¿Lastrará el corcho la internacionalización del vino catalán?

Las exportaciones del tapón tradicional siguen lejos de las cifras que se registraron antes de la crisis

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Las bodegas catalanas todavía se agarran a la tradición del corcho para engalanar sus vinos, pero esta tendencia podría lastrar la internacionalización de algunas de ellas. Las alternativas como el corcho sintético o el tapón de rosca pisan cada vez más fuerte en el extranjero, sobre todo en países anglosajones donde el consumidor acepta de muy buen agrado estos tipos de cierre.

“En Reino Unido están acostumbrados al tapón de plástico de modo que si te orientas a ese destino tienes que hacer un producto que encaje. El mercado siempre manda. A la hora de exportar tienes que adaptarte a las costumbres del consumidor. Lo que motiva a una bodega, además del valor sentimental que pueda tener el vino, es venderlo y ganar dinero”, explica el sumiller y profesor de enología, Josep Minguell.

España produce, pero no bebe

Si las empresas en Catalunya quieren abrirse paso en otros países, en algunos sentidos esto pasará por traicionar al corcho. La necesidad de salir al exterior crece, además, cuando el mercado nacional se contrae. En 2012, el consumo de vino en España se redujo un 6%, según se desprende del último informe de la Organización Internacional de la Viña y del Vino (OIV). Sin embargo, creció un 9% en China, un 1% en Australia y un 2% en Estados Unidos (EEUU).

Un cambio de actitud de las bodegas supondría un duro golpe para los principales fabricantes de corcho, entre los que se encuentra Catalunya. Las exportaciones de tapones de corcho –solamente para vino– se han incrementado en 2012, hasta los 27,1 millones de euros. Sin embargo, esta cifra dista, todavía, de los casi 34 millones que se facturaron al inicio de la crisis, en 2007, según datos del Instituto Catalán del Corcho. “En Europa se consume menos y además el mercado interno se ha ralentizado” detalla el director de la institución, Manel Pretel.

Precios de crisis

Si a todo esto se le suma la necesidad de algunas bodegas de abaratar los costes para adaptarse a los tiempos de crisis, la guerra contra el corcho se recrudece. “Si te orientas a un mercado de vinos más o menos barato tienes que reducir los costes y entonces buscas otras opciones como el tapón de plástico», apunta Minguell. La diferencia de precios puede ser notable. “El sintético puede costar entre siete y ocho céntimos”, subraya el portavoz del fabricante Supercap, César Miguel.

Entonces, ¿qué tapón es mejor? ¿cuándo? Y, sobre todo, ¿por qué? Pues todo depende del tipo de vino y de las exigencias del mercado. “Para vinos más jóvenes, el tapón de corcho es más poroso y deja pasar más oxígeno de modo que el sabor originario se habrá modificado y el tapón sintético funciona bien. Pero para un reserva, que necesita más reposo, es mejor un tapón de corcho, largo y esponjoso”, matiza Minguell.

Por ello, cada vez más bodegas –sobre todo aquellas con gran volumen de exportaciones– elaboran vinos con diferentes tapones según las exigencias del mercado. La elaboración de botellas con tapón de rosca requiere de una maquinaria especial, cuya inversión se pueden permitir compañías más grandes. Pero, dejando de lado las diferencias entre unos tapones y otros, la principal barrera con la que chocan las alternativas al corcho es la cultura.

La estética confunde

Minguell recuerda que la empresa catalana Raimat hizo una prueba piloto y en el mismo tipo de vino, un chardonnay, puso en algunas botellas tapón de corcho y en otras de rosca. La conclusión: “Al final el consumidor local no compraba el de rosca y en el exterior se vendía sin problemas”, señala.

Es una muestra de cómo la tradición supera a la realidad. La estética puede nublar el juicio. “Al final lo que importa es el vino y debería dar igual la presentación, el tapón. Es verdad que todo acompaña y ayuda pero lo que interesa es lo que hay dentro de la botella”, concluye este sumiller catalán.

Economía Digital

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