Acucia resolver el problema demográfico en Galicia

Convivimos con un serio problema de envejecimiento y la carencia de políticas efectivas para corregir la situación

mujer paseando a anciano en una silla de ruedas

Una mujer pasea junto a un anciano en silla de ruedas hacia la residencia Albertia, a 17 de abril de 2021, en Lugo – Carlos Castro – Europa Press – Archivo

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Que la comunidad gallega arrastra desde hace tiempo un problema estructural con respecto a su demografía no es nada nuevo; en términos generales, la comunidad no deja de perder población y el envejecimiento social resulta cada vez más evidente.

Según datos del Instituto Galego de Estadística (IGE), el Índice de Envejecimiento del 2021 es del 163,59%, o lo que es lo mismo, por cada 100 jóvenes de menos de 16 años, en la comunidad viven 163 personas de más de 64 –en España es del 129,1%, según las cifras del INE-. Está claro que esta realidad acarrea importantes problemáticas asociadas, como la dificultad para pagar las pensiones, el importante gasto sanitario y los bajos ingresos a la Administración destinados a cubrir los citados gastos.

Convivimos con un serio problema de envejecimiento y la carencia de políticas efectivas para corregir la situación. Las iniciativas natalistas puestas en marcha por las administraciones no están siendo efectivas. Se necesitan cambios y reformas estructurales que favorezcan políticas destinadas a facilitar la crianza de los hijos; pero también más efectividad en las políticas migratorias para afrontar el desafío de la inmigración, tanto de retorno como de atracción.

No cabe duda de que el desarrollo sostenible solo será posible con ciudades no masificadas y zonas rurales habitadas.

Las consecuencias económicas y sociales de esta despoblación no son baladí: pérdida de dinamismo económico, envejecimiento, ausencia de servicios, detrimento de todo tipo de patrimonio y por supuesto dispersión y disminución geográfica en áreas rurales.

Y es que si bien Galicia tiene alrededor de 2,7 millones de habitantes, estos se concentran en su mayoría en torno a los siete grandes núcleos urbanos y detenta el título de la comunidad española con más núcleos de población sin habitantes; ya que el INE revela que en el 37,19% de sus núcleos de población no vive nadie.

No cabe duda de que el desarrollo sostenible solo será posible con ciudades no masificadas y zonas rurales habitadas.

La propia pandemia derivada del Covid-19 ha acelerado el desafío demográfico rural. Así, hemos constatado desde su llegada cómo el número de contagios disminuye a medida que los asentamientos humanos se alejan de las áreas urbanas. Ha llegado el momento de replantearse nuevos escenarios para abordar un desarrollo territorial mucho más equilibrado y con nuevas funciones para los espacios rurales que actualmente están en declive económico y retroceso vegetativo.

Es hora de reorientar los flujos migratorios del ámbito urbano al rural para conseguir coexistencia equilibrada entre la conservación de la naturaleza y el desarrollo socioeconómico.

La solución para atajar la despoblación pasa por dar expectativas a los ciudadanos de las zonas despobladas y esto se consigue a través de la empresa con la creación de empleo. Son esenciales las políticas que promuevan la actividad empresarial. Por lo que incentivar a las empresas situadas en zonas despobladas es una forma de atraer inversión a la vez que de compensar los mayores costes que sufren las firmas allí situadas, ya que deben enfrentarse a obstáculos tales como la falta de infraestructuras, los problemas de conectividad o la dificultad de captar talento.

No nos demoremos más. Pongámonos manos a la obra en dar solución, entre todos, a un problema que debe figurar en primera línea de la agenda política, empresarial y social.

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