Teresa Ribera: de azote de las eléctricas a ‘número 2’ de Sánchez

La vicepresidenta y ministra ha pasado de ser un rostro desconocido por la opinión pública, a una de las caras más visibles en la lucha contra la emergencia climática; y todo ello cargado siempre con grandes dosis de polémica

La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera. EFE/ Mariscal

La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera. EFE/ Mariscal

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Teresa Ribera accedió al cargo de ‘ministra de energía’ en 2018. Sucedía a la popular Isabel García Tejerina y, además, llegaba con nuevo nombre para su cartera: Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. La declaración de intenciones estaba sobre la mesa. Todo lo que ha venido después se asienta en unas firmes convicciones climáticas que le han llevado a pelearse con muchos agentes del sector, sobre todo las grandes energéticas.

Desde el primer momento la ministra Ribera dejó claras sus intenciones que, además, eran parte de la agenda de gobierno del PSOE. Todo iría encaminado hacia la lucha contra el cambio climático. Por tanto, cualquier acción política debía encaminarse en esa dirección.

Asimismo, ya en 2018 empezó a surgir lo que unos meses más tarde se convertiría en un gran castigo: la volatilidad de los precios eléctricos (y energéticos en su conjunto). De igual modo, la ministra Ribera también empezó a mostrar sus cartas legislativas. El gran objetivo de la legislatura en esta materia era desarrollar la Ley de Cambio Climático y enviar a Bruselas un Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) lo más ambicioso posible.

El siguiente año, 2019, con la llamada a las urnas, Ribera recibió el espaldarazo del presidente Pedro Sánchez: sería la persona indicada para llevar adelante la agenda climática del PSOE. Aunque por las circunstancias especiales de este año, los movimientos legislativos fueron menores. Lo que sí empezó a notarse es que no tenía ningún problema en señalar a las empresas cuando lo viera necesario.

Covid y crisis de precios

El 2020 fue un año para olvidar. Para todos. España, igual que los países de su entorno, estuvo en punto muerto durante muchos meses. Eso fue el caldo de cultivo de la posterior crisis de precios energéticos. La única certeza para la ministra es que, pese a todo, la ‘agenda verde’ que se había puesto en marcha no se podía detener.

Pero fue a partir del verano de 2021 cuando Teresa Ribera saltó a la primera plana. Se generó una crisis de precios sin precedente y eso, de manera directa, empezó a afectar a las facturas domésticas y las empresas. La situación se puso muy complicada.

La ministra tomó medidas. Rebaja de algunos impuestos, y los primeros reales decreto para intentar mitigar la situación. No obstante, muchos de ellos, como la ‘subasta de las energías baratas’ o la creación del Fondo de Sostenibilidad han muerto en la orilla sin llegar a ser aprobados.

En todo caso, y como consecuencia de un mercado de gas, que ya advertía del conflicto ruso, pusieron en jaque al Gobierno. Además, la resaca inflacionista derivada del covid no ayudaba.

2022: estalla la guerra

Si la figura de Teresa Ribera ya era de sobra conocida, en 2022 y tras estallar el conflicto bélico en Ucrania, la también vicepresidenta en ese momento empieza a coger galones dentro y fuera de España.

La escalada de precios estaba fuera de toda lógica. Las familias y empresas se enfrentaban a situaciones nunca vistas hasta entonces. En esta tesitura, Ribera se dispuso a encontrar soluciones a la crisis. Surge entonces la denominada ‘excepción ibérica’. Un mecanismo puesto en marcha junto a Portugal, y negociado con Europa, mediante el cual se amortiguó el golpe de precios con un tope al gas que marca el coste del mix energético.

Pero eso no fue suficiente, y el pasado verano lanzó un plan de contingencia energética con dos objetivos: controlar el suministro de gas de cara al invierno y, de igual modo, conseguir amortiguar el impacto de precios. La situación tomó un cariz político, debido a los ataques desde la oposición, y ahí se empezó a ver a una ministra mucho más batalladora en ese frente.

Asimismo, el choque frontal contra las empresas ya era visible. Además, se cocinaba el impuesto a las grandes eléctricas. El mantra de que tenían ‘beneficios caídos del cielo’ elevó el tono de Ribera.

2023: el colofón

Lo que nadie esperaba de Teresa Ribera es que se convirtiera en un ariete político del PSOE. Pero antes de eso, la ministra para la Transición Ecológica quiso rematar su faena.

A principios de este España mandó a Bruselas, antes que nadie, una propuesta de reforma del mercado eléctrico. De esta forma, una vez más, Ribera se situaba a la vanguardia a la hora de proponer. Aunque es cierto que, pese a la defensa propia y del Gobierno, finalmente sus ideas no han sido plenamente escuchadas en Europa.

De igual forma, Ribera finalizó su PNIEC, reformó la tarifa regulada de la luz (PVPC), y terminó de gestionar muchas de las ayudas prometidas en materia de sostenibilidad.

Después de eso llegó la política. Y es que, una vez que se produce el adelante electoral, y Sánchez elige a Ribera como ‘número 2’, se ha tenido que meter de lleno en campaña. Eso se ha notado en las formas y en el fondo.

Con los deberes hechos, Teresa Ribera ha cabalgado en las redes sociales a golpe de ‘zasca’ y de intentos de videos virales para desmontar argumentos políticos equivocados en torno a la crisis climática. Ahora, a las puertas del cambio de Gobierno, o no, habrá que ver dónde quedan estos seis años de trabajo de la ministra que siempre tuvo muy clara su agenda.

Raúl Masa

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