El coronavirus y el sector energético: retrasos y contratos en el aire

La propagación del Covid-19 modifica los planes del sector energético, que deberá hacer frente a retrasos y cancelaciones de algunos proyectos

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Autoridades como la Fed —la Reserva Federal de Estados Unidos— intentan frenar el impacto del coronavirus en la economía con la rebaja de los tipos de interés, aunque es pronto para saber si la medida actuará como una vacuna eficaz. Por el momento, lo único cierto es que la infección en la actividad empresarial no deja de propagarse.

Sectores como el energético, particularmente expuestos a las características de la economía global, no pueden perder de vista la evolución del virus en China, puesto que la llamada fábrica del mundo no solo produce ropa, calzado, electrónica, juguetes y vehículos, sino también plantas gasísticas y petrolíferas en módulos que, posteriormente, se ensamblan en otros lugares del planeta.

Esta última actividad industrial, imposible de culminar sin los astilleros chinos a pleno funcionamiento, está sufriendo retrasos en su progreso debido a las restricciones causadas por el coronavirus y, en consecuencia, hay obras que sufrirán retrasos con millonarias consecuencias para las empresas afectadas.

Adicionalmente, la caída del consumo en China afecta a nuevas inversiones previstas en el país asíatico. «Se han retrasado decisiones de inversiones de clientes para plantas en China, lo que implica que hay contratos que se van a tener que congelar durante unos meses. Incluso pueden llegar a anularse si es que la inversión final llega a cancelarse», explican fuentes del sector.

Los retrasos

El problema, por tanto, va mucho más allá de que empresas de todo el mundo estén prohibiendo a sus trabajadores y directivos el desplazamiento a países afectados por el coronavirus como China, Corea del Sur, Japón, Singapur, Taiwán, Italia, Alemania, Francia y España. 

Profesionales del sector energético explican que hay proyectos de nuevas plantas petrolíferas y gasísticas en el alambre, aunque se resisten a concretar cuáles. Pero es evidente que, con la fábrica del mundo a media persiana, la rueda de la actividad empresarial gira a mucha menos velocidad.

«Ya sabemos que hay materiales encargados que se van a retrasar y que sin ellos no se pueden construir las plantas acordadas. También sabemos que hay visitas canceladas a países como China y Corea del Sur para inspeccionar y aceptar componentes imprescindibles como equipos a presión, válvulas y bombas. Así que el impacto es inevitable», explican en el sector.

Este es el fondo del asunto, el que puede acabar con sanciones económicas por retraso en el cumplimiento de los contratos. Pero las empresas intentan achicar agua por el momento y en los últimos días se están concentrado en limitar la movilidad de su plantilla, en impulsar a marchas forzadas el teletrabajo y en subrayar la necesidades de prevención.

Las medidas

Un ejemplo: Repsol ha restringido totalmente la participación de sus trabajadores en todo tipo de eventos, congresos y formaciones en las zonas decretadas de riesgo por la OMS. Y, de hecho, ha recomendado no participar tampoco en otros actos en el resto del mundo siempre que se pueda hacer por videoconferencia.

Más medidas en Repsol: los empleados que han estado en las zonas de riesgo tienen que pasar por un aislamiento de dos semanas, con independencia de si presentan síntomas o no, haciendo teletrabajo. El resto, al mínimo síntoma, se le ordena teletrabajar. Por lo demás, deben seguir las recomendaciones de higiene y precaución del ministerio de Sanidad.

En suma, decisiones para que el coronavirus no castigue a sus plantillas porque la energética ya arrastra suficientes problemas con la parálisis china. 

El episodio de La Plaza de esta semana analiza el impacto del coronavirus en la economía

 

 

 

 

 

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