permitieron llevar un acelerado tren de vida, con coches de lujo y casas de veraneo en los pueblos más exclusivos de Cataluña, para rodearse de famosos y empresarios y ejercer el politiqueo.

Antoni Abad llegó a la presidencia de Cecot en 2005 y, desde entonces, no ha parado de buscar cotas más altas

El politiqueo siempre le ha gustado a Abad, formado en la escuela de negocios Esade. En 2005 accedió a la presidencia de Cecot, después de que Juan Rosell convenciera a Eusebi Cima para que liderara Fepime, la patronal de pymes con la que lanzaba un órdago a Pimec. Así Abad consiguió por fin un cargo que le sirviera de plataforma de lanzamiento hacia cotas más altas que satisficieran su ambición.

Abad tenía, y tiene, ínfulas políticas. Un año antes de llegar a la presidencia de una de las mayores patronales de Cataluña, en 2004, fue en las listas de CiU al Congreso por Barcelona, aunque no salió elegido. Siempre ha sido de la órbita convergente, cercano a Artur Mas y a Jordi Baiget, el consejero de empresa de Terrassa que terminó harto de él.

El intento de asalto a Foment

Desde el trampolín de Cecot intentó dar el salto a Foment en 2010. La patronal celebraba elecciones y un grupo de empresarios nacionalistas –en esa época todavía no se hablaba de empresarios independentistas–, cercanos a Convergència, quiso asaltar Foment. La alternativa se tejió desde la UPM, con Joaquim Boixareu y Antoni Zabalza (Ercros) como impulsores.

El papel de Abad fue calamitoso, y sirve para entender su actual situación en Foment, pues nace entonces. Abad decidió traicionar a Juan Rosell y se sumó a la candidatura que presidía Boixareu, pese a que lo que él quería era ser presidente. No obstante, a pocos días para las elecciones, al ver que perdería, cambió de opinión y dio su apoyo, y el de Cecot, a Rosell. Cometió un doble error.

El actual presidente de CEOE ganó y Abad construyó el relato que le llevaba a la presidencia de Foment. Cuando se sumó a la candidatura de Foment, pactó que sería vicepresidente primero de la patronal. Cuando Rosell asaltara la presidencia de CEOE a los pocos meses, esta vicepresidencia le dejaba en la pole position para ser su sucesor. Abad iba diciendo en privado que Rosell le había prometido la presidencia.

Antoni Abad traicionó a Juan Rosell y éste le perdonó para asegurarse la victoria, pero no olvidó y se la devolvió

Cuál fue su sorpresa cuando Rosell designó a su amigo Joaquim Gay de Montellà como su sucesor. El patrón de patrones español sabía que no se podía fiar de Abad, desconfiaba de él y de lo que podía hacer con la organización, así que confió en alguien más cercano a él y de su misma cuerda ideológica.

El cabreo de Abad resonó en las paredes de Cecot… y empezó una guerra con Gay de Montellà: salidas y entradas de los órganos de gobierno de Foment, el inicio de una guerra comercial fuera del Vallès que molestó a varios socios de la gran patronal, y su sonada fiesta anual en Barcelona y siempre con el presidente de la Generalitat, Artur Mas o Carles Puigdemont.

Estos movimientos le han valido a la patronal de Terrassa dos expedientes, con la expulsión como amenaza, de momento no ejecutada. Ahora, sin embargo, parece ya inevitable, en parte por el background ya explicado, en parte por divergencias políticas, agravadas por la actual situación catalana, pero también por los problemas en sus empresas, que le llevarán a los juzgados.

Cecot, de gran patronal a plataforma independentista

Abad ha convertido a la Cecot, la organización empresarial más importante de una de las comarcas con más tejido empresarial e industrial de Cataluña, en un referente como patronal independentista. Siempre cercano a Convergència –además de ir en sus listas en 2004, ha intentado ser consejero y repetir en unas listas– se desmarcó de Foment para defender el derecho a decidir y las posiciones de Mas.

Son habituales también sus críticas al Gobierno y a la calidad democrática de España. En los últimos meses ha denunciado al ejecutivo de Rajoy por, presuntamente, desviar fondos de formación, o por la gestión del almacén de gas Castor. En estos y otros casos, ha actuado con voz propia, algo que contraviene el código de conducta de las organizaciones territoriales adheridas a Foment. Un nuevo desafío a Gay de Montellà, quién sabe si el último.

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