Marc Murtra impulsa el ‘se vende’ en Telefónica: varias de sus centrales podrían desaparecer
En los últimos diez años, la venta de patrimonio inmobiliario ha reportado cerca de 1.000 millones de euros a la compañía, según estimaciones
Marc Murtra, presidente de Telefónica.
Telefónica atraviesa en 2025 uno de sus mayores procesos de transformación en un siglo de historia. El apagado definitivo de su red de cobre el 27 de mayo supone el fin de una infraestructura que fue columna vertebral de las telecomunicaciones en España, y además también el origen de una nueva ola de operaciones inmobiliarias que afectan a decenas de ciudades.
Durante más de 100 años, el cobre sirvió de base para llamadas y acceso a Internet. Sin embargo, desde la segunda década del siglo XXI, la operadora aceleró la instalación de fibra óptica, tecnología más eficiente que requiere mucho menos espacio físico. Una central de fibra ocupa apenas el 15% de lo que necesitaba una de cobre y permite ofrecer mayor velocidad y ancho de banda, con menos consumo energético y menor mantenimiento.
El resultado: en apenas una década, Telefónica ha cerrado 8.532 centrales de cobre, las dos primeras en 2014 en Sant Cugat del Vallès y Torrelodones. Se cierran las últimas 661 centrales en 2025, conforme a la hoja de ruta pactada con la CNMC y los operadores del sector.
Desde hace más de dos años, ya no se aceptaban nuevas altas de ADSL ni conexiones por cobre, y la transición de clientes a fibra era prácticamente total.
El cambio tecnológico ha dejado centenares de edificios y locales emblemáticos sin uso técnico, muchos de ellos situados en barrios céntricos, con alto valor inmobiliario, en ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla o Bilbao.
Estrategia inmobiliaria de Telefónica
Frente al desuso de estos edificios, Telefónica intensifica en 2025 la venta, alquiler o reconversión de sus centrales y sedes, en un proceso de rotación de activos que lleva años en marcha pero que ahora se acelera.
El objetivo es doble, optimizar recursos y generar liquidez, destinando esos fondos a su negocio principal o a la reducción de deuda.
Solo en los últimos diez años, la venta de patrimonio inmobiliario ha reportado cerca de 1.000 millones de euros a la compañía, según estimaciones del portal Addmeet recogidas por varios medios.
El 2020 fue el mejor año en volumen, con 190 millones obtenidos a pesar de la crisis sanitaria. Destacan operaciones en barrios de alto nivel en Madrid (Salamanca, Chamberí, Tetuán), donde antiguos edificios técnicos se convierten en viviendas de alta calidad y nuevos espacios comerciales.
Algunos ejemplos llamativos: la venta de parte de la sede de Torre Arias a una cadena de supermercados; la puesta en alquiler de zonas del complejo Distrito C –hoy sede central–, y el proyecto para transformar cuatro edificios en Valencia en más de 150 pisos, modificando el plan urbanístico para atender la demanda de vivienda en zonas clave.
Pero es la posible venta de la sede histórica de Gran Vía 28 la operación estrella del año. Se estima que el precio podría oscilar entre 250 y 300 millones de euros, convirtiéndose en uno de los mayores movimientos inmobiliarios en el sector empresarial español.
Gran parte del inmueble está vacía desde hace años; solo la tienda principal, el museo y eventos culturales permanecen activos, mientras cargos directivos y la operativa principal se mudaron al norte, al Distrito C.
De la transformación interna al futuro urbano
La desinversión inmobiliaria de Telefónica tiene importantes repercusiones económicas y sociales. Para la empresa, significa una mejora en la eficiencia operativa, al eliminar costes de mantenimiento y liberar recursos para inversión en redes de última generación, inteligencia artificial y servicios digitales. También contribuye a reducir su huella de carbono, menos espacio, menos consumo y mayor sostenibilidad.
A nivel laboral, el cierre de edificios no solo supone cambios tecnológicos, sino reorganización de equipos y traslados forzosos. Sindicatos como UGT y CCOO critican la falta de alternativas para evitar cambios de domicilio, afectando a cientos de trabajadores que, en algunos casos, ven cómo sus centros de trabajo desaparecen o se integran en otras sedes, a menudo situadas en capitales de provincia.
Para las ciudades, la venta y transformación de antiguas centrales significa una oportunidad para regenerar espacios urbanos. La reconversión en viviendas, locales comerciales y oficinas modernas refuerza la oferta en zonas donde el suelo es escaso.
Los nuevos proyectos incluyen criterios de sostenibilidad. Integración de zonas verdes, eficiencia energética y diseño arquitectónico avanzado, en línea con la demanda de compradores de alto standing.