Sol Daurella puede con todo… menos con las tasas de la CUP

La empresaria gana presencia en Coca-Cola pero no podrá evitar el nuevo impuesto catalán exigido por la formación anticapitalista

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Cuando se cerró la fusión entre Coca-Cola Iberian Partners, Coca-Cola Enterprises y la embotelladora alemana de la marca estaba cantado un ajuste de plantilla. Pero la automatización y la creación de nuevas tareas –así lo describe el economista Daron Acemoglu— empezaron a equilibrarse casi el mismo día de la salida a bolsa.

Coca-Cola Iberian Partners, presidida por Sol Daurella, encargó los ensamblajes a Damian Gammell, que esta misma semana ha asumido el cargo de consejero delegado, en sustitución de John Brock. Ahora Brock anuncia su jubilación, tras unos meses de capitalización errática en los mercados, para que sea Grammell el que retome los éxitos de la marca en Alemania y Rusia

Daurella es más dueña de Coca-Cola de lo que nunca lo fue su padre, el reconocido y llorado José (Pepe) Daurella, uno de los industriales del renacimiento democrático del medio siglo. Como Godia, Samaranch, Vilallonga, Lacambra, Milà i Camps, Juncadella, Rivière, Bertran, Garí o Godó, entre otros, alumbrados entonces por el fogonazo aliadófilo y arrumbados por el inmovilismo del General.

El empuje de Pepe Daurella

La empresa embotelladora se hizo leonina en los años de ruptura. El que fuera buque insignia de Coca-Cola perteneció a la élite exportadora que superó el «gentil acomodamiento» de la España interior desde la Expo del 29 hasta la muerte de Isabel Llorach, espía narradora, emprendedora y musa. La memoria de Llorach, destronada por la historiografía romántica de Carles Soldevila, renació no hace mucho en la ficción de Sergio Vila-Sanjuan, ganador del Premio Nadal en 2013.

La memoria es dueña de momentos que no podrán ser silenciados por los comunes de hoy. Estos últimos, expertos en naming callejero, están dispuestos a liquidar las sombras del progreso que ellos adivinaron debajo de la camisa parda y el pañuelo al viento.

Pepe Daurella no fue un emprendedor de correaje; defendió la Cámara de Industria, como Ferrer, Güell de Sentmenat y Riba Ortínez defendieron la de Comercio. Y de hecho, su empresa, Cobega, la accionista de Coca-Cola, representó un empuje disruptivo en el consumo de masas en medio de la España encastillada.

Del café a las pizzas

Hoy Sol Daurella controla el 36,46% del capital de la empresa, mientras que el resto de las acciones se reparten en el núcleo patrimonial en el que figuran sus primos, Carmen Daurella, Alfonso Líbano Daurella, Paloma Figueras-Dotti y Elena Daurella de Aguilera. Además de la participación en el gigante embotellador europeo, Cobega tiene la licencia para producir y comercializar los productos de Coca-Cola en 12 países de África a través de Equatorial Coca-Cola Bottling (60%), entre los que figura Marruecos y Argelia.

Otro de los negocios de Cobega es el 50% del fabricante de batidos Cacaolat y el 100% de Daba, la empresa que tiene la exclusiva en España para vender las cápsulas de café Nespresso y gestionar todas las boutiques de la marca. Entre las iniciativas más recientes de Cobega figura la implantación de la cadena Domino’s Pizza en Portugal. En total, el holding que preside la empresaria facturó 3.919 millones en 2014 y obtuvo unas ganancias de 107 millones.

Family office en Luxemburgo

Daurella gestiona su cartera industrial a través de Begindau, un family office que desde comienzos de 2016 dirige Cristina Barcons, ex-ejecutiva de Banco Sabadell. Por lo visto, Sol se llevó algo más que sus sueños del consejo de administración del Sabadell. Dejó el banco presidido por Josep Oliu para formar parte del consejo del Santander presidido por su amiga, Ana Patricia Botín, la banquera de Europa.

El 100% de Begindau es propiedad de Indau, una compañía domiciliada en Luxemburgo. Según las últimas cuentas disponibles, Begindau no tiene deuda y ganó 12,33 millones en 2014, cifra derivada, esencialmente, de los dividendos de Cobega. La sociedad posee también acciones de Banco Sabadell, Ebro Foods y Repsol, y controla la sicav Surfup, que acumula un patrimonio de 9,6 millones y tiene inversiones en renta fija de Repsol y Ebro.

Desde que Sol festonea la embotelladora más potente de Europa, la Coca-Cola rima con el oro líquido: el aceite de oliva. Cobega controla el 53,9% del capital de Olive Partners, el hólding español propietario del 34% de Coca-Cola European Partners. Así, índirectamente, Daurella posee también el 6,3% de la embotelladora cotizada en bolsa.

Una tasa con historia

La arquitectura financiera de los modernos emprendedores es como los misterios del santoral. Desde que la meritocracia vale más que la herencia, ellos pelean por lo suyo y por lo que no lo es, como le ha ocurrido a Marcos de Quinto, un ex hombre fuerte de Coca-Cola España. De Quinto solo mereció un mohín en el camino de Sol, hasta que Muhtar Kent, presidente mundial de Coca-Cola Company lo nombró jefe de marketing.

Después su estrella fue languideciendo cuando tuvieron que ser los Daurella en persona quienes disuadieron al ex-presidente Artur Mas de aplicar una tasa en Cataluña sobre las bebidas con azúcar.

Aquel fue un impuesto líquido, como la vida postmoderna. Y ahora, este recargo tributario que deberá satisfacer Coca-Cola se hace de nuevo visible en los presupuestos de la Generalitat para 2017. No es el afán recaudador de Oriol Junqueras (¡qué remedio!) el que está detrás, sino la iridiscente Anna Grabriel de la CUP, una mujer de mirada fuerte y mandíbula dulce que destronó a Mas y que está dispuesta a dejar a las finanzas catalanas frente al abismo fiscal.

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