Un error de cálculo de 50 millones deja al Santander sin relevo

Ana Botín se queda sin su flamante consejero delegado y con dudas internas respecto al futuro del banco

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El italiano Andrea Orcel no será consejero delegado de Banco Santander. La entidad comunicó este martes que renuncia a su fichaje, anunciado en septiembre pero que debía de materializarse en abril, por el alto coste de su incorporación. Un error de cálculo ha sido lo que ha llevado a Ana Botín a dar marcha atrás, en una decisión que deja interrogantes y dudas internas respecto al camino que emprenderá el banco en el futuro.

El Santander anunció en septiembre que Orcel, antiguo directivo en la época de Emilio Botín y que estaba en ese momento en el banco suizo UBS, sería consejero delegado de la entidad en enero. Unas semanas después ya tuvo que rectificar, puesto que no logró acordar con UBS que le liberara de su cláusula de no competencia, que le impedía fichar por otro banco en seis meses.

Se fijó abril para la incorporación, pero quedó un tema en el aire: el coste de su llegada. El Santander ofreció a Orcel un salario similar al de José Antonio Álvarez, actual consejero delegado. Es decir, unos 9 millones —es la cifra que cobró en 2017—. Pero además, el directivo italiano quería una compensación por su renuncia a siete años de salario en UBS.

El banco español hizo una estimación de lo que le costaría, que consideró asumible. Pero posteriormente, negociando con Orcel, vio que no lo sería. En el comunicado difundido este martes, califica el coste de “inaceptable”, aunque no lo cifra. Se estima en unos 50 millones de euros, cantidad que un banco comercial no puede abonar para llevarse a un directivo de la competencia, según decidió el consejo del Santander.

Revés para Ana Botín

Esos 50 millones han sido la causa de que Orcel, casi cuatro meses después de que se anunciase su nombramiento, haya sido defenestrado sin ni siquiera haber aterrizado. Pero el error es previo, de cálculo, sin el cual Ana Botín se hubiera ahorrado la marcha atrás y todo lo que ello supone.

La no llegada de Orcel es un revés para el Santander. No porque el banco no vaya bien ni porque no pueda seguir sin él. Los resultados del banco son positivos y la línea de los últimos años, con Álvarez a la cabeza, se considera exitosa. El problema es las preguntas y dudas que genera.

El banco anunció que Álvarez, que iba a ser nombrado presidente de Santander España, seguirá como consejero delegado. No de forma provisional ni interina, sino sine die. Por tanto, si Botín quería darle un giro a la entidad con el cambio de consejero delegado, parece que ha cambiado de opinión o que dicho cambio queda en el aire. 

Este giro plantea dudas sobre el Santander del futuro que quiere Botín. Procedente de UBS, Orcel estaba especializado en banca de inversión, por lo que se especulaba en que la presidenta quería reforzar dicha área. También en que, como hombre, en su día, de Emilio Botín, tenía más apego a las compras que los actuales responsables del banco.

No hay que olvidar que el Santander tiene congelado su plan estratégico. A estas alturas, ya debería haberlo presentado —el anterior llegaba hasta 2018—, pero no lo hizo a la espera del nuevo consejero delegado. Ese es el plan que debe dibujar el futuro de la entidad y que ahora será una de las prioridades de Álvarez.

¿Un CEO tocado?

En el terreno de lo personal también se abren incertidumbres. Y es que José Antonio Álvarez, aunque mantenga el cargo, queda tocado. Si Botín ya no confiaba en él para ser consejero delegado, ¿contará con la misma autoridad para ejercer el cargo, especialmente de cara a los inversores?

Cierto es que Álvarez no iba a abandonar el barco, pero si el timón. Quien sí salía, y saldrá, es Rodrigo Echenique, presidente de Santander España, mientras que Álvarez iba a sustituirle en un cargo que no es ejecutivo. Ahora seguirá como hombre fuerte a sabiendas que su jefa pensaba en otro para su cargo. Una posición nada cómoda y que habrá que ver cómo asume.

Xavier Alegret

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