“El compromiso de la empresa gallega durante el Covid ha sido heroico”

El economista Marcelino Fernández Mallo destaca el “análisis” y la “objetividad” como valores del Atlas Gallego de la Empresa Comprometida

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Un aprobado en transparencia, un compromiso “casi heroico” con el territorio durante la pandemia y una relación con la cultura y el idioma de Galicia mejorable. Son algunas de las conclusiones que extrae el escritor y economista Marcelino Fernández Mallo del Atlas Gallego de la Empresa Comprometida, el proyecto de ED Galicia que analiza en base a variables objetivas el compromiso de las empresas gallegas yendo un paso más allá de las tradicionales políticas de RSC. Fernández Mallo, director técnico del Atlas, considera que “el análisis” y la “objetividad” son dos de los grandes valores del estudio

Como director técnico del Atlas Gallego de la Empresa Comprometida, la primera pregunta parece obligada. ¿Cuál es el grado de compromiso con Galicia en el ecosistema empresarial de la comunidad?

Por definición, cualquier empresa afincada en el país muestra una disposición favorable hacia Galicia. Se asienta aquí pudiendo hacerlo en cualquier otra parte del mundo. A partir de ese hecho, hablar del compromiso de la empresa gallega como colectivo supondría una simplificación difícil de sostener porque tendríamos que comparar su posición con las empresas de otros territorios. Por otra parte, cada cual tendrá una consideración distinta de lo que se puede entender por compromiso empresarial. Quien opine que ese compromiso se materializa a través de la creación de riqueza y empleo, observará que en Galicia la empresa no consigue retener una parte importante de los jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo. Quien considere que el compromiso se debe observar por la integración de los distintos sectores a lo largo de la cadena de valor, deberá admitir que en demasiadas ocasiones la empresa gallega debe recurrir al exterior para aprovisionarse de sus materias primas, y también que pocas veces avanza en esa cadena para la creación de valor añadido. Y quien entienda por compromiso con Galicia el respeto por su medio natural y sus rasgos diferenciales, habrá de reconocer que ni siempre el respeto por el medio natural constituye un criterio de actuación mientras que en pocos casos la cultura y la lengua propias se utiliza como elemento de diferenciación. En resumen, digamos que, sea cual sea la interpretación del compromiso, la situación resulta mejorable. Por ese motivo, la publicación del Atlas Gallego de la Empresa Comprometida se me antoja más trascendente.

Explíquenos, ¿cómo se puede medir el compromiso real de una empresa?

Igual que se puede medir cualquier otra realidad: a través de variables significativas cuantificables. Para elaborar el Atlas, examinamos cada función de la empresa y la reinterpretamos poniéndola en relación con la comunidad en donde desarrolla su actividad. De esta manera, obtuvimos veintidós variables que, a su vez, descompusimos en 69 atributos a los cuales asignamos un valor siempre en términos objetivamente comparables. Creamos cuatro categorías por agrupación lógica de las variables y el resto lo resuelven las matemáticas.

En la última década, muchos grupos empresariales se han escudado en las políticas de RSC que, en ocasiones, se han convertido en una herramienta casi de marketing. El Atlas apuesta por ir más allá…

Absolutamente. Nuestro afán era alcanzar algo que mencionaste en la pregunta anterior: el compromiso real de las empresas, y subrayo el adjetivo real. Absorbimos la esencia de lo que representaron los inicios de la RSC con el propósito de conseguir establecer una conexión real y fidedigna entre empresa y país. Creo que en las memorias de RSC sobran gráficos de colores y literatura mientras que los principales ingredientes del Atlas Gallego de la Empresa Comprometida son el análisis y la objetividad. 

La pandemia ha puesto a prueba la resistencia de las empresas, también en el ámbito del compromiso con el territorio ¿Cómo cree que se han comportado?

Pienso sinceramente que la mayoría de las empresas ha actuado con responsabilidad y con exquisita consideración tanto hacia el interior de su organización como respecto a su entorno próximo. Habrá quien quiera señalar los ejemplos perniciosos, pero en general, la actitud de la empresa ha sido ecuánime, casi diría heroica en algunos casos teniendo en cuenta las circunstancias extremadamente hostiles de los últimos meses.

En base a los resultados del Atlas, ¿cuánto de transparente es la empresa gallega?

A la vista de los resultados que obtuvimos de las empresas participantes, podríamos decir que el nivel de transparencia de la empresa gallega es aceptable, posiblemente comparable a las empresas de otros territorios. Se observa una voluntad de difundir información relevante si bien es cierto que detectamos carencias relativas a directivos y consejeros y también respecto a los planes estratégicos u operativos de futuro. Esta es la impresión que extraemos del Atlas. Sin embargo, debemos considerar también el rechazo de muchas empresas a participar en el ejercicio de transparencia que en sí mismo representa el Atlas. Así pues deberíamos concluir que, como no podía ser de otra manera, la posición de la empresa gallega a este respecto resulta heterogénea.

En el proyecto del Atlas, el medio ambiente es abordado como un asunto capital. Más todavía en una Galicia cuya industria está obligada a reconvertirse dadas las políticas de transición ecológica. ¿Estamos preparados como comunidad para afrontar ese reto?

