Pecados capitales

Galicia no parece tierra abonada para los radicalismos, pero todo el paisanaje considera que estas elecciones deberán propiciar un meneo, un zarandear un poco, para que los ya establecidos no se lo crean tanto y los que se quieren establecer, no se pasen

De izquierda a derecha: los candidatos Alfonso Rueda (PP), Ana Pontón (BNG), José Ramón Gómez Besteiro (PSdeG), Marta Lois (Sumar) e Isabel Faraldo (Podemos). - EUROPA PRESS

De izquierda a derecha: los candidatos Alfonso Rueda (PP), Ana Pontón (BNG), José Ramón Gómez Besteiro (PSdeG), Marta Lois (Sumar) e Isabel Faraldo (Podemos). – EUROPA PRESS

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Encuestas aparte, resulta cuando menos llamativo que haya pocas opiniones publicadas sobre el resultado posible de las elecciones gallegas del próximo 18 de febrero, al menos, hasta ahora. La incertidumbre, como bien dice Peter Burke, no deja de ser nada más, ni nada menos, que la ignorancia sobre el futuro. El resultado, un ejercicio comprensible de interesadas virtudes cardinales, la primera, la Prudencia.

Virtudes interesadas

Saber con alguna certeza el resultado posible de las próximas elecciones se antoja, como mínimo, dificultoso. Por ello, mejor hacer gala del conocido comedimiento gallego, “millor ter coidado, non vaia a ser o demo…”. La mayor parte de los comentaristas políticos realizan cautelosas aproximaciones, y, por ello, poco o ningún espacio queda para la elucubración política; ejercitemos, así, la Templanza.

Galicia no parece tierra abonada para los radicalismos, pero todo el paisanaje considera que estas elecciones deberán propiciar un meneo, un zarandear un poco, para que los ya establecidos no se lo crean tanto y los que se quieren establecer, no se pasen. Apelación a la Justicia. Ante tal circunstancia, cualquiera de los que se presentan optan por la resistencia y por mantener las espadas en alto. Ante la desazonadora impaciencia, Fortaleza.

Vicios capitales

Como nos advierte Santo Tomás, el de Aquino, no el incrédulo de la llaga, los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana está principalmente inclinada. Pero no solo pecan los humanos, sino también, en su ejercicio, los propios partidos políticos.

En estas elecciones y ante un posible resultado halagüeño, podríamos decir que el BNG esté pecando de Soberbia; Pontón se ve ya presidenta, soñando con un rotundo sorpasso al PSdG largamente esperado, pero que puede acabar en tragedia para un posible bipartito. El pecado de la soberbia se combate con la Humildad; a ver si a partir del 14 y vistas las diferencias, estas se atenúan y se prefiere la vía del entendimiento. Se trata de pasar del yo al nosotros, así de simple.

De envidia peca el PSdG, por la posición del BNG a su izquierda. Sabido es que se observan mutuamente con reticencia, puesto que el trono de la izquierda gallega está en juego. Nacionalismo o no nacionalismo a ultranza, dependencia de Madrid o autonomía plena, esos son los dilemas. La envidia es un mal a curar con obras que son amores, en especial, gracias a la Caridad, que habrá que ejercer para que la izquierda gobierne.    

El contrincante para ambos, el PPdG, renquea, a su vez, de Avaricia. Pretender igualar la mayoría obtenida por Feijóo, aunque bien parece riqueza imposible. Amarrar lo básico y aspirar a poco más, sería lo razonable, tratando de consolidar lo obtenido. Los votos desde Ourense, si no se convierten en escaños, de poco sirven. La avaricia se palia con la Generosidad, la mano tendida que ya se hurtó en su momento.

Por alusiones, Democracia Orensana, dados los orígenes de su líder utilizando viandas como el chorizo a modo de programa electoral, tiempo ha, peca de Gula. Y ya es difícil curarla, puesto que el antídoto es la Templanza, de la que no hace gala habitualmente el alcalde de As Burgas. Mejor templar, como en el toreo, acompasando tiempos con el astado. De no hacer buena faena, el toro te lleva por delante.

Mas en los extremos, Sumar, quien peca de Lujuria, de tanto acariciar la cercanía ideológica con el BNG, a pesar de sus notables diferencias por exaltadas. Contra la concupiscencia excesiva, Castidad, formato que evita, preventivamente, el encamamiento; hay que dejarse desear, conteniendo la voluptuosidad.

Los radicales de Abascal, con su desconocido candidato y a falta de equipo visible, pecan, cómo no, de Ira, solo mitigable con un emplasto grande de Paciencia, la misma que seguirán teniendo que ejercitar después de los comicios. Es lo que tiene encargar el cartel a un cuñado.

De Pereza peca Podemos, tanto propia como ajena. Si se descuidan, y de no aplicar el antídoto de la Diligencia, es posible que no quede nadie detrás de su candidata para anunciar el resultado. De haber hecho caso a su Fouche con coleta el pasado año, una retirada a tiempo propiciaría una victoria, aunque eso sí, ajena. Hoy, ya no.

Quién va a ganar las elecciones

Todas las encuestas dan un claro ganador, el PPdG. Ganar, como bien es sabido, no garantiza la gobernabilidad. Las terminales mediáticas afines al PSOE certifican, aventando resultados burdamente cocinados, que el nerviosismo ha pasado de la derecha a la izquierda. Es el momento del pragmatismo. Una falta de entendimiento previo entre los partidos contra el cantado ganador, germen previo a la disensión endémica de la izquierda, no sería más que la demostración de la inexistente confluencia entre Humildad y Generosidad. Todavía es invierno y hay que mojarse: la clave de la gobernación se decantará en dos escaños, no más de 50.000 votos en la costa, 30.000 votos en el interior o 40.000 en la combinación. De no acertar, no habremos mentido, simplemente cambiado de opinión; eso sí, haciendo de la necesidad virtud. Veremos.

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