Galicia tiene un doble problema en este aspecto tan capital para su futuro económico. En efecto, como bien apuntas, debe realizar un considerable esfuerzo para sumarse a las políticas de transición ecológica, reducción de emisión de gases efecto invernadero, soluciones de eficiencia energética, etc. Pero además ha de reconducir con urgencia el problema de las malas prácticas que protagonizó en el pasado. Galicia ha estado sometida a intereses de grupos que ni siquiera residen en su territorio pero que han accedido a la sobreexplotación de los recursos naturales de Galicia para la producción de energía. Al mismo tiempo, el país ha despreciado su medio natural, por no decir su paisaje, promoviendo la expansión descontrolada de una especie exótica que reduce de manera muy importante la biodiversidad. Todo esto mientras abandonaba los cultivos agrarios que ahora necesita recuperar a marchas forzadas. El país requiere un cambio absoluto de mentalidad y de estrategia para esa transición ecológica que señalas en tu pregunta.

Hablemos de territorio. En una Galicia a dos velocidades, despoblada en el rural y masificada en el eje atlántico, ¿qué papel deben jugar y cuál es el que desempeñan realmente las empresas en cuanto a generación de comunidad? 

Si me permites una corrección, no hablaría de masificación en el eje atlántico sino de una cierta actividad, tampoco destacable en absoluto si la comparamos con los principales ejes de desarrollo de la Unión Europea. La solución al grave problema que planteas está en la integridad de las cadenas de valor. Es tremendo que se haya abandonado el campo y que ahora la mayoría del pan que se elabora en Galicia deba recurrir a cereales foráneos, por ejemplo. El sector de alimentación es un ejemplo muy significativo. Si repasas las empresas del cluster alimentario, verás que hay una integración aceptable y exitosa en torno a la pesca. Sin embargo, en el ámbito agroalimentario, esa integración no existe, ni siquiera una coordinación intrasectorial. Observamos, por ejemplo, que muchos de los cultivos hortofrutícolas o cerealísticos que podrían ser completamente viables en el país, presentan producciones minúsculas o incluso nulas. Surgen múltiples iniciativas pequeñas que se reducen al mercado local sin posibilidad alguna de generar valor más allá por la falta de dimensión y colaboración. El rural gallego precisa una revolución a partir del aprovechamiento de la tierra, la recuperación de cultivos, la adopción de nuevas especies complementarias, la cooperación y la innovación.

En los últimos años han ganado peso corrientes que inciden en términos como la economía de las personas. ¿Cómo es socialmente la empresa gallega? El mes pasado se celebró el 25N, ¿se rompen los techos de cristal en la comunidad?

Si atendemos a los datos del AGEC, la empresa gallega parece preocupada por las políticas de género y conciliación. Por ejemplo, un 70% de las empresas participantes en el Atlas disponen de un plan para detectar y eliminar las discriminaciones laborables por razón de género. Este dato en sí mismo supone el reconocimiento de que hay un problema que abordar. Será muy interesante ver en próximas ediciones del Atlas si ha aumentado la incorporación de la mujer a posiciones directivas en la empresa gallega.

¿Qué papel deben desempeñar las administraciones públicas en lo que atañe a favorecer la implantación en la comunidad de empresas comprometidas?

Si retomamos la respuesta a la pregunta sobre el rural, veremos que en ella se citaba la falta de cooperación, la escasa innovación, la recuperación de suelos abandonados, la integración a lo largo de la cadena de valor… Todas esas políticas pueden y deben ser favorecidas por las administraciones públicas. Volvemos más atrás en esta entrevista y recordamos las menciones a la transición ecológica, al respecto al medio natural, a la biodiversidad, y de nuevo habremos de convenir que en estos aspectos las administraciones tienen un papel clave que jugar. Acabamos de referirnos a las cuestiones sociales y de género, en donde la intervención de la administración pública vuelve a resultar crítica. Es decir, para responder a tu pregunta: el papel que deben desempeñar las administraciones públicas para favorecer la implantación de empresas comprometidas debe ser militante, incisivo, protagonista y constante.

Acabamos con retos. ¿Cuáles son los desafíos en materia de compromiso empresarial que se presentan en un 2021, esperemos, postpandémico?

El primer desafío será revertir los efectos de todo tipo, incluso emocionales, que la pandemia ha causado en las personas que integran la organización. Un segundo desafío habrá de ser la colaboración entre empresas, reforzar las relaciones proveedor – cliente que tal vez se hayan visto alteradas, pero también procurar la cooperación entre empresas de un mismo sector. Quizás por encima de todo, creo que el gran reto será profundizar en la integración entre empresa y comunidad, abrir un gran proyecto para generar algo que podríamos llamar economía de proximidad que garantice un papel todavía más relevante a las empresas en caso de que cualquier episodio desafortunado que pueda ocurrir en el futuro ponga en peligro el funcionamiento de una comunidad. Producir cerca, con inputs generados en un ámbito próximo, apoyados en una industria auxiliar igualmente cercana, con un criterio de integración entre los distintos eslabones de la cadena productiva, todo eso reforzará no solo nuestra independencia económica sino también nuestra capacidad para generar riqueza y competitividad en un mundo que, pese a virus y pandemias, seguirá siendo global.

 

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